15🌙 Londres, diciembre 1880

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– ¡Magnifico, mi querido Brandom! – Dijo la mujer – ¡Realmente magnifico!

– Sería todo un placer tenerte como invitada especial para mi show en unos meses, querida Grettel. – Expresó Brandom bebiendo un sorbo de su taza de té.

– Muchas gracias, Brandom, me emociona ver tus nuevos espectaculos. – La mujer que tenía un sombrero tan grande como un candelabro, giró su rostro hacía la joven sentada a su lado – ¡Mírate! Toda una señorita ¿Has pensado ya en lo que deseas hacer en tu futuro?

– Me temo que eso ya está resuelto Grettel – La atajó Brandom, la jovencita guardó silencio, la mujer devolvió la mirada a su amigo, alzó una ceja interrogante, su boca estaba pintada de un carmín chillón en contraste con su escandaloso vestido color violeta.

– ¿La has comprometido? – Exclamó la mujer asombrada – ¿Y quien es el afortunado? ¿Dominico Evans? ¿Eric Watson? ¡Oh! El hijo de Valery Lexington es un chico encantador ¡Quince años y ya es todo un hombre de negocios como su padre! Y…

– No, querida Grettel… – Dijo el hombre bajando su taza de té – Ella está comprometida con algo más, al menos por ahora, después que cumpla su mayoría de edad podré pensar en algún candidato.

Brandom sabía que su vieja amiga se interesaría por el futuro esposo de Lena, de hecho, él mismo tenía a unos cuantos candidatos en su lista para la joven nigromante, pero sería después del duelo, y en obvias razones, sí ella lograba ganarlo, lo cual Brandom esperaba. Habían pasado años y cada día la niña avanza más y más, sin duda era una oponente de temer, por ahora lo único con lo que la niña estaba comprometida era con el juego, después de ello él se encargaría de encontrar un esposo para ella, y ese sería un nigromante maravilloso o en todo caso un Común de alto estirpe, pues él se conformaba solo con lo mejor.

– ¿Esperarás a la mayoría de edad? – Exclamó Grettel con suma sorpresa – Yo me casé a los catorce, mi hija se casó a los quince ¿La casarás cuando ya no pueda concebir?

Lena, que estaba sentada junto a la ostentosa mujer, puso cara de pocos amigos ¿Quién se creía esa señora que era? La había conocido cuando tenía ocho años, de inmediato sintió desagrado hacia la aparatosa y parlanchina vieja ¿Casarse a los catorce? ¡Ella sólo tenía trece años! Ni siquiera podía imaginarse casarse un año más tarde. Desde siempre supo que estaba siendo entrenada para algo, supo que su destino estaba marcado de alguna forma, pero nunca se había detenido a pensar en qué sucedería después de cumplir este famoso destino para el cual estaba siendo adiestrada.

Por las cosas que su padre solía decirle, ella cumpliría este destino después de haber cumplido dieciocho años, pero ¿Qué ocurriría después? ¿Era eso? ¿La comprometería con un hombre al que ella no amaba? ¿Esa sería su vida, seguir los compromisos que su padre había escogido para ella? Él solía decirle que ella debía obtener la grandeza usando su poder, entonces ¿Era necesario que ella consiguiera un esposo para lograrlo? No lo creía, ella sola podía lograrlo, no necesitaba a un esposo, ni casarse a los catorce para obtenerlo.

– Grettel, bien sabes que una mujer veinteañera es capaz de concebir, no planeo casar a Lena hasta que asuma mi lugar y demuestre que puede seguir mi negocio. – Dijo Brandom de forma sensata, Lena miró a su padre, estupefacta por la respuesta ¿Entonces no iba a obligarla a casarse a los catorce? Eso era una buena noticia.

– ¡No es un hombre, Brandom! – Dijo Grettel con tono algo indignado – Es una mujer, debe casarse y tener hijos, no andar viajando llevando tus negocios y tus espectáculos de un lado a otro. Deberías incluso, dejarla unos días a mi cuidado durante alguno de tus viajes – Lena abrió los ojos como platos y estuvo a segundos de dejar derramar su té, miró a su padre esperando respuesta pero éste guardó silencio – La presentaré como mi ahijada y le enseñaré algunas cosas de mujeres, tus viajes no son los más adecuados para una señorita como ella y debes aceptar que ella necesita de una mentora mujer en su vida.

¿"Mentora mujer"? ¿Se refería a una figura materna? ¿Qué insecto le había picado a esa mujer? Ella no necesitaba a ninguna figura materna, su madre había muerto y nadie nunca la reemplazaría.

Si Lena se detenía a considerarlo… los constantes viajes con su padre, las intensas clases de nigromancia, su aislamiento en los hoteles a las ciudades que visitaban, estar detrás de bambalinas ayudando con el vestuario al personal, el no poder hablar con nadie, no estar en la misma ciudad más de un mes…

¿Era mejor quedarse con aquella cotorra vieja en lugar de su padre? Lena no conocía nada más cruel que las clases de nigromancia que su padre le dictaba, habían pasado seis largos años y no recordaba una clase de nigromancia en la que no haya terminado llorando durante la noche, su padre detestaba mirarla llorar y ella solía hacerlo cuando nadie pudiese verla.

Teniendo en cuenta la situación, un respiro de las clases feroces, un respiro de su padre, de los viajes cansados y los espectáculos estresantes, no sería mala idea. Quedarse con Grettel unos días, después de todo, no parecía tan malo, además, era obvio que ella era el menor de dos males.

– ¿Podría padre? – Inquirió Lena, mirándolo con lo que para ella era una sonrisa falsa, pero que Grettel recibió con sinceridad. La mujer también sonrió y miró a su amigo en espera de una respuesta.

–  Se supone que salgamos mañana a Madrid… – Dijo Brandom con severidad.

¡Vaya molestia esas dos! “Una mentora materna” ¡Pamplinas! La niña no necesitaba a ninguna mujer como mentora, para eso estaba él allí, él la educaba y la guiaba, y no podían desviarse del camino. Él había sido un mano dura con esa mocosa desde que se enteró, hace unos años, que la malcriada se estuvo escapando al circo ¿Y si ahora ocasionaba algo más?

Miró a la joven preadolescente sentada frente a él, su postura era perfecta, sus guantes rojos y su vestido azul marino eran inmaculados, su cabello, con rizos negros estaba peinado hermosamente dejando algunos rizos caer sobre sus hombros. Había hecho un buen trabajo durante los últimos años, había podido convertirla en una mujercita educada y absolutamente dócil, lo que él le dijera ella lo haría, nada de malas caras, comentarios entre dientes ni lloriqueos, silencio la mayoría del tiempo y  una madurez innata, esa niña era su mejor creación y su mejor pieza, su comportamiento sumiso era prueba evidente de su poder sobre ella, entonces ¿La dejaría con su vieja amiga Grettel sólo por tontos caprichos?

– ¡Vamos! Acepta querido Brandom – Dijo Grettel con sumo entusiasmo, le agradaba la idea de presentar a la niña a sus amigas y de llevarle a su costurera personal ¡Esos colores oscuros! ¡Que mal gusto! – ¡La llevaré a la fiesta de Elisabetta Gallagher!

Al escuchar esto último el rostro de Brandom se alivianó, Lena lo notó pero lo ignoró, Brandom sin embargo, pensó en lo que aquella fiesta significaría, sabía que aun faltaban años para el magnifico duelo, pero no había nada mejor que atemorizar a la competencia, su rostro cambió y reflejó algo parecido a una sonrisa.

– Acepto Grettel, acepto…– Dijo con un movimiento de manos, como si no le importase dejar libre a la niña, la pequeña prisionera de sus espectáculos. – Pero sabes que soy mano dura, te aconsejo que lo seas también.

La jovencita no podía creerlo, por primera vez en años pasaría más de un día lejos de su vil progenitor, estaba tan contenta que no pudo evitar sonreír débilmente, Grettel puso la mano derecha sobre su hombro y la miró con una inmensa sonrisa. Era cierto que para Lena esa mujer no era la más cómoda de las compañías, pero en ese momento, olvidó todo lo mal que pudo haber pensado de Grettel, al contrario, se sorprendió por lo que ahora sentía hacia aquella extrovertida mujer; Gratitud.

The Cirque Black Moon ⋆(Supercorp)⋆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora