Lan Zhan alcanzo la inmortalidad junto con su hermano, haciendo la promesa de buscar a Wei Ying, pero cuando por fin lo encontró, él jamas lo miro con amor, para él era solo un extraño.
Lan Zhan miro como una y otra vez el amor de su vida lo dejo p...
Lan Xichen se quedó un momento en silencio, no le podía decir que había estado observándolo desde que salió de casa de Wei Ying.
Por su parte Jin Guang Yao se quedó mirando en silencio y con una leve sonrisa en su boca.
—¿Podemos hablar? —suplicó Lan Xichen
—No tengo nada que hablar contigo ─respondió el menor
—Por favor déjame explicarte ─musitó
—Ja, ja ¿explicarme?, ¿qué cosa?, ¿qué solo me usaste para tu propio beneficio y me tiraste como basura? ─bufó
—...
—¿Sabes?, desde el primer día que nos vimos sabía que me ocultaba algo, me mirabas de una forma diferente como si quisieras decirme algo, pero fui tonto me dejé llevar por mis estúpidos sentimientos, pensé que en algún momento me dirías toda la verdad, pero me equivoque, no quiero saber nada de ti.
Jiang Cheng camino sin fijarse hacia la calle un carro que venía a toda velocidad se acercaba a él.
Lan Xichen no pudo moverse, su cuerpo estaba paralizado, la imagen de Jiang Cheng al caerse hizo que el miedo lo frenara.
Los frenos de carro sonaron, un golpe secó aturdió a Jiang Cheng.
Al abrir los ojos un cuerpo lo sostenía, una mano estaba debajo de su cabeza evitando el golpe, su cuerpo estaba sobre el otro lado de la acera.
Jin Guang Yao lo sostenía como si fuera lo más preciado, la mano de este sangraba por el golpe, en su mirada había tanto miedo y terror, en las orillas de sus ojos unas lágrimas se asomaban. Realmente lo había salvado.
—Jiang Cheng... ¿Estas bien? ─preguntó con la voz agitada
Jiang Cheng no podía hablar, estaba asustado, se levantó y ayudó a Jin Guang Yao a levantarse miro sus brazos y su mano, que estaban llenas de sangre por el impacto.
Tomo sus manos y lo miró —¡Estas sangrando!
—Estoy bien, estoy bien, ¡Demonios fíjate al cruzar!
—Yo...
Lan Xichen quien apenas reaccionaba corrió hacia Jiang Cheng y lo tomo del cuerpo para verle.
—¿Estas bien?
—...
Jiang Cheng se soltó y camino hasta Jin Guang Yao, tomo sus manos y le miró.
—Vayamos a un hospital
—Estoy bien, en casa tengo vendas, solo son raspaduras
—¡No seas tonto!, te llevaré al medico ─ordenó el menor