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Vayan a leer mi otra adaptación

Últimos capítulos

Cuando Joaquin despertó por la mañana, todas sus extremidades rodeaban el cuerpo contrario en su cama. Podía oír las corrientes del fuerte viento que soplaba por la mañana en Seúl, y también escuchaba atentamente los latidos del corazón de Emilio.
Abrió sus ojos poco a poco, para finalmente encontrarse con un aroma mañanero y natural masculino, proveniente del castaño, que aún yacía tranquilamente dormido, y respirando con tranquilidad.

Sus torsos estaban descubiertos, sin embargo, estaban expuestos solamente bajo las sábanas blancas de la cama del rubio. Comenzó a observarlo atentamente, regodeándose con cada centímetro de su humanidad.

Con suavidad, sus propias manos acariciaron el torso en exposición, y pudo sentir un suspiro del aún dormido muchacho. Sonrió para si mismo, y con la punta de sus dedos acarició lenta y morbosa mente su abdomen, hasta llegar a las tiras del pantalón. Nuevamente, escuchó un suspiro un nivel más... Potente.

Fascinado con las reacciones de su conejo dormido, mordió su labio, y al soltarlo, decidió aventurarse un poco más arriba de si, justo en la curvatura de su cuello, y no pensó demasiado cuando su miembro bucal salió a la superficie de su cuello, y lamió toda la extensión hasta la mandíbula.

Y casi como automáticamente, Joaquin, muy pronto, se encontró contra el colchón de su cama, y sus muñecas sujetas. Joaquin solo pudo sonreír con picardía.
El rostro adormilado de Emilio, llevaba una expresión entre frustración, y excitación.

-¿Qué crees que haces?

El tono ronco de Emilio, provocó algunos pocos estiramientos en la extensión íntima de Joaquin, quien, más que ponerle atención a sus necesidades sexuales, solo se encontraba absorto en la mirada profunda y pícara que se le era entregada.

-Te despertaba.

Emilio alzó una ceja, y se acercó al rostro de Joaquin, para mantener sus labios sobre su oreja al momento en que volvió a hablar.

-Deberíamos despertarnos así, más seguido, ¿No crees? -Dejó un beso en su oído, y luego suspiró, para besar el punto central de su cuello, y verle otra vez a los ojos, solo para besar la frente de Joaquin, y sobar sus narices juntas- ¿Dormiste bien, bebé?

Joaquin sintió sus mejillas enrojecerse ante tal apodo. Comúnmente, era Emilio quien actuaba como un bebé, y era Joaquin quien tendía a llamarlo así precisamente. Pero ambos, sobretodo Emilio, parecían poseer rasgos de identidad bastante versátiles. Aunque, a Joaquin le fascinaban los apodos amorosos. Inclusive si estos iban al extremo. Amaba llamar a sus parejas por “bebé“ o “cariño”, pero amaba más, cuando sus parejas lo llamaban así.

-Lo hice. -Joaquin sonrió, librando sus muñecas, y posando sus manos en los costados del cuello de Emilio- ¿Quieres desayunar?

Pudo ver la bonita sonrisa de Emilio, antes de que se acercase y besase sus labios por un par de eternos segundos, de manera pura y casta.

-Yo haré algo. Puedes esperar aquí. -Besó su mejilla, y se levantó de la cama.

Joaquin sonrió fascinado, mientras veía a Emilio salir de la habitación para dirigirse a la cocina. Hace una semana, Joaquin le había enseñado a Emilio a tostar pan. Los tres primeros intentos fueron totalmente fallidos y casi mortales, pero el cuarto, uno de cinco panes salieron sin quemaduras graves. 
A Emilio le había fascinado la idea de aprender cosas cotidianas de los humanos.

Ahora, se sentía menos solo que nun...

¡PAM!

Joaquin se reincorporó sobre la cama de inmediato. Había escuchado artículos de cocina caerse. Se rió interiormente. Emilio no dominaba la "humanidad", al cien por ciento. Se puso una camiseta y sus pantuflas, para dirigirse a la cocina.

Precisamente como lo esperaba, habían artículos de cocina en el piso, y...

Mierda.

-¡E-EMILIO!

¿Qué hacía su chico en el piso?
No le interesó el dolor en sus rodillas, ni nada que fuera con ello. Su chico estaba de espaldas en el piso, inconsciente. No sabía cómo, pero su labio y nariz sangraban, y lucía demacrado. Joaquin se extrañó, pero no pudo profundizarlo, cuando sintió el grito de la desesperación inundando su garganta. 
Golpeó su rostro un par de veces, pero Emilio no parecía despertar.

Joaquín comenzó a llorar de inmediato. Sus lágrimas y sollozos se hacían presentes en toda la habitación, y de pronto, vinieron los gritos de la desesperación. Comenzó a pensar en Emilio y en la anciana. Comenzó a pensar que estaría solo otra vez. Y que no estaba dipuesto a dejar la situación así. Volvió a gritar.

-¡E-Emilio! ¡Despierta! ¡E-Emilio! ¡¡E-Emilio!!

-¿¡Jo-Joaquin!? ¿¡Q-qué pasa, Joaquín!?

Todo se quedó en silencio.
Parecido a una historia de terror, Joaquin tragó saliva, y suspiró pesadamente. Su Emilio le estaba hablando, pero aún estaba inconsciente. Entonces, fue que volteó. Lento, y temeroso, terminó por voltear completamente.

Emilio estaba frente a él. Lucía... Tal cual como había salido de la cama. Estaba detrás de él, observándolo con terror y preocupación.

Joaquin desesperó, porque el otro cuerpo continuaba en el piso, ensangrentado, inconsciente... Y no sabía quién era.

-Amor, mírame. Soy yo, mantente...

-¡¡A-a-léjate!! ¡¡N-no me, no te acerques!!

Joaquin corrió rápidamente, esquivando al Emilio consciente, y encerrándose en el baño. Se metió en la ducha, y se abrazó a si mismo mientras todo su cuerpo lloraba y temblaba.
¿Qué era lo que estaba sucediendo? ¿Había alguien jugando tan cruelmente con su cabeza?

Escuchó los golpes de la puerta, y Joaquin volvió a asustarse.

-¡Joaquin, por favor! ¡Soy yo, cariño, soy yo! ¡Emilio!

Joaquin cerraba los ojos con fuerza, y negaba con la cabeza.

-¡T-te vi! ¡E-en el p-p-piso! ¡E-estabas ti-tirado a-ahí! ¡¡NO QUIERO MÁS ESTO!! ¡¿Qué es lo que me-me están ha-haciendo?

Lloraba, sollozaba, gritaba.
Y detrás de la puerta, un Emilio confundido. Había ido al baño para cocinar algo a Joaquin, cuando le escuchó gritar. Salió de inmediato, y encontró a Joaquín llorando y gritándole al piso. 
Entonces, fue que se percató de sus dedos. Blancos. Hasta sus antebrazos. Joaquin aún no pedía su deseo más profundo y eso le estaba afectando a él. Pero, ¿Cómo podía hacer para que Joaquín volviese a querer verle? ¿Y por qué estaba la anciana jugando con su mente de esa forma?

Entonces, Emilio tomó uno de los utensilios de cocina. El cuchillo cortó rápido en la piel que se convertía blanca, expulsando solo chispas de nada, y entonces, le gritó.

-¡¡SHIN!!

•••

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Adiós

Conejito «Adaptación»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora