Capítulo 34

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Descubrí el amor, tal vez.

Durante el camino de regreso a casa, me permití el capricho de caminar agarrada de su brazo para trasmitirnos calor en esta noche tan gélida, y de besar su mejilla cada vez que me apetecía. Ezra se sorprendía con cada gesto de cariño que recibía por mi parte, creo que aún no asimila mi cambio tan brusco, ni siquiera yo lo hago.

Hace horas que la lluvia cesó, así que Ezra se sienta en el pequeño poyete de la reja que cubre mi casa sin preocuparse de que pueda estar mojado.

 -Podríamos continuar aquí -me sugiere utilizando un tono de voz de lo más sugerente, acercándome a ella al tirar de mi abrigo.

Cuelo mi cintura por entre sus piernas ligeramente abiertas y paso mis manos por sus hombros.

 -Ojalá, pero están mis padres dentro -respondo huyendo con precaución de sus intentos de besarme, lanzando rápidos vistazos a la puerta.

 -Me he quedado con las ganas de... -me dice muy cerca de mi oído, rozando la punta de su nariz en mi oreja y dejando en el aire la frase.

Sé muy bien a qué se refiere, y la verdad es que yo también me he quedado con las ganas. Ambas reímos nerviosas cuando de repente la puerta de mi casa se abre de golpe. Por inercia, me separo al instante, volviendo a los fantasmas del pasado.

 -Ups, lo siento.

Reconozco la voz de mi hermana y eso me alivia.

 -Parece que hoy es el día de las interrupciones -comenta Ezra con cierto fastidio.

Rio con su comentario y al recordar lo sucedido antes en su casa con sus padres, suerte que no nos pillaron en la habitación.

 -Hola, Penélope -la saludo tirando de su brazo para ponerla a mi lado-. Creo que es hora de presentaros. Ella es Ezra -Mi hermana da un paso al frente para saludarla-, y ella es Penélope -continúo.

Ezra hace lo propio y se dan dos besos. Mi hermana la mira de arriba a abajo con una media sonrisa.

 -Es guapa -opina guiñándome un ojo, y Ezra se ruboriza-. Hazme feliz a la niña, ¿eh? -le advierte de forma divertida.

 -Tranquila, es en lo único que pienso -responde ella riendo.

 -¿A dónde vas? -le pregunto entonces reparando en su bolso.

 -¡De fiestaaaa! Es el cumpleaños de una amiga y vamos a celebrarlo -Alza los brazos con alegría mientras se encamina hacia la parada del bus que queda a casi dos calles de aquí.

 -¡Disfruta! -le deseo agarrando del brazo a Ezra.

 -Os diría lo mismo, pero papá y mamá están dentro, así que... -suelta una carcajada tras decir eso. Si es que estas dos son tal para cual, hacen las mismas bromas.

Una vez que la perdemos de vista, vuelvo a poner toda mi atención en Ezra que lanza un vistazo a la casa.

 -Tranquila, no creo que salgan, a estas horas estarán entretenidos con alguna película que estén echando en la tele.

 -Entonces, nos toca despedirnos ya, ¿no? -Pone una mueca de tristeza.

 -Por desgracia -respondo serpenteando una mano por su costado, introduciéndose por el interior de su chaqueta.

Por primera vez, me cuesta un mundo separarme de ella, de su calor. Ezra me rodea entre sus brazos y yo me dejo abrazar, apoyando la cabeza en su pecho, aspirando su aroma, escuchando los latidos de su corazón.

 -No quiero que te vayas -susurro pensando en todas las veces que he dicho que jamás tendría nada con ella.

 -Si quieres me quedo a dormir -dice ella con gracia.

 -Ojalá -respondo totalmente en serio.

Levanto la cabeza, sin separarme aún de ella, y busco sus labios. Un beso cálido, dulce. Ezra responde de la misma forma, atrapando mis labios casi en un roce, entreabriendo la boca. Me abraza con más fuerza, dejando escapar una bocanada de aire.

 -Quisiera estar así contigo toda la vida -me confiesa enterrando su rostro en mi cuello.

 -Lo estaremos -respondo al momento, sorprendiéndome yo misma.

Hasta ahora no había pensado en si mi relación con Ezra duraría mucho, ni siquiera llevo la cuenta de las semanas que llevamos juntas, pero creo que lo que ha ocurrido esta tarde ha supuesto un antes y un después para mí. Me gusta Ezra mucho. Estoy enamorada y deseo estar con ella siempre. Sé que el futuro es impredecible y que lo mismo dentro de unos meses ocurre algo entre nosotras y terminamos la relación, pero en estos momentos me importa un pepino el futuro. Estamos en el presente y estoy convencida de que quiero estar con ella para el resto de mi vida.





Nada más entrar en casa mis padres se sorprenden de la hora de llegada, no suelo llegar más tarde de las diez a no ser que haya estado con mi hermana o mis amigas, y precisamente hoy no les he dicho con quién he estado. Añadido a las innumerables salidas que estoy teniendo últimamente al quedar con Ezra, mis padres me ponen al tanto de sus sospechas sobre si me estoy viendo con algún chico. Les aseguro que no es así, porque es la pura verdad, no hay ningún novio. Y aunque ellos no parecen quedarse muy convencidos, deciden no preguntar más, de momento.

Cuando me encierro en mi cuarto, me dejo caer en la cama de un salto y me llevo las manos a la boca para no ponerme a gritar de alegría. Con presura saco mi móvil y me pongo a ver las fotos que tenemos juntas, a Ezra le encanta sacarme fotos todo el tiempo, sobre todo cuando me pilla desprevenida y no me la espero. Sin embargo, las fotos que veo son de nosotras juntas, dándonos besos, abrazos, con muecas divertidas. No puedo parar de sonreír como una tonta recordando cada momento vivido en esa foto.

Es tal la felicidad que siento en estos momento que decido coger una foto muy específica que hizo precisamente esta tarde de nuestras manos entrelazadas y que me ha mandado por Whatsapp. Entro en instagram y me decido a dar un paso, quizás insignificante para algunos, pero importante para mí, es hora de ir superando de una vez el miedo. Cuelgo la foto en mi perfil con la siguiente frase: "Tu mano encaja en la mía como si estuviera hecha justo para mí". 

Yo te vi pasar...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora