20.

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Las cosas no fueron para nada beneficiosas al día siguiente. Sus huesos dolían a más no poder, al igual que su cabeza, sus ojos ardían y un horrible frío interno la estaba torturando. Ni siquiera ella misma sabía de dónde sacaba fuerzas para seguir de pie aún. Sabía que estar bajo esa terrible tormenta le traería consecuencias muy graves.

Hyejin se pasó toda la mañana observándola. A pesar de querer ocultarlo y fingir que estaba bien, claramente no lucía así. Se tambaleaba cada vez que intentaba caminar, su voz era débil y su respiración agitada le alertaban de que algo no andaba bien con su compañera.

Confirmó sus sospechas luego de verla prácticamente colapsar y comprobar su temperatura alta. Así que después de llamar a la señora Choi e informarle sobre el estado de la castaña, la despachó a casa.

Ella tomó sus cosas y, con una Hyejin muy preocupada mirándola, salió de la cafetería. No lo entendía, había consumido un par de píldoras en la mañana pero estas no habían hecho ningún efecto, al contrario, se sentía peor.

Obviamente no fue a casa, sino que se desvió en dirección al parque y tomó asiento en la primer banca que encontró para recuperar el aliento.

Escondió su rostro entre sus manos y cuando menos acordó, unas inmensas ganas de llorar la invadieron. No sé resistió y dejó el llanto fluir mientras sollozaba en silencio. Su cuerpo estaba sumamente agotado. Sólo deseaba ir a un lugar dónde poder descansar plácidamente sin temor a que cierta persona llegara para hacerle daño.

Ya ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que rió con ganas, cuando aún mantenía las esperanzas de que todo estaría bien a pesar de los problemas. Echaba muchísimo de menos a su mamá. Ella probablemente estaría cuidándola en momentos como ese.

Lloró hasta sentir que ya no podía más. Sus fuerzas la abandonaban con el paso de los segundos y sin tener noción de lo que ocurría a su alrededor, todo se ensordeció y obscureció por unos instantes.

—¿Estás bien? —escuchó una voz familiar a su lado. Fue cómo si las fuerzas que una vez la quisieron abandonar volvían de a poco.

Levantó su rostro, totalmente enrojecido y empapado de lágrimas. El rostro del japonés decayó y palideció al verla.

—Yuta... —pronunció en un hilo de voz y limpió sus lágrimas.

—___, ¡¿estás bien?! —ahora le miraba con ojitos de preocupación.

—... Creo que sí.

Sorbió por la nariz y limpió su rostro con rapidez.

—¡¿Por qué lloras?! ¿Te duele algo? —la sostuvo por el rostro y en ese momento se percató de su temperatura alta, entonces la miró sorprendido— ¡Estás ardiendo en fiebre!

—¿Por qué todos dicen lo mismo? —se alejó y llevó una de sus manos hasta su frente— Estoy bien.

—Basta con decir que estás bien. Tienes la temperatura muy alta. Ven, te llevaré a casa.

Se levantó y le ofreció su mano.

—No quiero ir a casa. —negó cabizbaja.

Él resopló suave y apretó los labios, mirándola atento. No le preguntaría porqué no quería ir a casa, ya que sabía que se rehusaría a decirle la razón. Así que sólo hizo lo único que se le ocurrió.

—Bien, entonces vamos a mi casa —agitó su mano, incitándole a tomarla. La chica lo miró al instante que escuchó su propuesta—. Y no aceptaré un no. Estás muy mal, vamos.

—Esta bien.

Ella aceptó su mano y se puso de pie lentamente con una mueca de dolor formándose en su rostro. Nakamoto actuó rápido y la sostuvo por la cintura con su mano libre.

Healing Smile ; Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora