Bonding

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Liam y Jackson estaban sentados detrás de una mesa cubierta por una enorme sombrilla en el jardín de una residencia de Santa Bárbara. El lugar estaba rodeado de árboles que hacían las veces de cerca, el pasto, perfectamente podado, de un verde vibrante imposible; la piscina con cubierta rígida y eléctrica cerrada, impidiendo que los niños o las mascotas accedieran a ella, y el sol iluminándolo todo como las luminarias de un estadio iluminan el campo de juego.

Era el hogar de una potencial cliente de Jackson. Conversarían y ella se convencería de que era Jackson el asesor al que tanto tiempo estuvo buscando; sin embargo, había un problema, y este era que sus hijos, un par de gemelos de dos años corriendo por el jardín y jugando con el perro, representaban una distracción indiscutible. Fue cuando Jackson explicaba una parte vital de la transacción, que uno de los niños se cayó de nalgas ruidosamente, para acto seguido ponerse a llorar soltando un grito más parecido al de una alarma de emergencia, que al del llanto de un bebé.

-Disculpa, dame un segundo... - dijo la mujer corriendo a atender a su hijo. Lo trajo a la mesa con ella, sentándolo sobre su regazo mientras el otro se quejaba por no obtener la misma atención. -La niñera pidió el día libre. Lo lamento - se disculpaba ella, apenada. Por supuesto Jackson no era totalmente ajeno a esas situaciones así que lo manejó como mejor sabía hacerlo, como si no le importara.

-No te preocupes, tenemos tiempo... - mentía sonriendo, mostrando una hilera de dientes blancos mientras que por medio de historias reales e inventadas trataba de generar puntos en común.

-¿Puedo? - intervino Liam extendiendo los brazos hacia el pequeño sobre los muslos de su madre, después de unos minutos en los que nunca dejó de lloriquear y quejarse. La mujer lo miró un poco desconcertada y siguiéndolo con la mirada lo observó ponerse de pie y caminar hacia el niño, no lo cargó, en su lugar se posó frente a él y lo miró a los ojos con una expresión amistosa -Hola, me llamo Liam, ¿cómo te llamas? - el toddler no le respondió, solo lo examinó y balbuceó algo ininteligible -¡Oaoh! - dijo Liam como si hubiera escuchado el arkhé del universo. -Qué bonito nombre tienes. - agregó con voz baja, aguda y amistosa, el pequeño ya había parado de llorar y lo miraba con curiosidad. -Oye, están muy bonitos tus juguetes, ¿me los enseñas? Yo quiero jugar contigo, ¿me dejas jugar contigo? - el bebé asintió tomando la mano que le ofrecía para abandonar el regazo de su madre y lo siguió al tiempo que su hermanito se les unía tomándole la otra mano a Liam. Los llevó del otro lado del jardín donde estaban los juguetes y el perro echado bajo el sol. Jackson y la mujer los miraron por un par de minutos, y cuando notaron que todo estaba en orden, reanudaron su conversación sin mayor contratiempo. Sus risas se escuchaban hasta la mesa, los gemelos estaban pasándola a lo grande y pareciera que Liam también. Tenía conversaciones con ellos en las que pretendía que sus balbuceos eran respuestas. Los escuchaba atentamente y los miraba a los ojos. Cuando uno de los niños quiso el mismo juguete que su hermanito, antes de que la tercera guerra mundial se desatara, Liam tomó dos juguetes diferentes, les quitó el primero de forma juguetona y lo reemplazó con las nuevas opciones. Los niños se quedaron tranquilos y siguieron jugando.

Un poco más de una hora después, alegres y con un contrato firmado, se despidieron de la mujer en la entrada de su residencia custodiada por dos guardias de seguridad.

-Liam, eres un encanto, de verdad. Muchas gracias. - le dijo y Liam sonrió.

-No fue nada, me la pasé muy bien. - respondió mirando a los gemelos que se abrazaban a las piernas de su madre. -Bye-bye - Liam se agachó a la altura de los niños y les dijo adiós con la mano recibiendo el mismo gesto en respuesta. Después de los agradecimientos y la despedidas protocolarias se marcharon de regreso a la oficina.

Algunos minutos después Liam y Jackson se encontraban en el automóvil del segundo. El aire acondicionado mitigando el calor de mediodía. Las mejillas de Liam estaban encendidas debido al calor, sus labios rojos y sus ojos cerrados frente al aire que manaba de las rendijas sobre el tablero.

Million Dollar ListingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora