- ¡Qué gran show señor Maravilloso! - Le elogiaba un hombre a Brandom, extendiéndole la mano con entusiasmo.- Me alegra que lo haya disfrutado señor Scott. - Respondió cordial Brandom, deseando que el sudado hombre desapareciera de su vista lo antes posible.
- Traeré a mi esposa y a mis hijos ¡Les fascinará! - Dijo el señor Scott, el cual era un famoso crítico y había sido invitado por el mismo Brandom a ver su espectáculo.
- Serán bienvenidos cuando desee. - Respondió Brandom, que llevaba puesto un extravagante sombrero y un traje escarchado, parte de su utilería.
Cuando el teatro entero se vació, Brandom lanzó el sombrero al suelo y se desató el corbatín dorado que llevaba en el cuello, a las personas comunes les encantaba aquellos trajes estúpidos que él usaba, y a mejor gusto, mayor ganancia, así que no dejaría de usarlos. Entró a su oficina tras bambalinas y como esperaba, vio a su socio sentado en la silla frente a su escritorio.
- Es un gusto verte Brandom - Le dijo el hombre, llevaba un lujoso traje gris y entre sus manos descansaba un bastón dorado.
- Si, si ¡Dime la verdad Sergio! ¡Se que lo has odiado! - Dijo Brandom llegando hasta su escritorio para encender su pipa.
- No puedo decir que no haya sido algo interesante, pero solo eso. - Dijo el hombre quitándose el sombrero y poniéndolo en el escritorio de su socio.
- ¡Pamplinas! - Protestó Brandom - A veces me sacan de quicio.
- Entonces ¿Por qué lo haces? - Cuestionó Sergio.
- Son unos ilusos, no tienen ni idea de que cada una de las cosas que hago en ese escenario son reales ¡Ni porque les des una lupa! - Se rió Brandom - Además, mírame, me adoran.
- ¿Piensas vivir tus últimos años haciendo truquitos de niños a las personas comunes? Pensaba que un mago como tú tendría más aspiraciones Brandom. - Sergio se acomodó en su silla.
- La paga es buenísima, y sabes que me gusta la fama, estos son mis últimos años después de unos maravillosos siglos de vida ¿Qué mejor forma de vivirlos?
- Entiendo. - Reconoció Sergio, pero ya era hora de llegar al tema principal - Dime Brandom, en la carta explicabas que tienes una propuesta para mí.
- La tengo, sí. - Brandom se acercó a la puerta y dejó pasar a la pequeña - Pasa querida, él es mi amigo Sergio, es un socio de confianza, no tienes por qué que ser tímida.
Lena entró a la oficina a paso lento, llevaba puesto un hermoso vestido de holanes color verde, sus rizos estaban perfectamente recogidos entre dos coletas con cintas, sus zapatos eran negro brillante y las panti medias que lucía estaban inmaculadas de limpias.
- Es un placer conocerlo. - Dijo la pequeña, haciendo una pequeña reverencia al señor de gris frente ella - Mi nombre es Lena.
- El placer es todo mío querida. - Dijo el hombre, mirando los intensos ojos verdes de la niña.
- Es mi hija propia. - Dijo Brandom, feliz de que las clases de protocolo de Lena estaban dando sus frutos - Es hija de una Común, pero su talento es natural.
- Vaya, que sorpresa, no te imagino como alguien paterno Brandom. - Dijo Sergio - ¿Te casaste?
- ¡Pero que dices hombre! - Bufó Brandom y dio una fumada a su pipa - Fue solo algo pasajero, con una mujer en Paris, nada serio, la pobre mujer murió hace unos meses y la custodia de la novicia quedó en mi poder.
- ¿Puedo ver una demostración? - Preguntó Sergio.
- ¡Claro! - Brandom miró a la niña, la cual estaba entretenida en el largo y dorado bastón del visitante - Lena, muéstrale a mi socio lo que puedes hacer.
La niña asintió, se quedó mirando hacía el hombre de gris y supo exactamente qué hacer. Alzó su mano derecha y el bastón de Sergio se deslizó de entre sus manos, comenzó a levitar, los tres guardaron silencio, el bastón se destrozó en el aire, lanzando pequeños fragmentos por toda la oficina.
- Ahora, arréglalo. - Le dijo su padre, Lena se acuclilló y puso su mano en el suelo, los pequeños trozos del bastón fueron rodando por el suelo hasta juntarse, el bastón se restauró y levitó lentamente devuelta a la mano de Sergio, El hombre miró el bastón sin inmutarse. - Tiene talento ¿No lo crees?
- Si, lo tiene. - Sergio miro a la niña, que no se atrevía a mirar al socio de su padre a los ojos, miró sus penetrantes ojos verdes y luego giró hacia Brandom - Aunque, algo básico y desastroso.
- Tiene seis años, esto lo ha hecho con solo tres meses de entrenamiento, imagina lo que hará en unos veinte años... ¡Sera incomparable!
- Incomparable es un adjetivo muy fuerte para lo que yo veo como básico, Brandom, podría buscar a cualquier novicio de la calle y enseñarle esto. - Dijo Sergio con gesto desinteresado.
- Entonces, ¿Eso significa que estas dispuesto a apostar? - Dijo Brandom con una sonrisa.
- Hace ya un siglo que no lo hacemos. - Dijo Sergio.
- Son nuestros últimos años Sergio ¿No es mejor hacerlo en grande? - preguntó Brandom.
- ¿Estás seguro de querer hacerlo con tu propia hija? - Preguntó Sergio con una ceja en alto.
- Por supuesto, al menos, claro, que creas que no eres capaz de entrenar a alguien mejor. - Brandom alzó una ceja y fumó su pipa.
- No querido socio, tengo la absoluta certeza de que lo haré. - Dijo Sergio con una sonrisa - ¿Empezamos?
- Sí. - Dijo Brandom el cual se giró hacia su hija - Lena querida, Sergio te tiene un obsequio.
- ¿Un obsequió? ¿Para mí? - Preguntó Lena algo confundía y sorprendida.
- Si. - Dijo Sergio, el cual se acercó a la niña, de entre su traje rebuscó algo, sacó una pequeña caja de terciopelo rojo y se la tendió a Lena.
- Gracias. - Dijo ella, abrió la pequeña caja, dentro de ella un brazalete dorado brillaba como el oro puro, ella sonrió, el hombre lo tomó y se lo colocó en la muñeca izquierda, al ver que le quedaba suelto la niña se desilusionó un poco. - Me queda grande.
La pulsera se movió en su muñeca, ella dio un saltico cuando vio como la pulsera se encogía hasta el tamaño de su pequeña mano, se encogía tanto que comenzaba a apretarle, el metal se puso rojo como la lava y la pequeña gritó llena de dolor.
- ¡Quítenmelo! - Suplicaba - ¡Por favor! ¡Me duele! ¡Me quema!
Pero los dos hombres se quedaron inmóviles, las lágrimas brotaban sobre las rosadas mejillas de Lena, ella quiso quitarlo pero fue imposible, ni siquiera usando su magia pudo quitarlo, el aro fue apagándose y volviendo a su tamaño original, dejando una marca roja en la muñeca de la pequeña. El hombre tomó el brazalete y lo devolvió a su traje, la niña lloraba desconsolada sintiendo el ardor en su piel, la marca no desaparecería nunca.
- Te escribiré cuando tenga a mi jugador. - Le dijo Sergio a Brandom colocándose el sombrero nuevamente, ambos se extendieron de las manos, Lena seguía sollozando en silencio - Por ahora, te recomiendo que des lo mejor que tengas, yo haré lo mismo.
- Que así sea Sergio. - Dijo Brandom con una sonrisa, estaba extasiado, aquello le entusiasmaba de una forma enorme, el juego acababa de comenzar.
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The Cirque Black Moon ⋆(Supercorp)⋆
Fantastik¿Alguna vez te has preguntado si es posible escapar del destino? ¿Correrías el riesgo de entregarle tu corazón a la persona que amas sabiendo cual será el final? Y por ultimo. ¿Serías capaz de renunciar a ti misma por la chica a la que amas? El esp...