Capítulo 18

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Ya se había puesto la ropa elegida para esa noche cuando Jungkook regresó. Le saludó fríamente, fingiendo leer una revista mientras él se bañó y vistió con un traje.

Era la primera vez que lo veía de traje y tuvo que admitir que había una diferencia. El hombre tosco había desaparecido y en su lugar aparecía un individuo bien acicalado, con unos gemelos que le brillaban al final de los puños bien almidonados y el cuerpo aligerado por el buen corte del traje.

Hasta sus rasgos parecían menos angulosos. Sólo los ojos grises permanecían iguales, brillando burlones cuando se acercó ante la indicación de él para que bajaran.

–Trata de sonreír –aconsejó él.– Que no todos piensen que somos incompatibles.

–No creo que te importe un bledo lo que los demás piensen –respondió bruscamente.

–¿No? Bueno, quizá tengas razón. ¿Vamos?

El comedor estaba lleno cuando llegaron. A pesar de los ventiladores que giraban en el techo, el ambiente se sentía caliente y opresivo y había moscas por todas partes.

La comida, sin embargo, era buena. Jungkook se entretuvo en mirar a Tae mientras éste lo analizaba todo a su alrededor.

–En África se aprende a no prestar mucha atención a lo que nos rodea –encendió el cigarrillo del otro y luego el propio, con la vela encajada sobre una botella de vino y se recostó hacia atrás para observarlo a la luz de la llama.

–¿Echaste la siesta?

–¿Siesta?

–Supongo que eso hiciste mientras yo estaba en el bar –su mirada se hizo más aguda.– ¿No saliste?

–No, no salí –sus ojos recorrieron el comedor casi desesperados.– El servicio podría ser más rápido.

–No hay prisa –dijo él.– ¿O sí la hay?

Tae le miró, interrogante.

–¿Por qué iba a haberla?

–Nunca respondas a una pregunta con otra pregunta –aconsejó él con suavidad.– Da la idea de que hay algo que esconder.

Pareció un buen momento para preguntarle lo que tenía que preguntar, pero en realidad no era aquel el lugar. Miró hacia otra parte, sin darse cuenta de que sus dedos jugaban muy nerviosos con la copa, hasta que él la quitó de sus manos. Enseguida la mano de él tomó la suya y la retuvo con la palma hacia abajo sobre el mantel. Tae le observó, sintiendo la fuerza de los dedos sobre los suyos.

–¿Hay algo que te preocupa, Taehyung? –preguntó.

El momento no podía ser más adecuado, pero aún así no se atrevió a aprovecharlo. Bogum estaba allí mismo en el hotel. Si Jungkook lo averiguaba, quien sabe cómo reaccionaría, sobre todo si se enteraba de que el otro había estado con él dentro de su habitación. Y sin embargo ocultarlo era sólo guardar problemas para más adelante.

–Hay algo que tengo que preguntarte –dijo por fin con mucha dificultad.– Sólo que no aquí, Jungkook. Terminemos de cenar primero.

Taehyung casi no probó nada de la comida que les fue servida. Jungkook no presentaba ninguna señal de impaciencia, pero pudo notar cierta tensión en la línea de su mandíbula cuando sus miradas al fin se encontraron.

Comprendió que él sabía que el problema estaba relacionado con Bogum, y vio cómo hacía un gran esfuerzo para no exigir la verdad allí y en aquel momento. Era culpa suya, por supuesto. Si hubiera tenido mayor autocontrol, él jamás hubiera sabido que había un problema hasta que se lo hubiera comunicado. Estaba seguro de que en el momento en que abandonara el restaurante Jungkook lo iba a obligar a confesar todo lo que lo estaba molestando. Y quién sabe qué ocurriría entonces.
Pero resultó que sus juicios sobre la tolerancia de Jungkook fueron erróneos.

Corazón de piedra • kvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora