Capítulo 22

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Tuvo que reconocer que, en lo que a Jungkook se refería, nada era seguro. Mingyu recibió la ropa limpia con el aire de quien tiene que aceptar algo por no quedarle más remedio. Taehyung lo llevó al fondo de la casa y le mostró la forma de utilizar la ducha, sabiendo de antemano cuál sería su reacción.

–Es un poco primitivo –aceptó Tae– pero funciona. Voy a traer mi bata para que puedas vestirte en la habitación, cuando termine.

–Ciertamente no voy a hacerlo aquí afuera. ¡Dios sabe los bichos que habrá!

Por un momento Tae dudó sobre si debía prevenirlo acerca de los alacranes, pero decidió no hacerlo. Había dado órdenes a Patrick de inspeccionar el cuartito de la ducha siempre que alguien indicara que iba a usarlo. Fue en busca de la bata azul y llevó la ropa sucia de Mingyu a la cocina.

–Ya es hora de que te vayas a tu casa, Patrick –le dijo al sirviente.– Sólo te pido que rellenes el tanque cuando el joven Mingyu termine de bañarse. Yo me encargaré del café y de todo lo demás.

Ambos visitantes se encontraban ya en la sala cuando Tae llegó al fin con una bandeja. Wonwoo llevaba puesto un par de pantalones de Jungkook que no le caían del todo mal dado que era bastante alto. La camisa, sin embargo le quedaba muy ancha debido a su delgadez. Sus facciones eran agradables y su pelo rubio un poco largo, estaba algo decolorado por el sol. Tae calculó que tendría unos veintiséis años y era un hombre diferente a los que por lo general se encontraban en el país. En aquel momento se le notaba visiblemente molesto.

–Entonces, en eso quedamos –dijo Jungkook con acento autoritario. Wonwoo y yo dormiremos en el club y ustedes dos permaneceréis aquí. Puede que tarden un par de días en arreglar el camino, así que más vale que se hagan a la idea de que tendrán que pasar algunas incomodidades mientras tanto.

–No es tan malo –respondió Mingyu.– Resultará toda una experiencia. Algo para comentar a nuestro regreso. ¿Alguno de los otros te ha venido a visitar alguna vez aquí en la mina, Kook?

–Nadie más está tan loco como para ocurrírsele – sonreía y su voz denotaba sarcasmo.– Ni siquiera una sola tarde.

–No teníamos intención de quedarnos.

–Por supuesto. De lo contrario hubieran traído algo más de ropa. Pero ya que están aquí, vamos a tratar de pasarlo lo mejor posible –miró a Taehyung con ironía.– Estoy seguro que tu presencia será apreciada, cariño.

–¿Hay alguna manera de avisar sobre lo que ha pasado? –preguntó Wonwoo, preocupado.– No quisiera que enviaran gente en nuestra búsqueda.

–Ya nos hemos encargado de eso –el tono de Jungkook fue seco.– Tomen un poco de café y dejen de preocuparse por problemas que no existen.

Wonwoo se sonrojó.

–Lo siento, es que se me ha ocurrido ahora –se sentó junto a Tae en el sofá y le dirigió una mirada.– Siento que le estemos dando tanto trabajo.

–Créame que no nos pesa –le respondió.– Las visitas son muy raras aquí. ¿Trabaja usted con Jung Wooseok?

–Soy sobrino de Yanan hijo de su hermano. Llegué hace una semana para pasar con ellos un mes de vacaciones. Hace años que me lo estaban sugiriendo, pero hasta ahora no tuve la oportunidad. En realidad, he viajado poco a no ser por Inglaterra y Francia, pero siempre me había prometido llegar más lejos algún día.

–Y parece que está cumpliendo su promesa. ¿Cuál es su impresión de África hasta ahora?

–Bueno, no se me antojaría vivir aquí de forma permanente, pero me alegra haber venido. Es un continente fascinante. Tantas culturas, tan diferentes. Aunque no me importa decir que no es exactamente lo que me había imaginado –su sonrisa resultaba encantadora.– Supongo que en el fondo esperaba encontrar una tierra indómita, habitada por hordas salvajes.

–Wonwoo es un romántico de corazón –dijo Mingyu, sin malicia.– Creo que se desilusionó cuando supo que no haríamos el viaje hasta aquí a pie, con porteadores nativos y rifles cargados. Me canso de repetirle que todo eso es cosa del pasado.

–Deberías tratar de convencer también a algunas de las tribus del interior al respecto –interrumpió Jungkook con sequedad, poniéndose de pie.– Es hora de que nos vayamos a dormir. Creo que vosotros dos podréis arreglaros bien solos.

Fue Taehyung el que respondió.

–Por supuesto. Estaremos bien –pero interiormente deseó poder estar tan seguro como quería aparentar.

–Entonces nos vamos. Cerrad bien las puertas tan pronto como salgamos.

El ruido del motor desapareció tras las colinas antes de que alguno de los jóvenes dijera algo.

Fue Mingyu el que rompió el silencio.

–En realidad, debería sentirme culpable por echar a Jungkook de su propia cama.

–No tienes por qué. Las camas del club son tan buenas como las de aquí –Tae se acercó a la mesita.– ¿Más café?

–Aún no he terminado éste. Gracias –Mingyu se encontraba sentado cómodamente en una silla, con un cigarrillo entre los dedos.– ¿Sabes una cosa? Estás viviendo engañado, cariño –dijo en plan de conversación– puede que Jungkook haya sentido la necesidad de una licencia matrimonial en lo que se refiere a ti. Pero no pienses que un papel os va a unir por el resto de vuestras vidas. Lo conozco desde hace dos años, lo suficiente como para darme cuenta de que ninguna persona será jamás su dueña.

–¿Incluyéndote a ti? –preguntó Tae con malicia.– ¿Y has venido solo para decirme eso?

–No –por un momento una sonrisa apareció en sus labios.– Tenía curiosidad por saber cómo sería esto y pensé que podía matar dos pájaros de un tiro, dándole a Wonwoo la oportunidad de un poco de aventura. Siempre ha llevado una vida bastante rutinaria.

–Me pareció una persona muy agradable –dijo Taehyung.

–¡Oh, sí, lo es! Comparado con tu esposo, es un verdadero ángel. Eso es lo raro de la mayoría de personas. No nos inclinamos por los hombres como Wonwoo, por más que lo merezcan. Supongo que tiene algo que ver con el desafío que otro tipo de hombre supone. Después de todo, cualquiera puede manejar a Wonwoo, pero doblegar a un hombre como Jeon Jungkook –rio.– Un imposible, ¿no es así? Debo admitir que yo también lo intenté hace algún tiempo.

–¿Pero ahora ya no te interesa?

–Yo no he dicho eso. Puede que Jungkook sea un canalla en cierta forma, pero sigue siendo el hombre más excitante que he conocido. Mentiría si dijera que no ha quedado nada de nuestra antigua atracción. Verás, tu esposo y yo tenemos algo único en cuanto a nuestra relación: comprensión. No importa cuánto tiempo permanezcas junto a él: jamás podrás descifrar qué es lo que lo hace funcionar.

Había demasiada verdad en aquella frase para que Taehyung tratara de negarla. Lo que deseaba era que dejaran de señalarle lo que ya sabía. Se levantó de repente y comenzó a colocarlo todo sobre la bandeja.

–Iré a prepararte la cama –dijo.

Wonwoo llegó a la casa a las 9:30 de la mañana siguiente y encontró a ambos ya vestidos y desayunados. Jungkook se había ido a la zona de los derrumbes, sin decir a qué hora regresaría.

–¿Qué vamos a hacer durante todo el día? –preguntó Mingyu.– Por lo regular, ¿en qué sueles ocupar tu tiempo cuando Kook no está, Tae?

–Trabajo –repuso con calma.– Pero no los fines de semana. Tengo un coche. Podría enseñarles algo de los alrededores. El domingo es un día muerto.

–¡Bueno! Supongo que cualquier cosa es mejor que permanecer sentados aquí. ¿Cómo es el club, Wonwoo?

–Está bien –dijo él, no queriendo comprometerse.

–Es sólo un lugar para que los demás se reúnan en las horas libres –añadió Tae.– Ellos no son muy exigentes. Podríamos almorzar allí, siempre y cuando no te importe que te miren todo el tiempo, Mingyu.

–Nunca me he opuesto a que se me mire y admire a distancia –fue la frívola respuesta.– Sólo espero que tú seas mejor chófer que Wonwoo. No quisiera tener que volver a nadar en el barro.

Corazón de piedra • kvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora