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Al parecer no fue broma; Yuta en verdad invirtió dinero en la renta de una cabaña en la playa. El espacio estaba completamente acondicionado con lo necesario para disfrutar de su corta estadía.

Llegaron a su destino alrededor de las nueve de la mañana, casi a las diez, y no mentiría, era sumamente hermoso.

—No hay forma de que esto no sea caro, Yuta.

—Si me vas a reclamar por no decírtelo antes para que contribuyeras, déjame decirte que el papá de Johnny es el dueño, así que conseguí un muy buen descuento. Y no quiero oír un "aún así no importa, tenías que habérmelo dicho". Mejor deja tus cosas en la habitación que vamos a comer y después visitaremos el acuario.

—Pero yo nunca hago nada en esta relación. —musitó, modelando un mohín de tristeza.

—Me haces feliz y con eso basta —tanteó su cabeza con cariño—. Anda. Salimos en cinco minutos.

No le quedó más alternativa y obedeció a Yuta. Tanta era la emoción de visitar dicho acuario que ni siquiera ingirió mucha comida a pesar del exquisito saber de esta, al contrario de Yuta que no se molestó en acabar lo que ella dejó.

Una vez que estuvieron en el lugar, Yuta la observaba encantado cómo ella sonreía y se emocionaba viendo a su alrededor. Y ni hablar de su radiante felicidad cuando cruzaron un túnel por debajo del agua. Literalmente, fue ella quien lo llevó de aquí a allá tomado de la mano.

—Esto es tan hermoso. A Liah le encantaría este lugar. —comentó con su atención puesta en una enorme pecera con distintos tipos de peces pequeños que formaban un hábitat dentro de esta.

—Seguro que sí, con lo mucho que ama a los animales. Mira, encontré una máquina de peluches y logré sacar un pequeño delfín para ti.

La castaña se dio la vuelta y sonrió amplia al ver el pequeño obsequio.

—Muchas gracias, pero ¿en que momento lo hiciste?

—¿Hablas en serio? Llevas toda la hora sin prestarme atención, así que aproveché para conseguirte algún recuerdo.

—Me encanta —se empinó para darle un beso en la mejilla—. Te amo mucho.

—Yo te amo más.

Su recorrido no terminó allí, más tarde fueron a un arcade para jugar bolos. Se dieron cuenta de que era una actividad muy conveniente para liberar el estrés y jugaron por dos rondas.

Al atardecer, dieron una caminata por la orilla de la playa. Ella le confesó que siempre fue uno de sus mayores deseos a cumplir con la persona que más ama y claro que no perdieron la oportunidad para meterse y jugar en el agua.

—¡Ah, algo me tocó la pierna! —vociferó ella con algo de pánico y se colgó a él.

—Eres una miedosa, estamos casi en la orilla.

—No estoy bromeando, Nakamoto.

—Sólo es una excusa para estar cerca de mí porque ya te diste cuenta de que esas chicas de allá no dejan de mirarme y hablar entre ellas. Me agrada. —apretó su agarre en sus caderas sin dejarle escapatoria.

—Sí, cómo sea —resopló—. Veamos quien aguanta la respiración por más tiempo.

—Vas a perder. —aseguró él.

Se sumergieron bajo el agua a la cuenta de tres y en ese momento Yuta le hizo cosquillas, provocando que ella soltara todo el aire. 

—¡Eso no se vale! —rió y Yuta salió a la superficie cinco segundos después.

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⏰ Última actualización: Apr 25, 2023 ⏰

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Healing Smile ; Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora