Awakening

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LUNES

Aparcó su Porsche en el estacionamiento. Hacía mucho calor esa mañana, por eso había decidido ponerse un pantalón beige con una polo color rojo, cinturón y mocasines de piel color café. Se había asegurado de llevar gafas anti reflejantes, esa mañana simplemente no toleraba el sol. Se bajó del auto con lentitud y pesadez aún con los lentes puestos. Siempre los dejaba en el vehículo, pero ese día no se los pensaba quitar, estaba agotado y sabía que el estado de sus ojos lo delataría.

-Puto jet lag - murmuró apesadumbrado con el sol golpeándole la cara. No había dormido nada. Todo el domingo estuvo despierto haciendo llamadas, respondiendo mensajes y reflexionando. Por más que intentó dormir el sueño nunca llegó a él. Las llaves del auto en una mano y el termo de metal con el café americano que llevó desde casa, en la otra. Caminó un par de pasos con la espalda encorvada, pero corrigió su postura en cuanto se dio cuenta; y así, espalda erguida y pecho afuera, mentón levantado y vista al frente, continuó el camino hasta la oficina. Cuando entró Heather y Celeste ya estaban ahí, cada una en su escritorio acompañadas de sus respectivas asistentes.

-Buenos días - dijo con la voz más grave y ronca de lo normal.

-¿Jet lag? - preguntó Celeste enseguida.

-El peor de la historia...- sacó el teléfono del bolsillo de su pantalón y se sentó detrás del escritorio suspirando sonoramente.

-¡Qué brazos, Jax! - la asistente de Heather le dedicó una sonrisa amable viendo cómo las mangas de la polo de Jackson se ceñían a sus bíceps.

-Te los regalo - Ella se rio. No aguantaba una sola extremidad del cuerpo. Le dolía la cabeza, estaba mareado y tenía sueño. Bostezó mirando a través de las micas de sus gafas bronceadas la hora en el reloj dorado que le rodeaba la muñeca. Nueve en punto. Tenía que preparar algunos documentos para comenzar las citas del día que probablemente no terminarían hasta las siete u ocho de la noche. Honestamente, no tenía idea de cómo iba a lograrlo.

-¡Buenos días! - escuchó la puerta abrirse y acto seguido la voz de Liam irrumpiendo en el recinto. Giró lentamente el rostro y lo vio caminar hacia él. Vestía un pantalón cargo de tiro bajo color caqui, una camiseta blanca de algodón remangada a la altura de los codos y unos tenis en el mismo tono, una mochila de piel café cruzándole el pecho, el cabello levantado en el frente, los mismos brazaletes de cuero, hilo y caucho de siempre, una manzana roja en la mano y una sonrisa alegre. Se veía... bien. -¡Guau! Te ves espantoso...- le dijo soltando la mochila encima del escritorio justo frente a Jackson que se sostenía la cara con la palma abierta, el codo recargado en la superficie de la mesa que los separaba y los ojos adheridos a Liam, el cual en ese momento mordió la manzana. Jackson observó cómo la pulpa de la manzana estallaba bajo la presión de los dientes del otro, lanzando pequeñísimas gotas de jugo por los aires, acompañadas del típico crujido de la fruta. Una gota de jugo asomó por la comisura de los labios de Liam resbalando lentamente unos cuantos milímetros hacia abajo. Entonces, la lengua rosada y satinada de Liam surgió fuera de su boca para lamer y atrapar la traviesa gota que mojaba su piel. Jackson entreabrió los labios exhalando aire inaudiblemente -¿Qué me ves? - increpó Liam masticando con la boca llena. Jackson desvió la mirada de inmediato y cuando los ojos de Liam se perdieron en el interior de la mochila rebuscando algo, echó el cuerpo hacia atrás en su silla y sacudió la cabeza. -Te traje un sándwich... - puso y deslizó el refractario por el escritorio. Jackson lo detuvo con una mano.

-Gracias... - murmuró. Liam encogió un hombro sin mirarlo. Se lo debía después de todos los souvenirs que le trajo.

-Me encargué de preparar absolutamente todos los documentos que vamos a necesitar hoy. Puedes relajarte... - declaró sacudiendo las manos en señal de despreocupación -Voy a la cafetería por un té frío para que espabiles - le dijo notando que ya tenía un café. Jackson asintió aletargado -Ya vengo - Se giró sobre su eje con la intención de marcharse y apenas dio un paso... en la realidad de Jackson, el tiempo se detuvo. Sus ojos se posaron en la espalda de Liam, y como atraídos por la fuerza de gravedad que ejerce un planeta joviano sobre los cuerpos celestes a su alrededor, se deslizaron hasta posarse en su trasero. Nunca, nunca, ni una sola vez había presenciado el evento que ocurrió esa mañana. La espalda angosta, los ángulos rectos, la curva infinita de la columna de Liam a la altura de sus caderas que marcaba un sinuoso descenso hasta las nalgas redondas y esponjadas como malvaviscos; como dos burbujas haciendo colisión. Su corazón palpitó como un tambor. El reloj ralentizado a una fracción de segundo. Lo vio alejarse como en cámara lenta admirando cada movimiento leve y acompasado de su cadera. Sus nalgas meneándose con la fuerza de cada paso, reaccionando a las leyes de la física que a Jackson le habían fallado en el tiempo y el espacio. Cuando lo vio girar para salir por la puerta, su figura de perfil a él, mostrando desde otro ángulo la marcada curva de la columna que predecía a sus glúteos erguidos y abultados; frunció el entrecejo e inhaló por entre los dientes apretados. Entonces salió de la oficina y el tiempo recobró su curso natural. El ruido, las voces, el incesante silbar del aire acondicionado manando por las rendijas de la ventilación y el sonido rítmico de la impresora no fueron suficientes para sacarlo de su estupor. "¡¿Qué-puta-mierda estoy imaginando?!", pensó. Esa definitivamente había sido una alucinación. Tal vez era producto del jet lag. Tal vez por accidente se había servido ayahuasca y no café. Tal vez yacía en la cama de un hospital al filo de la muerte. Tal vez no estaba en su oficina sino internado en un hospital psiquiátrico en medio de un episodio esquizofrénico... ¡No!, aunque cualquiera de esos escenarios sonaban más tentadores que asumir la realidad, tenía que cerciorarse. Con las palmas de las manos empujó la orilla del escritorio echando el cuerpo hacia atrás para deslizar las ruedas de la silla hasta la mesa de Heather. Se quedó corto. Con torpeza movió los pies por el suelo aún sentado para terminar de recorrer la distancia que lo separaba de su compañera.

Million Dollar ListingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora