Capítulo 15 🌕 (Parte 2)

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CAPÍTULO 15 (Parte 2)

AMOR, NO HAY MONSTRUOS AHORA

Primavera de 998.

Ocho meses para la luna oscura.

REINO PETRA

WESTERS

Jareth toma la mano de su compañera. No duda ni un segundo en lo que respecta la confianza que tiene en ella, ni aunque hubiera algo extraño oculto y previsto.

Bajan hasta que la suela de sus botas aterrizan en la tierra. Marie no suelta la mano del licano, ni aunque hay quienes les echan vistazos por curiosidad. Ellos no importan, los que menos deben verlos es algún miembro de ese consejo que se inventaron en la biblioteca para proteger a la última elemental y al Demonthrope.

—Sígueme. —Es la única vez en la que ella lo suelta, cuando las paredes del castillo y sus plantas ya no los esconde demasiado.

Y, es que a varios metros del castillo, en medio de tanta maleza del jardín repleto de árboles y arbustos, próxima a la muralla e invisible ante los vigilantes, se halla una trampilla que conecta con el calabozo y túneles de escape al exterior.

—¿Qué es esto? —susurra el moreno, pendiente a que nadie esté observando lo que hacen. Ya es bastante malo que algunos los vieran sospechosamente juntos.

—Después de esto, quizá ya no tengamos que preocuparnos por que nos vean —musita y hace a un lado el pedazo de tabla que sella la grieta oscura.

Marianela presiente que Jar ansía por más información que planea inquirir de ella. Empero, antes de que él emita una cuestión, la inmutable opta por saltar a la profundidad de la grieta antes que mentirle, o arruinarlo todo.

—¡Mar! —Jareth se asoma por la grieta, intentando vislumbrar a su compañera en lo profundo.

Con su visión aguda de licántropo, observa movimiento en el fondo. La figura clara de la inmutable aparece allí, haciendo señales con la mano, insistiéndole en que la siga.

—¡Jar, baja! —exclama por lo bajo, confiando que los vigilantes no la oirán.

—Esto no me da buena espina, Marianela.

—No seas un remilgado, Jar. —Se mofa ella.

Él hace una mueca de desagrado por cómo se le ha referido, aunque tampoco puede esconder la gracia que eso le provoca. ¿Remilgado?

El Demonthrope inspecciona su entorno, celando que nadie los espiara, y al comprobar que sólo está él entre la vegetación, y los demás muy lejos para curiosear.

Expulsa el aire por la nariz, considerando sus opciones. Puede que ella no le permita nadar entre lo que ahora mismo piensa, pero sí puede percibir lo que Mar siente: está emocionada como una cachorra de cinco meses y eso sólo pasa cuando está por hacer algo que atraviesa la raya los límites de se puede y los que quiere realizar.

Sus botas hacen un ruido seco al impactar contra el suelo subterráneo. El túnel es tan angosto que debe encorvarse un poco para caber, y como Marianela tiene su misma altura, ella también va cabizbaja. En el palacio hay gente mucho más alta que él; no se los imagina pasando por allí.

Hay humedad en el paso estrecho, y por ende, una temperatura más elevada que se siente de ahogo. Ella lo guía por este túnel, el cual es tan negro que no logra ver el final del camino. Reconoce que solamente cruzan una curva y, más al frente, estaba el final de la única ruta. Empero no había salida visible.

El Recuerdo del Mal © | 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora