04.

3.2K 362 81
                                    

La castaña se mantuvo en silencio y enderezó su postura, esbozando una sonrisa apenas visible. Por mucho que intentó que esta no se rompiera, le fue imposible, y una mueca se formó en su lugar. Yuta lo notó, mas no dijo nada.

—Hola. —articuló tímida.

—¿Nos vimos ayer, no?

—Sí. Sin querer me diste un pequeño susto. —rió lánguida.

—Lo sé y no pude presentarme, así que... Un gusto, soy Nakamoto Yuta. —sonrió amplio, mientras le ofrecía su mano.

Aceptó el saludo y juró sentir aquella típica corriente recorrer su cuerpo mientras ella también se presentaba.

—Tu nombre... —comentó ella con mucho interés— Me suena a que eres...

—Japonés —completó Yuta—. ¿Trabajas en la cafetería cerca de aquí, no? Esa que tiene los mejores postres. —sonrió amplio.

Tal vez si dejas de sonreír podría concentrarme en lo que dices, pensó ella y rió mentalmente.

—Sí, esa misma soy yo.

—¿Estás aquí sola?

—No, vine con mi... —volteó hacia el lugar en donde se suponía que Liah debía estar, mas no había señal de la pequeña. Miró a su alrededor en busca de ella, pero simplemente no lograba localizarla—... ¡Liah! —vociferó y se puso de pie rápidamente.

—¿Liah? —preguntó él, pero para ese momento la chica ya había salido despavorida en busca de la niña— ¡Espera! ¿Es una niña?

—... S-Sí. Es cómo de esta altura —explicó con voz temblorosa e hizo un ademán con su mano, simulando la estatura—. Tiene el cabello oscuro, largo y se parece mucho a mí. 

—Tranquila. Te ayudaré a buscarla. No será tan difícil reconocerla.

—Gracias. Yo iré por allá.

Sin esperar más, salió corriendo en dirección opuesta con el corazón en la boca.

Buscó en la sección de columpios donde los niños más grandes usualmente jugaban, pero no estaba allí. Buscó cerca del campo donde algunos chicos practicaban deportes, pero tampoco la encontró. Entre más buscaba, más imposible se volvía dar con la pequeña y la castaña sentía palidecer más y más. La desesperación le invadió a tal punto que las ganas de llorar se hicieron presentes. Llegó a darle la vuelta a la mitad del parque y nada aún.

Regresó a su punto de inicio, pensando en algún otro lugar dónde probablemente Liah podía estar. Para ese momento ya se encontraba en un estado de desesperación extrema. No se lo perdonaría jamás si algo le ocurría a su pequeña.

Estaba dispuesta a ir en la misma dirección que Yuta, cuando por fin divisó a la pequeña tomada de la mano del chico. Su corazón reguló su ritmo cardíaco y los colores regresaron a ella. Pudo respirar con tranquilidad.

—¡Liah! —corrió hasta esta y la envolvió en sus brazos, colocándose en cuclillas— Te dije que no te alejaras de allí. ¿Dónde estabas?

—Lo siento, es que vi un pato muy lindo con sus bebés y fui detrás de ellos. —explicó con una inocente sonrisa, estando inconsciente del horrible susto que le sacó a su hermana.

—Aun así tienes que venir conmigo si quieres ir a otro lugar. ¡No vuelvas a asustarme así! ¿Entendido? —le reprendió con suavidad—. No sabes el susto horrible que me diste.

—Perdón. ¿No me castigarás por eso, verdad? ¿Sí volveremos a venir aquí? —preguntó la pequeña con una expresión triste.

—Sólo si prometes que no volverás a hacer algo así.

—Lo prometo y lo siento mucho. —juntó sus manos. Su hermana asintió y reincorporó su postura.

—Gracias. No tienes idea de la que me salvastes. —sonrió amablemente al chico.

—No es nada pero... ¿así que tienes una hija?

—¡¿Ah?! No, no... Liah es mi hermana menor y única. —explicó con rapidez.

—Oh, lo malentendí. Es que son idénticas, a excepción del cabello, por eso no fue difícil encontrarla.

—Muchos dicen eso, pero sólo somos hermanas.

Aunque sabía que prácticamente tenía que jugar el papel de madre con la niña, pero no le mencionaría nada de eso.

—Mana, ¿me compras un helado? —la pequeña zarandeó su mano mientras hacía un puchero.

—Me has hecho enojar ¿y así quieres que te compre un helado?

—Por favor —alargó—... Ya dije que lo siento.

—Ven Liah. Si ella no quiere, yo te lo compraré. —habló un sonriente Yuta.

La pequeña inmediatamente corrió a su lado.

—Liah, ¿cómo puedes ir con él cuando ni siquiera lo conoces? —la miró incrédula.

—Estaba hablando contigo, entonces no es malo. —respondió sonriente, tomando la mano de Yuta.

—Dios mío, esta niña es increíble. —musitó en medio de un suspiro para luego ir detrás de ellos.

—¿Cúal quieres, Liah? —preguntó el japonés.

—¡De fresa!

—Yo pagaré. No tienes porqué... —intervino la castaña.

—No, no, tú estás molesta con Liah ¿y así quieres pagar?

La castaña negó reprimiendo una sonrisa. Todo lo que él hacía le parecía lindo.

—Anda. Ni siquiera nos conoces para que seas así de bueno. Yo pagaré.

—¿Quién dice que tengo que conocerlas para darme cuenta de lo agradables que son? Yo pago y no se diga más —sentenció, tendiéndole el dinero al señor que los atendía—. ¿No quieres uno tú?

La castaña negó sintiéndose un poco apenada. El chico era tan gentil y Liah sólo le había hecho gastar dinero cuando su propia hermana pudo haberle comprado su tan anhelado helado. La más pequeña iba felizmente con su paleta fría al lado de Yuta; parecía que se había olvidado de la existencia de su hermana mayor.

—Liah, ya debemos regresar a casa. Se nos hace tarde y no quiero que tengamos problemas.

—¿Ya se van? Qué mal. Me hubiera gustado platicar un poco más contigo.

—Sí, es que no nos permiten llegar tan tarde —mintió... en parte—. Bueno, fue un gusto. Mil gracias por encontrar a Liah y comprarle su helado, de verdad.

—No es nada. El gusto es mío y espero nos volvamos a encontrar —sonrió cálidamente—. Adiós, Liah. —agitó su mano hacia la pequeña, quien no tardó en regresarle el gesto.

Las chicas comenzaron a alejarse en dirección opuesta a él mientras las veía con una pequeña sonrisa, pensando en lo tiernas y tímidas que eran el par de hermanas; irónicamente, la mayor más que la menor.

Healing Smile ; Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora