III

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-Mamá -susurra con una mueca en los labios, las comisuras de los mismos estirándose hacia abajo, un gesto de tristeza al percibir la sombra de duda y dolor en los ojos de su madre-. Puedes dejarlo -sugiere, estirando el brazo derecho, para que su diestra alcance la mano de Lena, dejando una caricia sobre la misma antes de apretarla, con suavidad.

-Es difícil. No lo vi venir. Durante esos días estuvimos más juntas que durante el último año y no me di cuenta que estaba a punto de dejarme -no importaban los años que hubieran pasado, recordar continuaba provocando dolor. Una herida que nunca terminaría de cerrar.

-Dijiste que era buena guardando secretos, que ambas lo eran.

-Eramos amigas, desde muy pequeñas. Mejores amigas -rectifica, mostrando una tenue sonrisa por las caricias del pulgar de su hija-. Nos teníamos confianza, y hablábamos de todo, a la larga. Solo supe que ella había experimentado con otras chicas luego de que nosotras . . . -deja la idea a medias, pues no ve necesario ahondar al respecto, menos cuando es su hija con quien habla. Verla asintiendo con la cabeza efusivamente, la forma en que los dedos de su mano izquierda arañan la tela de su pantalón a la altura del muslo, le hace saber que entiende el punto de su ejemplo, a su vez que le inquieta obtener algún detalle que pueda considerarse demasiado íntimo. En sus cinco sentidos, jamás cruzaría ese límite con su pequeña. Vale, tenía veintidós años y seguía siendo su pequeña, siempre lo sería.

-¿Tenía miedo a que la juzgaras? -indaga apartando su diestra de la mano ajena para deslizar los dedos por su oscura cabellera.

-No, no se trataba de eso -niega con la cabeza y coge la taza de té para beber consecutivos y pequeños sorbos de la bebida, tibia para el momento.

-¿Entonces? -indaga frunciendo el ceño.

-Quizá miedo a la reacción que pudieran tener nuestros padres. Éramos dos chicas viviendo en New York, no dejábamos de ser rusas.

-Se trataba de ti, no de sus padres.

-Sí. Y no creo que se tratara de desconfianza, sino de evitar ponerme en una posición en la que tuviera que mentirles.

-¿Nunca le preguntaste?

-No, estábamos pasando por muchas cosas a la vez, y nunca creí que fuera falta de confianza.

-No lo entiendo.

-Demi, para confiar, no necesitas saber todo de una persona. Confiar es sentir seguridad, aún sabiendo que hay cosas que no se quieren o pueden decir.

-No me gusta que me escondan cosas -niega con la cabeza y hace un mohín.

-Lo sé. -abandona la taza de té sobre el plato de la mesa ratona para así, poder pasar el brazo izquierdo por encima de los hombros de su hija, un medio abrazo en el que logra acercarla a ella y dejar un beso en su mejilla-. Pero piensa que también tú tienes secretos, y no se trata de los demás. Es sobre ti. Hay cosas que puedes guardar por años hasta que te sientes capaz de hablarlo.

-Pero no estábamos hablando de mí -puntualiza, dejándose abrazar por su madre.

-¿Dónde me quedé?

-Ella te dio las buenas noches y fue a su habitación -responde apartándose con suavidad de la pelirroja, para poder observarla.

-Oh, sí.

✧✧✧ ✧✧✧ Flashback. ✧✧✧ ✧✧✧

-Len, cariño -luego de apartar algunos mechones de rojizo cabello del rostro de Lena, se da a la tarea de acariciar su rostro, trazando con el pulgar las facciones de su novia. Con cierta pena por tener que interrumpir su sueño tan temprano, pero era lo que tenían planeado, salir lo antes posible. Le había concedido unos minutos más de sueño desde que ella despertó, se había bañado, ordenado su habitación y preparado el desayuno para ambas-. Lena -insiste, esta vez dejando que sus dedos se deslicen a través del níveo cuello. No podía fallar y allí estaba la pelirroja liberando un bostezo matutino, incluso antes de abrir los ojos.

Don't forget.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora