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A la mañana siguiente, tres latinos esperaban de manera ansiosa a otra nación que se encontraba dentro de la enfermería del hotel. Dos estaban ligeramente más relajados, habían logrado calmarse después del susto de la noche anterior, pero uno de ellos temblaba de nervios, no se imaginaba lo que el otro podría llegar a decirle, en especial con lo que su amigo afectado había sollozado en sus sueños.
En eso, el country de color celeste con una cruz amarilla al costado de su rostro salió de aquella habitación y de inmediato los otros tres se pararon del suelo, en donde se habían sentado debido al cansancio de la espera.

—¿Cómo está Chile?—Preguntó Argentina.
—Está mucho mejor que ayer claramente.—Respondió Suecia.
—¿Y cuándo va a poder salir de la enfermería?—Preguntó México.
—A pesar de estar mucho mejor, le sugerí que se quedara ahí hasta mañana, para que descanse más, además, eso también va a ser algo bueno para ti.—Dijo el sueco mirando al argentino.
—¿Qué?¿Porqué?—Preguntó Argentina entre alterado y confundido.
—Tus amigos me contaron tu situación con Chile.—Respondió Suecia.
—¡¿Pero que situación?!¡No existe una situación!—Alegó el argentino.
—Me dijeron que él te gusta.—Dijo el sueco.—Y bastante.
—Bueno si, eso es cierto...—Respondió Argentina mirando hacia otro lado.
—Y que has llegado a puntos realmente bajos solo porque este no te ha hecho ni puto caso.—Dijo Suecia.
—Eso también es verdad...—Dijo el argentino un tanto avergonzado.
—Incluso me contaron que en cierto punto intentaste suicidarte de manera bastante fallida.—Comentó el sueco.

Argentina permaneció cabizbajo y callado a la vez.

—Tu tampoco estás muy bien, ¿Te das cuenta?—Dijo Suecia.
—Si, un poco...—Dijo Argentina tristemente.
—Tienes un serio problema de autoestima.—Dijo el sueco.
—¿Y qué se supone que debo hacer?—Preguntó el argentino.
—Hay que trabajar en eso, pero claramente no puedes hacerlo tú solo.
Gran parte del trabajo lo debes hacer tú, reflexionando y todo, pero tus amigos también deben de ayudarte.—Dijo Suecia.
—Y lo haremos.—Dijo México.
—Estamos aquí para ti, y siempre lo estaremos.—Dijo Perú.
—Hay muchas personas dispuestas a apoyarte, eres alguien valioso que se merece todo lo bueno del mundo, de hecho tienes todo para conquistar a Chile, y si este no se da cuenta de esto es su problema, no el tuyo, él se lo estaría perdiendo. Sé que lo que te digo te debe de estar haciendo sentir bien, pero la idea es que tú mismo logres hacerlo por tu propia cuenta, que tú felicidad no dependa de los demás, ¿Lo comprendes?—Dijo el sueco.
—Si lo comprendo, pero es difícil de poner en práctica, ¿Sabes a lo que me refiero?—Dijo el argentino.
—Por supuesto que si, todo llegamos a pasar por algo así, intenta darte tiempos para ti, hacer lo que te gusta.—Dijo Suecia.—Aveces estar solo no es del todo malo.
—De hecho lo que dices suena muy bien, estoy totalmente de acuerdo con eso.—Dijo Argentina.
—Supongo que mi trabajo aquí ya está hecho.—Dijo el sueco.
—Hey, muchas gracias por todo, es bueno saber qué hay alguien lo suficientemente listo como para ayudar en este tipo de situaciones.—Dijo México con una sonrisa.
—No es cuestión de inteligencia, si no de experiencia, cualquiera pudo haberlo hecho, simplemente yo estaba dispuesto a ayudarlos.—Dijo Suecia.
—Gracias de todas formas, por tu buena voluntad.—Dijo Perú.
—Un gusto, les deseo lo mejor.—Dijo el sueco antes de darse media vuelta e irse caminando por el pasillo.

Hubo un silencio antes de que alguien volviera a decir algo.

—Entonces, ¿Que quieres hacer hoy Argentina?—Preguntó el mexicano.
—Si, podemos hacer lo que tú quieras.—Dijo el peruano.
—Creo que voy a ir al gimnasio.—Dijo el argentino.
—¿Estás seguro que eso es lo mejor que podrías hacer?—Dijo México.—Sobre explotar tanto tu cuerpo no creo que sea lo más saludable que podrías hacer ni física ni mentalmente.
—Además estás muy bien, no necesitas cambiar nada de ti.—Dijo Perú de manera tierna.
—Lo sé, simplemente quiero distraerme y gastar toda esta energía rara que tengo en algo productivo.—Dijo Argentina.
—Entonces a buscar nuestra ropa deportiva se ha dicho.—Dijo el mexicano.
—Si me lo permiten, me gustaría ir solo por esta vez.—Dijo el argentino.
—¿Estás seguro?—Preguntó el peruano.
—Si, no es que no los quiera o que no quiera su ayuda, de hecho la quiero más que nada, pero necesito estar solo por un momento, pensar en todas las cosas que han pasado, reflexionar sobre mí y todo eso.—Explicó Argentina.
—Eso tiene mucho sentido.—Dijo Perú.
—Creo que si.—Dijo el argentino.
—Bueno, te dejamos.—Dijo México.— Avísanos si necesitas algo.
—Si obvio.—Dijo Argentina.
—Sea lo que sea.—Dijo el peruano.

CodiciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora