01.

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—Liah, ve por tu mochila que ya vamos tarde.

—Voy, voy.

La pequeña corrió a la habitación mientras la mayor verificaba la hora en su celular. Liah entraba en veinte minutos; exactamente lo mismo que se tardaban para llegar a su escuela.

—¡Liah apresúrate! —volvió a gritar y la pequeña regresó corriendo— ¿Terminaste tu desayuno?

—Sí.

—¿Cepillaste tus dientes?

—Ajá.

—¿Y guardaste tu tarea?

—Sí. —levantó su pequeño pulgar.

—Bien, vámonos. Sería un milagro que lleguemos a tiempo.

Ambas salieron de casa a paso apresurado. Por poco pierden el autobús, pero por suerte llegaron justo antes de que este partiera. Cinco minutos antes de que la campana sonara, llegaron a la escuela y llevó a la pequeña hasta su salón, donde se despidió de ella con un beso y repitiéndole lo mismo de todos los días: Pórtate bien, cuidate y no me des preocupaciones. Después, la mayor emprendió camino a su trabajo.

Trabajaba en una cafetería, donde mayormente servían postres, la cuál muchas personas frecuentaban y por ende su paga no era tan miserable. Al menos era suficiente para lo que ella y Liah necesitaban.

Hyejin era su compañera de trabajo a la que más se apegaba. A pesar de eso, jamás habían tenido la oportunidad de salir juntas, pero se llevaban bastante bien. Cabe mencionar que Hyejin no estaba consciente de lo que la chica vivía; sólo sabía que su madre había fallecido.

—Te ves exhausta —comentó su compañera—. ¿Todo bien?

—Sí, sólo me desvelé con Liah ayer haciendo su tarea. Pobre mi niña se ha de sentir muy cansada también.

—Aún así no deberían mortificarse tanto. No creo que Liah falle su clase sólo por no presentar una tarea.

—Lo sé, pero sólo quiero lo mejor para ella.

—Sé que sólo quieres lo mejor para ella, pero también tienes que...

Las palabras de su amiga se volvieron nulas cuando un grupo de chicos ingresó al lugar. Su mirada se posó en un chico en específico y en ese instante sintió un raro, pero placentero, pinchazo en su pecho.

Llevaba meses trabajando allí y juraba nunca haber visto a alguien cómo él. Modelaba una sonrisa amplia y su cabello, notablemente teñido, caía delicadamente sobre su frente y hombros, haciéndole ver muy atractivo. Venía acompañado por otro par de chicos que, al igual que él, no eran fáciles de pasar desapercibidos, pero ninguno capturó tanto su atención cómo lo hizo el chico de sonrisa linda.

—¿Me estás escuchando? —reclamó Hyejin al notar que la otra soñaba despierta.

—Sí, sí. Te escucho. —volteó a verla. Hyejin rió irónica.

—Eres increíble. ¿Ves a lo que me refiero? No te conviene el desvelo —negó entre un suspiro—. Mejor iré a pedir la orden a esos chicos que recién entraron.

Iba a detenerla y decirle que ella lo haría, pero conociéndose a sí misma, terminaría tartamudeando y dejándose en vergüenza. Así que prefirió admirar al chico desde lejos, de manera disimulada, claro.

(...)

—¡Hermana! —gritó la pequeña Liah, corriendo a los brazos de la mayor.

—Liah. —sonrió recibiéndola.

Era normal que la pequeña se emocionara al verla. Era algo de todos los días cuando la recogía de la escuela.

—Mira lo que hice —mostró una página con un dibujo hecho por ella—. Esta es mami, papi, tú y yo —explicó risueña. La castaña observó el dibujo, notando cómo su madre poseía un par de alas—. ¿Te gusta?

—Me encanta. Lo podemos pegar en la pared de nuestra habitación si así quieres.

—¡Sí! —exclamó notablemente emocionada— Pero papi no lo arrancará ¿o sí?

—No te preocupes, linda, no lo hará. Ven, vamos a casa ya.

Tomó la mano de la niña y juntas se dirigieron a la parada del autobús para regresar a casa.

En el camino, Liah cayó dormida sobre las piernas de su hermana mientras ella se disponía a proporcionar caricias sobre su cabello y mirar por la ventana, rogando en su interior que aquel hombre no se encontrara en casa.

Cinco minutos antes llegar, despertó a la pequeña y, después de bajar, caminaron el resto de la trayectoria a casa. Para su suerte, su padre no estaba, así que sin problema alguno lograron entrar e ir directo a su habitación.

—¿Pegamos el dibujo ya? —preguntó la pequeña con ojitos de ilusión.

—Está bien. Traeré la cinta adhesiva y  tú saca el dibujo.

Mientras las dos se encargaban de pegar el dibujo, un brusco portazo que se escuchó desde la entrada hizo eco por todo el lugar, anunciando la llegada del hombre.

—Sólo espero que papá no venga a la habitación. No me gusta cuando te grita, me dan miedo. —la pequeña frunció el ceño.

—No te preocupes. La puerta está cerrada y no entrará. —trató de convencerle lo más calmada posible, sabiendo que ni siquiera el seguro de la puerta era capaz de detenerlo.

Para su suerte, el hombre volvió a salir y con eso las chicas se sintieron en paz. En esos pocos minutos de paz, ambas pudieron terminar las tareas de Liah, darse un baño y finalmente meterse a la cama.

Liah no tardó en caer en los brazos de Morfeo, pero a su hermana se le era imposible pegar un ojo, siendo que cierto chico lindo se encontraba invadiendo su mente. Esa noche deseó poder verlo más seguido en su lugar de trabajo.

Healing Smile ; Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora