Capítulo 05 🌕 (Parte 1)

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CAPÍTULO 05.

Here I Am;
Tommee Profitt, Brook

Invierno de 997.

Once meses para la luna oscura.

REINO PÉTRA

WESTERS

Lukas Leader observa dormir a una muchacha que crió y educó en completo silencio, a quien sigue considerando una hija, aún si ella no lo reconoce.

Las palabras de Hans, su sobrino, resuenan en su cabeza. Era verdad, son verdad. Su hija está en Lushtet, bajo su meticulosa supervisión. La reina que aún respira. La última elemental.

Recuerda muy bien cuando María Wittker la llevó a Wintherdown, a pocos pasos de los territorios de su manada, siendo una bebé que ni el día había cumplido, y detrás de la llegaba su sirvienta, con el mellizo de la bebé. Nunca supo lo que fue de ese niño, o si aún vivía. Pero desde ese entonces, cuidó de esa dulce niña de rizos de plata hasta sus diez años.

Por cinco años todo fue normal. Creció y se portó como una niña, hasta que el primer copo de nieve en una tarde de pleno verano lo atrapó con su pequeña mano. Fue entonces cuando empezó a comportarse extraño, como una adulta. Ponía en práctica en el jardín de atrás unos dones que no tenía idea que poseía. Los sacaba de la tierra, altamente poderosos. La vibra a su alrededor, la esencia que la volvía ella, se convirtió en una totalmente diferente. Hasta que luego de varios días, esa joven criatura le reveló lo que hacía ahí, no en el castillo, sino que en este mundo terrenal.

Le dijo que se llamaba Erdin, uno de cuatro espíritus de la naturaleza, poseyente del elemento de la tierra, y que llegó, junto con sus otros tres hermanos elementales, con el único propósito de frenar al Fausto Invierno, y librarlos del frío eterno que invocó un espíritu guiado por la perversidad. Enviados por la estela infinita de la diosa de la Luz y los poderes ocultos del dios de la oscuridad, en carne y hueso.

No tenía idea de cómo procesar eso, pero de alguna manera entendió lo que quiso decir. Y confió en su deber.

A partir de ese momento, ya no quiso que la llamaran más por su nombre de nacimiento, Marianela Mercy. Que esa niña había muerto, y que Erdin nació por segunda vez.

Pasaron horas desde que el reloj marcó las doce, medianoche. Ya es 31 de diciembre del 997; siete años después de La Caída del Fausto Invierno, y así mismo, el décimo séptimo cumpleaños de los reyes elementales. El verdadero día en que Marianela cumple sus diecisiete años de edad.

Desde hace un buen rato jugaba con un dije de plata entre sus dedos enguantados, para protegerse del ardor que este metal le provoca. Pero en ella no causaría efecto de quema en su piel, ni, aunque pudiera transformarse. Dudó por un largo tiempo entregarle ese collar, aún lo sigue haciendo, pero cada vez queda poco para la ceremonia de la luna oscura; un ritual entre augures femeninas. Ellas convocan a la Sombra durante la luna azul de cada tres años, para ofrecerle a ese príncipe sombrío el alma del portador de los cuatro elementos. Dos años atrás capturaron a Marie, por poco lo consiguen. Gracias a los dioses, llegaron justo a tiempo, y ella olvidó todo lo ocurrido durante esas semanas.

Pero no sabe por cuánto tiempo más sus secretos permanecerán como están.

Con ese pensamiento, se inclina para besar la coronilla de la chica dormida con ternura, acariciando sus ondas de cabello con suavidad. Después la arropa más con el edredón hasta el cuello. Por último, abre ligeramente la mano derecha de la joven, coloca el medallón con la estrella elemental gravada en la plata protectora en su palma, y luego besa sus nudillos antes de levantarse de la silla y desalojar la alcoba.

El Recuerdo del Mal © | 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora