07;;Dear Gellert

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Querido Gellert:

Te escribo para informarte de que a partir de ahora, tendré mucho tiempo libre para escribirte.

Sí, el ministerio apareció en Hogwarts y esta vez, me han pedido de manera clara y directa que los ayude a derrotarte. Obviamente me he negado, pero no te emociones, no lo hice porque me quiera unir a tu causa. Simplemente no me siento capacitado ni física ni mentalmente para pelear de nuevo contigo.

Es decir, ¿no nos vemos en todo este tiempo y cuando lo hagamos nos tenemos que matar? No me parece justo. Si te veo después de todo este tiempo, no se muy bien que haría, o que diría, pero te aseguro que no intentaría atacarte. No se lo que harías tú, pero supongo que sigues resentido porque no me fui contigo.

En fin. La circunstancia es que no podré dar más clases hasta que tome una medida, y es un gran problema. Enseñar es lo único que me mantiene la cabeza ocupada. En esas horas, al menos se me olvida un poco todo el estrés y responsabilidades con el mundo mágico que no cumplo por motivos muy personales. Demasiado personales.

No quisiera privarte de tan bonito día, haciéndote perder el tiempo con mis cartas, así que solo me queda decirte que por favor tengas cuidado y estate quieto, que te van a encontrar.

Te quiere, Albus Dumbledore

{...}

Albus Dumbledore cada vez estaba más cansado de todo el asunto, pero por mucho que quisiera arreglarlo, no podía. La simple idea de lanzarle una maldición asesina al hombre que había amado durante tantos años en silencio era insoportable. No podía.

Se quedó mirando un punto fijo en la pared de su ahora ex-despacho mientras sentía como el fantasma de su amante seguía ahí mirándolo burlonamente.

Ya no eres un adolescente hormonado hasta las orejas, Dumbledore. Superarlo, porque él no dudaría en matarte si te tuviera en frente. Solo le importa el poder, y sigues llorando por él como si algún día fuera a volver.

Las palabras de su propio subconsciente le hacían mucho daño, pero de alguna forma, sabía que eso no era así. Sabia que Gellert estaba ahí fuera, pero también lo echaría de menos, ¿no? Porque él no dudaría en estrecharlo entre sus brazos si estuviera allí.

Su mano se apretaba en un puño cerrado, mientras su pierna derecha también parecía moverse en un tic nervioso. Cerraba los ojos con fuerza, el silencio de la habitación lo mataba, odiaba tanto el silencio... le daba miedo más bien, así solo podía oír sus pensamientos con mucha claridad.

Letters to the Love of my LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora