Hormona Mata Neurona.

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Capítulo XVIII

Hormona mata neurona.

El regreso a la mansión fue bastante incómodo. Intentaba que el escozor en sus ojos la dejara ver el camino mientras sentía a Cris a su lado reprimiendo el llanto. Quería abrazarla y decirle sí la amaba. Quería que esas lágrimas fueran de felicidad y no de dolor. Pero no podía hacerlo, ¿Cómo tendría una relación con su hermana?

En cuanto detuvo el auto en la cochera, Cris bajó corriendo sin dirigirle media palabra. Corrió detrás de ella, quería alcanzarla aunque no sabía para qué. Subió al segundo piso y se estrelló con la puerta de la habitación de la chica, cuando ésta la azotó.

A través de la madera escuchó la explosión del llanto de Cristina. Tenía una mano sobre la perilla y la otra mano hecha puño contra la puerta, con la frente apoyada en ella. Cerró los ojos mientras los sonidos del otro lado la mataban.

-Cristi...- susurró con la garganta reseca. Giró pegando su espalda a la madera y se resbaló hasta el suelo, abrazando sus rodillas y mordiéndose la lengua para no sucumbir al llanto. Se quedó ahí varios minutos, sufriendo junto a su hermana, muriendo de ganas por abrazarla y consolarla. Se jaló el cabello y perdiendo el poco control que le quedaba empezó a llorar. Los quejidos de Cristi se filtraban por sus oídos y golpeaban su corazón, mientras la tormenta se desataba con ferocidad y los truenos resonaban por doquier.

-¿Alejandra?- Sofía se acercó rápido a ella, arrodillándose para poder mirarla bien. - ¿Qué pasó?

-Nada.- su voz sonaba ahogada.

-¿Nada? Pero si estás llorando.- En eso, se escuchó el llanto de Cristina y algo rompiéndose en su habitación.

-Ve con ella, te necesita.- Le dijo a Sofía antes de levantarse y encaminarse a su cuarto.

Cerró de un portazo y se sentó en la cama. Seguía llorando, ¡Cris la amaba! ¡La amaba! Y no podían estar juntas... ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! Miró sus manos y deseo no llevar esa sangre, deseo no tener parentesco con Cris. En un ataque de ira empezó a rasguñarse las muñecas, ¡quería sacarse esa sangre! ¡Detestaba ser quien era!

Tomó una de sus lámparas y la arrojó con todas sus fuerzas hacia la pared, haciéndola añicos al instante.

-¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!- Pateaba una y otra vez su cama.- ¡¿PORQUË?!

No podía quedarse ahí.

Bajó de nuevo hasta la cochera y subió a una de las motos, haciéndola rugir mientras salía a toda velocidad hacia la noche.

La lluvia caía sobre ella y el viento resoplaba con fuerza. Los ojos le ardían, sentía la garganta con un nudo y un intenso dolor en el pecho.

-¡Señorita Alejandra! ¡Deténgase!- De un golpe volvió a la realidad. Estaba en la carretera, rumbo a la ciudad y sus leales hombres de negro la seguían en una de las camionetas. En el retrovisor pudo ver a Beny con la cabeza fuera del vehículo, agitando una mano y pidiéndole a gritos que detuviera la motocicleta. Pero no lo hizo. Aceleró. Necesitaba eso. Necesitaba velocidad, peligro. Necesitaba estrellarse y romperse todo el cuerpo.

Cristina sufría. Volvieron a su mente los sonidos dolorosos de la chica. No podía respirar. No podía más. Soltó el manubrio de la moto y cerró los ojos...

***** ******

Se movió algo incómoda. ¿Qué era eso que tenía en el brazo? Abrió los ojos y trató de enfocar la vista en algo. El cuarto se fue aclarando y pudo ver a Sebastián sentado junto a ella, leyendo el periódico con calma y tomando café.

De Aristocracia y Otras Estupideces.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora