Capítulo XIII

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Capítulo XIII

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Capítulo XIII

Seis años después.

A tus seis, Buckaroo– dijo Tony por el intercomunicador y el ex Soldado del Invierno se giró, noqueando de un golpe al hombre que se le acercaba en silencio por la espalda.

– No esperes que te de las gracias, Stark– gruñó en el radio, escondiendo su media sonrisa bajo la máscara que cubría la mitad de su rostro.

Sé que me amas, no tienes para qué negarlo– la voz alegre de Tony le llenó el oído y entonces sí sonrió, mirando hacia donde flotaba Tony sobre él para mostrarle el dedo medio.

Stark dejó escapar una risita y Natasha sacudió la cabeza desde la seguridad del jet, a un par de kilómetros del campo de batalla. No le gustaba estar ahí sólo viendo, pero era lo que tenía estar embarazada. Había tenido que pelear con uñas y dientes para que la dejaran participar en las misiones, ya que Steve no había querido oír nada del asunto hasta que Clint planteó la posibilidad de que ella fuera el apoyo a distancia. Era un término medio que dejaba a todos satisfechos. Bueno, a medias satisfechos, pero era mejor eso que quedarse en casa muerta de la ansiedad esperando a que llegaran todos con bien.

– Niños, hagan sus cochinadas luego, concéntrense– exigió, mirando las marcas de calor que se acercaban a los elementos en tierra: Steve y Bucky– Steve, cinco agentes por tu flanco izquierdo. Barnes, dos más a tus diez.

Sí, mamá– respondió Stark y voló por sobre el complejo de HYDRA, ordenando a Jarvis que revisara el perímetro, buscando alguna manera de entrar.

El escudo de energía que rodeaba el complejo les estaba haciendo perder el tiempo y los soldados que protegían el perímetro seguían y seguían apareciendo. Ya habían perdido el factor sorpresa hacía rato y el avance era casi nulo. La fuerte defensa del lugar parecía indicar que era lo que habían estado buscando por tanto tiempo: la fábrica de armas chitauri que había estado armando a cuanto terrorista loco se le ocurriera asomar la cabeza de su agujero.

– Wanda, hay un búnker a tu izquierda, cerca del túnel. Tú y Pietro háganse cargo de él– ordenó, mirando atenta las pantallas que se desplegaban frente a ella.

¡Copiado! – respondieron los gemelos al unísono.

Las pantallas mostraban no sólo las cámaras de Stark y los demás, sino que tomas satelitales del área, noticias locales y lecturas térmicas del área. Mientras miraba las imágenes, se acarició el vientre suavemente. Sarah estaba inquieta aquel día. Quizás era que ya tenía poco espacio, le faltaban sólo un par de semanas para salir, después de todo. Respiró despacio, acomodándose para que no le molestara el peso del vientre y descubrió un nuevo escuadrón de enemigos saliendo de aquel antiguo castillo escocés.

– ¡Steve! Se están reagrupando...– advirtió y tanto él como Buck intercambiaron una mirada.

¡Stark, necesitamos entrar ya! – lo escuchó decir y observó a través de su cámara como corría hacia los soldados enemigos tan arrojado como siempre.

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