Capítulo IV

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Capítulo IV

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Capítulo IV

La mejor manera que tenía Natasha de desahogar su angustia y su frustración era en el gimnasio. Casi dos meses sin saber de Steve. Casi dos malditos meses. No sabía si estaba vivo o muerto, si lo estaban lastimando, si tendría hambre o frío o sueño... y no saber eso la volvía loca. Pasaba por momentos de apatía, en los que nada parecía afectarles y otros en los que lloraba hasta dormirse, revolviéndose en la cama, a punto de enloquecer. Lo necesitaba. Necesitaba su risa, sus abrazos, su calor a su lado, el sonido de su voz. Necesitaba su presencia tranquilizadora, sus ojos brillantes, el aroma de su colonia. Incluso extrañaba discutir con él.

Habría dado lo que fuera por verlo, sólo un momento, pero verlo. Saber que estaba bien. Pero, Sam no había podido darle ninguna pista concreta. Sólo le dijo que habían encontrado a Barnes y que lo más probable era que él se lo hubiera llevado. O asesinado. Nada era seguro con ese loco. Era verdad que en su anterior encuentro el Soldado del Invierno salvó a Steve, pero, ¿y si ahora intentaba terminar el trabajo? ¿Si lo habían obligado a ello?

Golpeó el saco de boxeo hasta que las vendas que cubrían sus manos se cubrieron de sangre. Generalmente boxeaba con guantes, pero usar las vendas le recordaba a Steve. Agotada y sudorosa, entró a las duchas, dejando que el agua arrastrara sus lágrimas. Cada día que pasaba la desesperación iba en aumento. Media hora después, salía de la ducha envuelta en una toalla.

Y allí, frente a ella, estaba María Hill con una serie de carpetas entre sus brazos. Natasha la miraba con una expresión indescifrable. Ella le había dado la noticia de la desaparición de Steve. Sabía que no era culpable de ninguna manera, pero verla le recordaba aquel momento, por lo que había intentado mantener distancia de la morena.

– ¿Qué pasa, Hill? – preguntó, enjugando la humedad de su cabello con una toalla – Si es por una misión, dile a Nick que no iré a ninguna parte mientras no encuentre a Steve...

– No, no es eso– negó María. La verdad es que ella también se sentía incómoda frente a Nat. No le había gustado nada ser la encargada de entregarle una noticia así y por ello, se había ocupado haciendo una investigación por su cuenta– Tengo algo que enseñarte.

Natasha alzó una ceja y la miró, interrogante mientras comenzaba a vestirse.

– ¿De qué hablas?

– Creo que tengo una pista sobre Steve– aquello sí llamó su atención. Se detuvo con los pantalones a medio camino de sus piernas y la miró de hito en hito.

María dejó las carpetas a su lado en la banca y abrió una, mostrándole la fotografía de una escena del crimen. Una pareja yacía sin vida en su cama, con un tiro en la cabeza. Alzó la foto y miró el lugar de los tiros. Estilo ejecución.

– ¿Quiénes son?

– El Primer Ministro de Finlandia y su esposa. Los asesinaron en su casa, luego de deshacerse de la seguridad. Fueron rápidos, eficientes y no dejaron rastro alguno. Ninguna pista– a Nat aquello la hizo sentir en un deja vú.

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