08;;Dear Albus

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Querido Albus:

Estoy comenzando a hartarme de ti, lo digo en serio. Que te metas de vez en cuando en mis pensamientos ya es molesto, pero, ¿qué te metas en mis sueños para molestarme y despiertes así? Eso me parece muy rastrero.

Tengo que reconocerlo, diste en el clavo, pues efectivamente me enojaste, hacia mucho tiempo que no me hacias darme literalmente de bruces contra una pared. Felicidades.

¿Como te va a ti en el colegio ese? Espero que mal, no te puedes esconder de mi para siempre, ¿qué pasa? ¿Me temes y por eso me atormentas desde la distancia prudencial?

No me sorprende, siempre fuiste un cobarde, siempre has evadido la lucha porque piensas que todo se soluciona hablando y con un té caliente.

Lo nuestro no se va a solucionar así.

¿Lo nuestro? Queria decir la guerra que vamos a desatar si no te dejas de esconder, no te hagas ilusiones bobas. No entiendo cómo puedes ser tan ingenuo, tan malditamente sentimental, tan soñador, pensando que cualquier sentimiento o pequeña charla que tengamos va a detener este gran proyecto.

Solo eres un obstáculo en mi lucha, Dumbledore, y cuando te encuentre, nos enfrentaremos y pondré punto y final al molesto inconveniente que eres, ya verás como esos inútiles sentimientos te van a llevar al fracaso.

{...}

Era más que evidente que tras el vocerío que había dado aquella noche, todos sus seguidores que allí se instalaban también, se habían percatado de su mal humor esa mañana, y habían escuchado sus gritos.

Vinda no mostraba realmente ningún tipo de temor, sabía que Grindelwald no se rebajaría al nivel de ponerse a pregonar sus asuntos privados. Es más, era un excelente oclumante, nunca revelaría sus verdaderos sentimientos. Ella se mostraba igual de servicial y seria que siempre, pero no había pasado por alto que se veía más ausente de lo habitual, y a cada rato hacia muecas casi imperceptibles, como si estuviera manteniendo una discusión en su cabeza. Definitivamente Grindelwald tenía algo en mente que no lo dejaba tranquilo, pero no era de su incumbencia.

Todo lo contrario se podía decir de Krall o Abernathy. Si normalmente mostraban mucho respeto y miedo hacia el, este se había triplicado. A veces Grindelwald se mostraba demasiado ausente, y ellos confundían eso con el enojo. Básicamente pensaban que estaba enojado por algo, e intentaban ni si quiera cruzarse en su camino. Lo cierto es que no estaban muy equivocados, pues de cierta manera si que estaba enojado con Dumbledore, bueno, más que nada era que le hubiera gustado que aquel sueño en el que lo acariciaba y halagaba fuese real, pero eso jamás lo aceptaría ni si queira para el mismo.

—Señor... el obscurial....—

—Ya lo sé, anda con la maledictus buscando a su madre. En seguida desviaremos su camino para que venga hacia mí. Que busque en mí las respuestas que necesita es esencial.—

Murmuró el hombre de cabellos blancos mientras miraba por la ventana un tanto aburrido, los parisinos muggles paseaban sin preocupaciones. Una ligera mueca de asco rozó su rostro. ¿Como puede ser que ellos, seres sin magia ni nada especial, pasen sin ser perseguidos ni señalados tranquilamente y ellos, que eran los seres mágicos, los especiales, los que deberían andar a sus anchas, tengan que estar escondidos?

¿Por qué Dumbledore no lo ve, siendo él el primer perjudicado por la ignorancia muggle? Su hermana le truncó la vida y las posibilidades de irse con él. Ahora mismo serían magos respetados y aclamados, juntos. Si solo hubiera venido con él, todo sería mucho mejor.

¿Otra vez piensas en Dumbledore? Vaya mañanita, al final lo vas a desgastar.

Su rostro se torció en una mueca de impaciencia, su maldita consciencia, o como preferia llamarlo, la voz de Albus riéndose de él porque le teme y muchas-cosas-para-engañarse-a-sí-mismo-mas no se callaría jamás, no hasta verlo admitir las verdades que él mismo se negaba a pensar.

Inconscientemente dejó salir un gruñido de cansancio, que aunque no había sido muy alto, había sido suficiente para que Vinda volteara a verlo, sin ninguna expresión en su rostro más que una pequeña sonrisa, parecia que comenzaba a comprender de que se trataba esto, y a Grindelwald no le gustaba nada. Ella era una mujer muy perspicaz e inteligente. Ahora se acuerda de por qué es su mano derecha.

—¿Puedo hacer algo por usted?—

Juraría que el acento francés de Vinda sonaba incluso burlón, pero no lo tomó en cuenta, pues seguramente estaba un poco paranoico, y seguramente había sido su cabeza de nuevo, queriendo que se muestre contrariado hacia ella, pero mantener la postura es lo que hay que hacer. ¿O quizá era intencional?

—No Vinda, puedes retirarte.—

Claro que Krall y Abernathy habían salido casi volando de allí, se acababa de dar cuenta en su despiste de que se habían marchado en seguida, y solamente estaban ellos. Vinda solo asintió y caminó hacia la puerta con las manos en la espalda, justo antes de agarrar el pomo, se detuvo y lo miró, aunque solo de reojo.

—Le dejo a solas con sus pensamientos.—

Murmuró antes de salir, evidentemente Gellert la había ido y la mujer sentía su mirada bastante fijamente en su espalda, ella se fue a paso tranquilo.

Bueno, Vinda se había percatado de que algo pasaba, ya no podía negarlo. Lo importante es que no sepa exactamente qué lo tiene tan distraído. Merlin, se daba vergüenza.

¿Te distrae pensar en él? ¿Te pone nervioso cual adolescente hormonado? Ridículo. Lo que sea que haya existido entre vosotros ya no existe gracias a tí. Deja de negarlo.

Letters to the Love of my LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora