Capítulo 15

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Hubo una tormenta durante el fin de semana, seguida de tres días de nublado total, que hacían que la atmósfera se tornara insoportable. A pesar de esto, la mina continuó funcionando con normalidad. Los trabajadores se quejaban del maldito clima, pero a ninguno parecía afectarle los cambios de la temporada.
El lunes Tae comenzó a trabajar en las nóminas, tres horas por la mañana y tres por la tarde. Con la ayuda de una vieja máquina sumadora que Jungkook trajo de la oficina, encontró que el trabajo era menos pesado de lo que había imaginado. Para el miércoles ya había terminado todas las fichas de pagar y tenía los sobres rotulados y colocados sobre bandejas, listos para ser llevados a la oficina donde los demás empleados los llenarían.

Se estiró e hizo hacia atrás la silla del escritorio sobre el cual estuvo trabajando. El día siguiente sería
perfecto para asentar las cifras en los libros, lo cual le dejaba aquella tarde libre, si así lo deseaba.
El calor de afuera era casi igual al ambiente cerrado de la casa. No tenía la menor idea de dónde se encontraba Jungkook en aquellos momentos, ni tampoco le importaba. Los últimos días permaneció fuera de la casa hasta bien entrada la tarde. Regresaba a tiempo para un bocadillo y un par de horas de descanso antes de la cena.

Su vida juntos ya había tomado un ritmo, que aceptaba porque no le quedaba otro remedio, pero contra el cual su espíritu aún se rebelaba. Para Jungkook él no era más que un entretenimiento, una compañía con la que pasar las horas entre un día de trabajo y el siguiente. Por nada del mundo habría admitido Tae que en realidad las horas del día se le hacían demasiado largas y que la vitalidad retornaba a su cuerpo con el sonido de la llegada del coche de Jungkook.

Patrick le sirvió un almuerzo ligero, consistente en ensalada y carne fría que él había pedido y le preguntó si tomaría el té a las 4:30 como de costumbre.
Sin pensarlo, Tae le dijo que se tomara el resto del día libre. Aquella noche cenarían en el club y si a Jungkook no le parecía, peor para él. Ya era hora de que hubiera un cambio.

Pasó la tarde descansando, mientras leía una novela policíaca que encontró en el estante de libros de la sala, tratando de olvidarse del tremendo calor. De nuevo se escuchaban truenos en la distancia y se sentía la calma que precede a la tormenta. En un par de semanas la fuerza de los elementos comenzaría a menguar, pero las lluvias continuarían llegando con regularidad hasta agosto, antes de comenzar a desaparecer poco a poco. Para Tae aquel país no tenía nada que mereciera ser recomendado. Un infierno mojado, que estaba ansioso por abandonar.

Decidió tomar una ducha y fue entonces cuando se acordó del problema del agua caliente. Patrick mantenía siempre una gran palangana de agua calentándose sobre el fuego de leña. Con ésta rellenaba el tanque de agua fría de la ducha cuando era necesario, produciendo así agua tibia. Pero ahora su partida había sido apresurada y cuando Tae fue en su busca encontró la estufa apagada y la palangana vacía.

Llevarla no presentaba mayor problema, pero calentarla era harina de otro costal. Había visto a Patrick prender la cocina en diferentes ocasiones, pero sólo tenía una vaga idea de cómo hacerlo. Vio un montón de leña lista en un rincón de la cocina, con algunas revistas viejas detrás de éste, las cuales, pensó, serían para ayudar a prender el fuego.

Hizo un montoncito de papeles arrugados y le acercó una cerilla. El papel se chamuscó en la orilla y se apagó de nuevo. Prendió otra cerilla y la mantuvo junto al papel hasta que casi le quemó el dedo. Ahora la hoja de papel prendió con inusitada fuerza y Tae retiró la mano cuando las llamas lo alcanzaron ligeramente, ignorando por el momento el dolor, ante la frustración de ver cómo el fuego se apagaba de nuevo sin siquiera haber comenzado a chamuscar la madera.
Sólo después, cuando miró la palma de su mano, fue cuando se dio cuenta de la extensión de la parte enrojecida en ésta por la quemadura. Ahora empezaba a dolerle muy fuerte. La envolvió para evitar que le diera el aire y trató de recordar qué es lo que se aplica para las quemaduras. Bicarbonato, a falta de cualquier otra cosa, sólo que no recordaba haber visto algún frasco de éste cuando limpiaba los estantes.
Debería haber un botiquín en alguna parte. Fue a la sala a buscarlo, sosteniendo la mano herida con la otra. No sintió el ruido del auto y se sorprendió al ver aparecer a Jungkook en la puerta seguido por un fuerte trueno.

–Viene otra buena –observó él. Entonces sus ojos se fijaron en la mano envuelta en el pañuelo blanco y el tono de su voz cambió.– ¿Qué te ha pasado?

–No es nada serio –dijo Tae tratando de ocultar el dolor.– Buscaba el botiquín de primeros auxilios.

Y le contó lo sucedido. Él se acercó y tomó la mano herida en la suya, quitando el pañuelo y abriendo con delicadeza la mano para ver la quemadura.

–Esto necesita atención médica –dijo con énfasis.– Será mejor que te lleve al hospital para que el doctor Selby lo examine.

–No, no. Estoy seguro de que no es necesario –protestó Tae.– De veras, Jungkook

–Yo decidiré lo que es necesario. Es muy fácil que una quemadura se infecte en este clima. Por pura curiosidad, ¿por qué estabas tú tratando de encender la estufa?

–Le dije a Patrick que podía librar esta tarde. Pensé que podríamos cenar en el club –le lanzó una mirada desafiante.– ¿Alguna objeción?

La sonrisa de él fue súbita e inesperada.

–Ninguna que se me ocurra de momento. No tienes por qué ponerte tan beligerante al respecto. Estoy de acuerdo en que tienes derecho a una salida de vez en cuando –pasó su mano bajo el codo de él y lo guio hacia la puerta.– Pero antes, vamos a que te vean esa mano.

Se encontraban en el coche, avanzando en dirección hacia el club cuando dijo:

–¿Qué te parecería pasar el fin de semana en el pueblo?

–¿Contigo? –Taehyung lo miró extrañado.

–¿Con quién si no?

Guardó silencio por un momento antes de decir en tono bajo:

–¿No temes que trate de escaparme otra vez?

–No –dio vuelta al volante.– No tienes a dónde huir a menos que estés pensando de nuevo en Bogum.

–No tendría objeto.

–Exactamente. Me alegra que por fin veas a ese tipo tal y como es –hubo una breve pausa y luego añadió:– ¿Aún tienes ganas de huir de mí, no es así?

Un par de días antes, Tae no hubiera tenido ni que pensar para responder a la pregunta. Pero ahora se dio cuenta de que vacilaba antes de decir despacio:

–Como tú has dicho, no tengo a dónde ir. No tienes que preocuparte al respecto, Jungkook. Me atendré al trato que hicimos.

–¿Sabes una cosa? Empiezo a cansarme de tu actitud. Entraste en esto con los ojos abiertos, así que deja de hacerme aparecer como el villano de la obra. Claro que sí te deseaba y quizá manipulé las cosas un poco para poder conseguirte. Pero lo hice con legalidad y sin falsas promesas.

–Ni la licencia matrimonial te concede todos los derechos sobre su pareja. Ciertamente no en Inglaterra.

–Pero no estamos en Inglaterra, te recuerdo, y no me interesan los detalles. Viniste aquí buscando a un hombre y lo encontraste. No creo que me halague demasiado si te digo que me considero muy superior a Bogum. Puede que desees que estas próximas semanas pasen lo más pronto posible. ¡Pero te aseguro que jamás las olvidarás!

–Por lo que veo, tu modestia no es uno de tus dones –respondió con sarcasmo para tratar de ocultar su reacción ante las frases del otro.– La autoalabanza no es lo que yo llamaría la mejor recomendación.

Su sonrisa era de asombro.

–Tampoco lo es la ingenuidad fingida. ¿Crees que no conozco la diferencia entre una falta de respuesta natural y el control predeterminado?

Taehyung miró hacia fuera, consciente de su proximidad y de las fuertes manos que llevaban el volante. Jungkook sabía demasiado, sobre todo acerca de las reacciones que provocaba en los demás.

Corazón de piedra • kvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora