A Escondidas I

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Advertencias: Contenido lemon.

Canción utilizada: Piel de Ángel - versión de Alvaro Veliz, original por Camilo Sesto.

Nota: Esta mini historia nació como un one-shot inspirado en la canción, pero cuando lo publiqué, muchos me pidieron que le diera continuación, que no podía terminar tan triste y todo eso me convenció de hacer unos cuántos capítulos más, jajaja. Esta es una de las hitorias que he escrito que más me gustaron, así que me hace feliz compartirla con ustedes por aquí. <3

..........

Hoy era un día cualquiera en la aldea de Sunagakure, como cualquier otro. El Kazekage estaba reunido con el consejo de ancianos, aquel molesto grupo de personajes que lo único que hacían era hostigarlo, siempre había sido de esa forma.

—La reunión acaba aquí y es mi última palabra —dijo el joven Kazekage levantándose de su asiento, mostrándose irritado, aunque no deseaba que se le notara demasiado. Uno de los del consejo trató de disuadirlo.

—Pero Kazekage-sama...

—Ya he dicho que no, me parece absurdo revivir una tradición tan antigua y sin sentido, así que no me convencerán, ya tuve suficiente con haber tenido que casarme porque ustedes lo quisieron —espetó molesto el joven de cabellera pelirroja y ojos color aguamarina, saliendo de la sala sin voltearse siquiera.

Uno de los ancianos del consejo lo miró molesto, ya que él era el padre de la esposa de ese joven y, gracias a él. el Kazekage tuvo que casarse, por culpa de su absurda ley. Estaba bastante seguro de que Gaara no se lo perdonaba, aunque se mantuviera en silencio.

Gaara salió molesto de ese lugar, lo odiaba, odiaba a todos esos viejos que lo único que sabían hacer era revivir viejas tradiciones que sólo molestaban a todos. Había logrado salvar a su aldea de todo ello, pero lamentablemente él no corrió con la misma suerte.

Hace más de un año había contraído matrimonio con una mujer a la cual no amaba. Y no solo eso, sino que la despreciaba, era insoportable, escandalosa y superficial. Se creía la dueña del mundo sólo por ser la hija de uno de los ancianos del consejo. Se creía con derecho a todo, incluso de insultarla a ella. Gaara podría tolerarle todo a su "esposa", menos el hecho de que se atreviera a meterse con la persona más importante en su vida; su amada, la mujer a la que sólo podía ver a espaldas de todos, porque todo el mundo pensaba que su matrimonio era el más feliz.

Pero qué tontería.

Llegó hasta su oficina y ella estaba ahí afuera, apoyando su espalda contra la pared del pasillo. Su cabello había crecido en comparación a la primera vez que la vio, ahora aquel fino cabello castaño caía grácilmente hasta su cintura. Su rostro era más maduro al haber cumplido ya 19 años y su cuerpo mucho más desarrollado también lo demostraba. Los ojos negros que tanto le gustaban al pelirrojo lo observaron fijamente y esos labios que tantas veces había degustado esbozaron una leve sonrisa.

—Matsuri... —dijo Gaara, también sonriendo levemente. Ella se le acercó, pero no lo suficiente, o al menos, no de la forma que él esperaba.

—Buenos días, Kazekage-sama, ¿cómo le fue en su reunión? —preguntó tan animada y dulce como siempre. Gaara frunció el ceño ante esta pregunta, y no precisamente por lo que preguntó, sino por cómo lo dijo.

—Sabes que no me gusta cuando me llamas de esa forma —replicó el pelirrojo, molesto, mientras la tomaba por la cintura para atraerla hacia su cuerpo, sin nada de delicadeza.

—Lo siento, pero así me ha dicho su esposa que debo llamarlo —siguió la chica, mientras sonreía levemente al verlo enfadado. Podía sentir el calor del cuerpo masculino envolver cada zona de su ser y aquello le encantaba.

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