10.

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Al día siguiente, después de un largo día de arduo trabajo y pasar recogiendo a Liah de la escuela, las dos se encontraban preparándose para acompañar a Yuta a su práctica. Se preguntaba si él estaba molesto o no, ya que su comportamiento con él el día anterior no fue el mejor. De alguna forma le aterraba pensar que sí lo estaba.

—Estoy lista. —escuchó la aniñada voz de Liah a su lado, lo que le devolvió los pies a la tierra.

—Saldremos en un rato.

Su mente estuvo ocupada todo el día pensando en una forma para disculparse con él, que olvidó por completo que no fijaron una hora para verse, así que simplemente llegarían y lo esperarían allí si era necesario.

Para su fortuna, no lo fue.

Después de salir y caminar un par de cuadras, se encontraron a Yuta de pie en el mismo lugar donde las vio por última vez el día anterior. Sus labios se ensancharon al verlas.

—Hola, niñas. —las recibió alegremente, aunque aquello no descartaba el hecho de que todavía se sentía muy confundido con respecto a muchas cosas.

—Hola, Yuta. —Liah fue la primera en devolver el saludo.

—Hola. —la mayor sonrió con vergüenza pese a que no había señales de que él estuviera molesto.

El japonés venía vistiendo el conjunto que usualmente portaba para las prácticas. No tenía idea porqué, pero aún con aquella vestimenta tan simple lograba verse sumamente atractivo. Y fue ahí dónde se preguntó: ¿Habrá algo que no lo hiciera ver atractivo? Parecía ser que todo jugaba a favor de él.

—¿Todo bien? —preguntó al verla absorta en sus pensamientos y con la mirada fija en él.

—Sí, sí. ¿Vamos? —parpadeó y sonrió tímida.

Los tres comenzaron a caminar a paso moderado.

—Liah, te traje una paleta. —se dirigió a la pequeña mientras le mostraba el dulce. Ella mostró una enorme sonrisa y la aceptó.

—¡Gracias, Yuta! Me encantan los dulces.

—¿Ah, sí? ¿cuál es tu favorito?

—Las gomitas que traen azúcar sobre ellas.

—Oh mi... ¿Cómo puedes comer algo tan dulce? —hizo una mueca de horror.

Por alguna razón, ver y escuchar a Liah y Yuta entablar una conversación le enternecía mucho. El interés que el chico ponía en las palabras de la niña hacía de sus interacciones muy adorables. 

—Porque me gustan —respondió obvia a la vez que levantaba sus manos—, pero mi hermana no me permite comerlos mucho porqué dice que tengo que cuidar mis dientes.

—Muy cierto —concordó el japonés y se inclinó a su altura para decirle algo—. Pero come tu dulce en lo que yo hablo con tu hermana para que no te diga nada, ¿bien?

—Bien. —la niña sonrió mientras levantaba su pulgar en acuerdo.

Yuta se colocó al lado de la mayor, quien parecía seguir hundida en sus pensamientos.

—¿Por qué tan callada? —musitó, inclinándose un poco hacia ella.

—Oh, sólo los estaba dejando platicar. —rió bajo. 

—¿Y cómo estás?

—Bien. Yo... quería disculparme por cómo te hablé ayer, Yuta. Lo siento mucho; es sólo que no estoy en mis mejores días. El trabajo es estresante y tengo muchas cosas que hacer con Liah —explicó avergonzada y entre cortas pausas—. Aún así no debí...

Healing Smile ; Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora