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Joaquin se removió incómodo.

-Mm... No lo sé... Es una linda foto, ¿No lo crees? ... Fue un lindo día ese..

Emilio continuaba mirando la fotografía sin expresión alguna. Él solo observaba y observaba, y a Joaquin comenzaba a desesperarle que pensara tanto solo por esa fotografía que simplemente se había olvidado de quitar del cajón.

-Mauricio te dejó por alguien más. ¿Por qué conservar algo de alguien que te hizo tanto daño?

El maldito chico tenía razón.
Joaquín se sintió pequeño y no precisamente por su estatura, que era menor a la del muchacho Emilio.

Nunca tuvo el valor de quitar esa fotografía, a pesar de lo que había pasado.

-No sé si quiera hablar sobre eso ahora... ¿Por qué no vamos a comprar? Debes estar hambriento.

Emilio volvió a asentir sonriente. Hasta el momento, Joaquín se había dado cuenta de lo risueño que parecía ser el muchacho.

Era todo muy extraño para él todavía, por obviedad. No todos los días tu mascota se convertirá en un humano solo porque salía en una supuesta caja la cual nunca leíste.

Joaquín intentó sonreír, lo que terminó por ser una simple mueca incómoda.
El muchacho no lo había notado al parecer, pero había tocado un punto algo sensible para Joaquin.

Emilio sabía que Joaquín había sufrido mucho en la temporada de ruptura con Mauricio, pero no es como si Joaquin le hubiese dicho cada detalle de su relación. Él no era tampoco un loco que hablaba con paredes, plantas o animales.

Joaquin  tomó su billetera de su habitación, la mano del muchacho y lo guió hasta las afueras del edificio.

La ingenuidad e inocencia del muchacho era algo adorable en todos sus sentidos.
El muchacho agitaba su mano mientras caminaba por las afueras del departamento, sin notar siquiera si pudieran estarle juzgando, sin notar que vivía en una sociedad tan conservadora.

Joaquin se sentía extrañamente cómodo. La calidez de sus manos juntas era algo muy cómodo y bonito por lo menos para él.

Emilio sonreía mirando a todos lados, muy fascinado de todo lo que veía.
El conejo no solía salir todos los días del departamento, quizás unas tres o cinco veces por año nada más.

Joaquin pensó que debería haber sido muy frustrante para él como conejo pasársela entre esas aburridas cuatro paredes.

De momento, agradecía no haberse pasado del límite cuando estaba con Mauricio en su departamento...

¡El conejo había visto todo!

¿Les habrá visto besándose alguna vez?

Por supuesto que si. Su primer beso fue en el sofá de su departamento con el conejo en el regazo.

Joaquin sintió sus mejillas acaloradas, y retiró su mano de la de Emilio para pasar estas por su rostro algo nervioso.

Emilio le observó extrañado.

-¿Sucedió algo? Nuestras manos estaban bien unidas. -Emilio observó con más atención el rostro de Joaquin, y se percató de su repentino calor- ¿Por qué pareces una fresa? Te ves bonito así. -emilio sonrió ampliamente.

Joaquin se sintió sonrojarse más.

Le parecía ciertamente divertido que el muchacho fuese tan tierno y risueño, considerando que cuando estaba sobre él, en su cama, con una repentina erección, lo último que le parecía, era alguien tierno.

Conejito «Adaptación»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora