14;;Dear Albus

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Grindelwald había conseguido mantener la paz al menos por unos días. No sabía por qué, pero un pinchazo de desilusión había atravesado su cuerpo al darse cuenta de que Albus no estaba allí. Tampoco sabía cómo se sentia al respecto. ¿Decepcionado? ¿cabreado consigo mismo por esperar lo imposible?

Apenas se oía hablar delante de tantos magos y brujas, pues estaba más ocupado moviendo su mirada de un lado a otro, buscando a un hombre en específico, todo inconscientemente, claro, pero como era de esperarse, no lo había encontrado. Después entraron los aurores haciendo un show, pero que eventualmente solo sirvió para reforzar su postura de que los violentos, estaban siendo ellos.

De nuevo, sus ojos buscaban a Albus entre los recién llegados, quizá había venido a verlo. Claro que en su lugar encontró a Scammander, el muchacho de Dumbledore, un hombre que sería su hermano, y el resto, aurores.

Apretó la pluma con fuerza recordando aquella sensación de rabia sin ningún tipo de fundamento que lo habia atacado cuando se dio cuenta de que el único hombre que le interesaba que se presentara allí, no lo había hecho, tan solo su chico.

Una vez que sus seguidores se habían marchado, había despotricado a maldiciones contra los aurores, pero sobretodo con Scammander. Todos intentaron atacarlo a la vez, pero, ¿que esperaban? Él tenía la varita más poderosa del mundo, jamás lo vencerían. Solo se limitaba a defenderse para seguir lanzándole maldición tras maldición a aquel joven, que por cierto, se le escapaba cual rata.

Sentia que la varita se le escaparía de entre los dedos, pues hacia gestos demasiado exagerados, pero como había sucedido en Nueva York, el joven Scammander raramente contraataca, solo se defiende y trata de evadir la muerte con torpes movimientos. Recordaba haber pensado:

Pero, ¿qué diablos ve Dumbledore en él?

No todo habían sido cosas malas, después de todo. Queenie había aceptado su mano, habia conseguido pasar el Protego Diabolica. Habia demostrado que le sería fiel y que podría contar con ella. La verdad es que había sido sencillo convencerla, su amor por ese muggle parecia ser fuerte. ¿Libertad para amar? Él se refería a otras cosas, pero le había venido de perlas.

Así que dejando atrás a Leta Lestrange, que había muerto, y a Krall, que también, desapareció con la muchacha hacia su castillo en Nurmengard, donde Credence y Vinda lo esperaban.

Una vez puestos en situación, Gellert llevaba en su despacho todo el dia, no había salido ni si quiera a almorzar. No estaba seguro de lo que sentía, nuevamente, pero apostaba porque era decepción, y tampoco entendía por qué.

Te decepcionaste más de lo que esperabas, porque todo el tiempo deseabas que él estuviera allí, ver cómo te sonreía con apoyo, pero sabes que eres demasiado terco como para aceptar que estabas más concentrado en buscarlo que en lo que decías.

Eso no eran más que meras tonterías, ¿verdad? Osea, ya tenía todo lo que quería, estaba en la cima, la voz se había corrido por todo el mundo, era su momento de triunfar. Y para triunfar se valía el solito, no necesitaba pelirrojos idiotas a su lado, eso era evidente, ¿o no?

Pasó la pluma varias veces por sus labios de manera sutil, pero había algo extraño en el ambiente. No sabría describir con certeza el qué, pero sabía que algo estaba fuera de lugar. Dejó la pluma sobre la mesa poniéndose en pie, el ambiente estaba raro, demasiado cargado de algo que tampoco sabría definir.

Letters to the Love of my LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora