Recordaba con increíble precisión aquel momento, aquel maldito y desdichado momento en el que descubrió un espejo de aspecto antiguo cubierto por esa sábana se terciopelo violeta.
El espejo de Oesed.
Desde que lo descubrió, estaba obsesionado con el, yendo a todas horas para deleitarse con la imagen de dos muchachos demostrandose su amor. Por su puesto, era inevitable que se pasara horas y horas arrodillado frente aquel maldito espejo, sintiendo las lágrimas de dolor bajar por sus mejillas. Odiaba sentirse tan viciado a verse llorar y recordar momentos en los que la vida le sonreía.
No todo eran cosas malas, al fin y al cabo. Por aquel entonces, había llegado al colegio Hogwarts una mujer de no más de veinticinco años, con muchas ganas de enseñar. Una nueva maestra en el castillo. En seguida ambos trabaron una amistad, y ella prácticamente se había vuelto un pilar sn la vida de Albus, quien se sentía bastante mejor con su presencia.
Ella también tenía secretos, como todo el mundo, y había tenido la valentía de contarselos a Albus. Al parecer, ella también sufría por amor. Estaba enamorada de un joven muggle, pero lamentablemente, había tenido que dejarlo, puesto que no pensaba renunciar a su magia. Le había conmovido mucho el ver a aquella bella y fuerte joven se derrumbaba llorando, como más de una y de dos veces le había pasado a él.
Queria confesarle su gran secreto, pero las inseguridades lo atacaban, así que prefirió contarlo a medias. Le dijo que él también sufría por una decepción amorosa, pero obviamente no le contó quien era su amado. Ella pareció entenderle a la percepción, y esa pequeña charla hizo que su relación se hiciera más fuerte.
En una ocasión, lo había encontrado llorando frente al espejo de Oesed, en uno de esos momentos de debilidad. No sabía con exactitud lo que el hombre veía, pero le producía mucha lástima el verlo así.
—No te consumas asi... ¿sabes lo que podrías hacer? Agarra un pergamino y una pluma, y escríbele por carta todo lo que desees contarle. Desahógate escribiendo. A mi me ayudó.—
Lo miró con una dulce sonrisa y lo ayudó a levantarse, ajustando su corbata mientras le ofrecía un pañuelo.
—Gracias Minerva, no se que haría sin ti.—
⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫
Gellert Grindelwald escribía en su despacho de aquel apartamento muggle francés que ocupaba desde hacía unos meses. El ministerio le pisaba los talones, no escatiman en aurores, desde luego, por lo que debía moverse con rapidez y pensar siempre por delante.
Vinda acababa de traerle una taza de té ardiendo, que casi le había abrasado los labios, y tras agradecerle vagamente, siguió a lo suyo.
Estaba escribiendo una carta a su aliado en el ministerio, con las instrucciones de su siguiente paso. Ese hombre había sido contactado por el ministerio para destruir a Credence, pero él lo había sobornado para que lo protegiera y no averiguara más de la cuenta sobre sus orígenes.
Su cabeza estaba muy ocupada, tenía que perfeccionar su discurso del mitin, planificar su siguiente movimiento, donde iría más adelante a conseguir adeptos... aunque de vez en cuando, sus pensamientos andaban en otro plano astral, pensando en lo que todos sabemos.
"Te echo de menos"
"Te echo de menos"
"Te echo de menos, Albus"
Negó ante su propio pensamiento, gruñendo incluso. Era estupido seguir pensando en ese hombre, si apenas se acordaba de su rostro, después de todos esos años.
"¿A quién pretendes engañar? No olvidas ni una sola facción y te sabes de memoria cada lunar"
Volvió a gruñir y tras releer su carta, frunció el ceño haciéndolo una bola y tirandolo directo a la chimenea.
Se puso en pie marchándose del estudio dando un ligero portazo, decepcionado por su comportamiento.
El papel ya ardía y se convertía en ceniza, pero justo antes de su firma, aún se leía lo siguiente.
"Te echo de menos"
¿Como había podido escribir eso de manera inconsciente?
ESTÁS LEYENDO
Letters to the Love of my Life
Fanfic"I miss you, but I'm afraid I won't come back, my dear"