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Maratón 2/3

Esa tarde, el departamento estaba vacío, y lo único que se escuchaba por toda la ciudad, era un fuerte llovizna que golpeteaba en las ventanas del lugar.

El conejo tenía frío, pero también estaba asustado. 
Joaquin aún no llegaba.

Él había salido hace horas con el patán de su novio, Mauricio , pero ninguno de los dos tenía un rostro completamente feliz.

Al conejo no le sorprendía.
Llevaban un año siendo pareja, pero definitivamente no había sido el año más feliz para ninguno.
Mauricio y Joaquin había discutido mucho en los últimos días, y el pobre conejo siempre estaba presente en cada situación, viendo a su pobre Joaquin llorar con cada palabra y frase dolorosa que el insensible de su pareja le lanzaba encima.

No era justo.
Joaquin era alguien increíble.

Y era ese simple conejo quien siempre estaba con él cuando lloraba por ese imbécil.

Cuando el pobre conejo se sentía morir de aburrimiento, un portazo le revienta los oídos, y da un salto asustado.

La puerta de la habitación es abierta, y el rubio aparece detrás de esta, con su gorro negro mojado en la mano, y su abrigo a medio sacar, que es lanzado al piso de inmediato junto al gorro, posterior a eso, se lanza a orillas de su cama, y sus sollozos son dolorosos.

El conejito, preocupado, se acerca al cabello del rubio, y soba su cabeza ahí un momento, intentando llamar la atención de su dueño, pero este está sumido en sus lágrimas.

Luego de un rato de inquietud para el conejo, Joaquin alza su rostro en su dirección, dejando ver sus preciosos ojos vidriosos e hinchados, su expresión de dolor en el rostro, y sus labios igualmente hinchados.

Pero así, roto completamente por la mitad, Joaquin forma una pequeña sonrisa en sus labios para el conejo, y acaricia su cabeza con delicadeza.

-Parece que Mauricio se ha encontrado alguien mejor, Emi.

Conejito «Adaptación»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora