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Nada en la vida es fácil, mucho menos cuando no tienes a nadie, un hombro en el que apoyarte y llorar, alguien con quien compartir tus problemas y desahogarte. Pero es peor saber que sí está alguien allí pero esa persona no está dispuesta a prestar oídos y mostrar apoyo, al contrario, sólo trae sufrimiento...

Flashback:

—¡Mierda, ¿dónde demonios están ustedes dos?! —escuchó los gritos de su padre y sus fuertes pisadas aproximándose.

La chica se levantó inmediatamente de la cama para verificar si la puerta de la habitación tenía seguro. Le indicó a su pequeña hermana, quien se encontraba sobre la cama, que se mantuviera en silencio y ella asintió obediente. La mayor se apoyó contra la puerta con el propósito de hacer menos posible la entrada del hombre.

Sabía que estaba ebrio, lo sabía de sobra.

—Liah, vete al baño. —le indicó en un tono muy bajo, la pequeña captó su orden y obedeció.

—¡Abre, maldita sea! Necesito dinero. Sé que estás ahí y si no abres será peor.

La castaña apretó los ojos al sentir el brusco zarandeo en la puerta, mas no se apartó de ella. Todo se calmó unos segundos después, por lo que creyó que él se había largado y suspiró aliviada, alejándose de la puerta. No obstante, esta se abrió de imprevisto y la castaña aspiró con más temor que sorpresa.

—... ¿Qué quieres?

—¿No escuchas que te llamo? Necesito dinero. —respondió con agresividad.

—No tengo dinero.

—Sí tienes. ¡No me mientas!

—¡No tengo! Lo único que tengo es lo que necesito para que Liah coma.

—¿Crees que me interesa? ¡Dame el jodido dinero ahorita mismo! —se acercó a ella y la tomó por el rostro con una sola mano, apretando sus mejillas— Ahora me dices donde está.

—Está bien, te lo daré, pero suéltamente. —articuló entre quejidos y el hombre la dejó ir de un empujón.

Entre pasos presurosos y titubeantes, ella se acercó al cajón donde mantenía sus ahorros y con manos temblorosas tomó algo de dinero para entregárselo. Él se lo arrebató.

—Y la próxima vez, no te hagas la necia. Sabes que lo detesto. —espetó y abandonó el cuarto soltando un portazo.

La castaña cerró nuevamente la puerta, o eso intentó, ya que ahora estaba dañada. Otra vez tendría que comprar un pestillo nuevo.

Fin del flashback.

Y aquellas agresiones y abusos se volvieron constante con el paso de los días.

La raíz de todo fue la ausencia de su mamá, quien falleció en un vuelo de regreso a su tierra natal y luego de eso, su padre cayó en manos del alcohol. Se embriagaba hasta el cuello para tratar de superar su pérdida y eso trajo muchas consecuencias. Descuidó su pequeño negocio, el cuál quebró más tarde, pero sobre todo descuidó a sus dos hijas.

Con el colapso del negocio y el esfuerzo de su padre, la mayor (de veintiún años) se vio obligada a abandonar sus estudios para poder trabajar para así cuidar y prácticamente mantener a la más pequeña de sólo siete años. Aquella persona quien suponía era su padre sólo traía sufrimiento a ambas, o bueno, a la mayor, ya que esta evitaba a toda costa que la pequeña tuviera algún tipo de contacto con el hombre.

Su padre nunca fue cariñoso, es más simplemente se disponía a ignorar la existencia de su hija mayor, fingiendo tenerle afecto sólo cuando su mujer estaba cerca, pero la situación dio un giro después de su muerte. Insultos, golpes y maltratos... Y aún así se mantenía fuerte sólo por su pequeña hermana.

Y pensar que su vida era un total infierno... Eso hasta que conoció aquel hermoso japonés de sonrisa encantadora.

Healing Smile ; Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora