Capítulo 17

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Si quieres las estrellas, vuelco el cielo.


La alarma de mi móvil me recuerda que hoy toca volver a clase. Por una vez, me da mucha pereza, ayer me acosté tarde viendo los vídeos de la pareja y no tengo ganas de despegar los párpados.

"Cada día que vengas, me servirá para aguantar un año". Cristina logró emocionarme con esta frase, lo reconozco, son una pareja de lo más bonita. Sí o sí tenían que acabar juntas, pero mi hermana ya me advirtió. Lloré, no pude evitarlo. Tampoco es extraño en mí, empatizo muy pronto, siempre lloro con las películas o en este caso, la serie. Puto final.

Del mismo enfado que me ha provocado ese final, me levanto de un salto de la cama y bajo al comedor donde encuentro a mi madre tomando un café.

 -Buenos días -me saluda alegre-, ¿preparada para volver a clases?

 -Pss -respondo empezando a hacer las tostadas.

 -¿No tienes ganas de ver a tus amigas?

 -Sí, pero no tan temprano -bostezo-. Tengo sueño.

 -Eso es raro en ti, ¿no has dormido bien?

 -Me acosté tarde -reconozco vertiendo la leche en mi friki taza-. ¿Dónde está Pe?

 -Se fue temprano a la Universidad, tenía ganas de volver a clase.

Y yo sé el motivo, me alegro por ella, al menos es feliz viendo a ese chaval del que me habló. Sin embargo, yo sigo sin saber qué demonios hacer con Ezra. Echo un vistazo a la tostada, ya está casi lista, no muy hecha como a mi me gusta. Por un lado quiero aclarar de una vez mis dudas, pero por otro temo descubrir lo que pueda llegar a pasar entre nosotras. Saco la tostada y comienzo a untar la mantequilla. Mi madre empieza a contarme algo sobre la película que estuvo viendo ayer, pero no le echo cuenta. Temo verme con Ezra y que ella quiera dar cualquier paso adelante y que yo no esté preparada. Es que ni siquiera estoy segura de si ella me gusta, ¿cómo voy a corresponderle así? Apenas sé nada de ella, y muchas veces me saca de quicio, no es el tipo de pareja que busco, precisamente. Termino de echar el cola cao en mi taza y me siento con mi desayuno en la mesa. Mi madre se da cuenta de mi ausencia mental.

 -¿Me estás escuchando, Cayetana?

La miro somnolienta y vuelvo a bostezar.

 -No estoy despierta aún -me excuso.

 -Ya veo, ya -Ella ríe y continúa con sus quehaceres.

Vuelvo a pensar en Ezra. Miro la hora del reloj de cuco que mi padre se empeñó en comprar hace unos años. Son solo las 7:15, ella siempre me habla a partir de las nueve. Aun así, saco el móvil y compruebo si me ha llegado algún mensaje. Varios de las chicas dando los buenos días. Isabel con ganas de verme, Maribel empezando a quejarse porque no quiere ir a clase, y Maite ya de primeras enfadada porque quiere saber si Maribel la ignorará como lleva haciendo todo este tiempo o si tendrá la valentía suficiente de al menos saludarla cordialmente. No sé quién de las dos es peor... Al menos, Maribel, no ha vuelto a hablar del tema, pero Maite, raro es el día que no lo saca.

Entonces suena el teléfono de mi madre. Ella deja a un lado el plumero que estaba pasando por el mueble del televisor y contesta. Escucha atenta lo que le dicen al otro lado de la línea y, de pronto, su cara cambia. Palidece, deja caer los hombros y adopta una expresión preocupante. Mis alarmas se activan, algo malo ha ocurrido. Mi estómago se cierra de golpe y las pulsaciones suben por momentos. Me pongo en pie y me acerco a ella moviendo mis manos nerviosas.

 -Ahora mismo vamos para allá -dice mi madre antes de colgar.

 -¿Qué pasa? -pregunto al instante.

Yo te vi pasar...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora