"Perdido en acción". Aquellas palabras no la detendrían. Una mujer enamorada será capaz de remover el infierno con tal de recuperar el hombre que ama.
Más si esa mujer es Natasha Romanoff.
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Capítulo X
Amber Pierce siempre fue una muchacha ambiciosa. Déspota, incluso. Estaba dispuesta a pasar por encima de quién fuera para conseguir sus objetivos, sin importar lo que dejara detrás o los medios a utilizar. Haber logrado secuestrar al Capitán América y convertirlo en poco más que arcilla en sus manos había sido uno de sus más grandes logros. Pero, ahora, tener ahí a la Viuda Negra, indefensa, a su merced... aquello escapaba incluso de sus fantasías más alocadas. El corazón le latía como un caballo desbocado dentro del pecho y se dijo a sí misma que necesitaba calmarse. Disfrutaría tanto eso... alargaría el momento lo más que pudiera. Se acercó despacio a ella, haciendo sonar sus tacones de Jimmy Choo sobre el piso a cada paso.
Pronto, la tuvo tan cerca que rozó con sus dedos uno de sus rizos desordenados. Despacio, en un gesto casi sensual, enredó sus dedos entre los sedosos cabellos de la espía y le alzó el rostro con violencia, esperando encontrarse con el rostro golpeado e inconsciente de Natasha. Por eso, casi soltó un grito cuando sus ojos se cruzaron con los verdes de la espía. La sonrisa que adornaba los labios rojos y delicados de Romanoff la estremeció de pies a cabeza.
– Hola, bonita– saludó Natasha y Pierce la soltó de golpe, alejándose un paso de ella.
Natasha se puso de pie, liberándose de las amarras que Steve había pretendido poner alrededor de sus muñecas y sus tobillos. Las tomó entre sus manos y caminó ella con lentitud, tal como Amber lo había hecho antes, jugando con las cuerdas entre sus dedos. Pierce retrocedió hacia la puerta, golpeándola con los puños, llamando a sus hombres a gritos. Nadie abrió la puerta, y nadie la abriría. No hasta que Nat así lo quisiera. Afuera, Steve y Bucky debían estar ocupándose del resto de los mercenarios, pero Amber... Amber sería solo suya.
– No te preocupes, linda, no necesitas asustarte...– murmuró Natasha. Estiró la cuerda con firmeza y la enredó alrededor del cuello de la mujer.
Pierce se retorció, intentando soltarse de aquel agarre que amenazaba con cortarle el aliento de un momento al otro. Natasha le propinó un puntapié en la cara interna de la rodilla, haciéndola perder el equilibrio. La mujer cayó de rodillas y Nat apretó más el agarre de la cuerda. Se inclinó hacia ella, dejando que su aliento le rozara el oído.
– Vas a pagarme por cada cosa que le hiciste a mi marido. Por todas... y cada una... de ellas...– jadeó, sintiendo una adrenalina que hacía años no recorría su sistema.
Desde que Clint la reclutara para SHIELD que no torturaba a nadie. Sin embargo, todo estaba en su memoria, fresco, como si lo hubiera hecho el día anterior. Con ella reviviría sus mejores años como la Viuda Negra. Amber intentó retorcerse de nuevo, tratando de ponerse de pie. Sin embargo, la bota de Natasha cayó sobre su tobillo tan fuerte que sintió el hueso romperse bajo su suela. Aquello le produjo un placer casi sexual. Tanto como fue ver sus ojos llenos de terror y dolor, su desesperación. Nat le sonrió mientras enrollaba la cuerda alrededor de sus manos, apretando, apretando... hasta que ella dejó de retorcerse.