Capítulo XXXI
Calma al fin... ¿no?
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*******CRIS*******
-Guillermo, no hay forma en que te dejemos ir solo.- Su madre de verdad parecía enfadada.
-Es mejor que ustedes vayan a casa.
-No. Es mejor que tú vayas al hospital, ¿Cuál es tu afán por ir al frente?
-¡Soy el conde!- Respondió con rabia su padre.- Mi condado ha sufrido bastante, debo ayudar.
-Entonces todos iremos.- Sentenció Angie.
-De acuerdo, vamos. Y luego te llevaremos al hospital. – Dijo ella realmente preocupada. No era nada sensato lo que su padre quería hacer.
-Fausto, desciende lo más cerca al centro por favor.- Pidió el conde mirando por la ventana.
El helicóptero hizo una maniobra para cambiar de dirección. Pudo ver una enorme nube de humo negro mientras se enfilaban sobre la avenida principal, rumbo al Palacio de Gobierno.
Había muchas personas en las calles. Notó a oficiales de Tomás recostados contra el suelo, con las manos detrás de sus nucas, visiblemente sometidos.
-Parece que ganamos.
-No hubiera sido posible sin la ayuda de civiles. Mientras Alejandra atacaba el Palacio, la gente contuvo la embestida de las fuerzas de la Corona.
-Fue bastante arriesgado involucrar a civiles.- Observó su padre.- Pero funcionó.
-La estrategia se le ocurrió a su hijo.
-¿A Memo?
-Si. Se había pensado en convocar a civiles, pero él tuvo la idea de atraer a las fuerzas de Tomas hacia un flanco mientras Alejandra y Espadas atacaban el Palacio y nosotros nos enfocábamos en sacarlos de ahí con vida. Dijo que así lo hacía en sus videojuegos.
-Dejaré que siga jugando esas cosas.
-Sujétense, vamos a aterrizar.- Se colocó el cinturón de seguridad y espero a que las hélices estuvieran detenidas para poder bajar.
Estaban a unas cuantas calles de donde debía estar Alejandra. La gente alrededor corrió hacia ellos en cuanto los vieron. Algunos tenían sangre en el rostro. Pero sorprendentemente no vio heridos de gravedad.
-Nos fuimos sobre ellos.- Decía un chico a Guillermo.- Éramos tantos que no supieron para donde mirar. Por cierto, ¿se encuentra bien?
-Señor, podemos atenderlo.- Un par de paramédicos se acercaron al conde.
-Sí, revisen sus heridas.- Los animó la condesa.
-Estoy bien.
-Por favor.- Insistió su madre.
-Bien.- Aceptó el conde.
-¡Cris!- Lisa y Nat llegaron corriendo.- ¿Estás bien?
-Sí, solo quiero saber dónde está Alejandra.
- Un poco más allá, en el Palacio de Gobierno.- Sin esperar nada, corrió hacia la castaña.
-¡Vamos contigo!
Escuchaba a las chicas corriendo detrás de ella. La gente la señalaba. A todos les había caído de sorpresa verla atravesando las barricadas con rapidez.
Cuando llegó al Palacio, se detuvo en seco. El lugar estaba destruido. Solo una pared seguía en pie. Lo demás era solo escombros. El aire estaba cargado de polvo y todos ahí estaban cubiertos de él.
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De Aristocracia y Otras Estupideces.
RomanceA sus veinte años, Alejandra no conoce a su padre, pero esa situación pronto cambiará. Por diversas circunstancias tendrá que mudarse a la casa de su familia paterna y vivir con ellos ocultando su verdadera identidad, ya que el prestigio de los San...