El Recuerdo del Mal © | 2021

CAPÍTULO 14 🌕

Sin revisar, puede tener errores en la gramática.

CAPÍTULO 14

ES LA PRIMAVERA DE MI VIDA, Y EL CIELO, ES UNA SOMBRA BRUMOSA DE INVIERNO

Primavera de 998.

Nueve meses para la luna oscura.

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REINO PETRA

WESTERS

El curandero termina de envolver los brazos de la inmutable en vendajes limpios. Antes de poder retirarse, le indica el cuidado que debe darle a sus quemaduras todos los días para que no se arriesgue a una infección.

Se levanta de su asiento en la colchoneta que comparte con dos pacientes más. El lugar está atestado de jóvenes que aún no tuvieron su primera transformación y de los licanos mayores que fueron heridos con elementos letales para su especie.

Curanderos tratan de atender a todos a la vez en este espacio amplio, pero sofocante por la cantidad de gente en el espacio, con tantas emociones que cargan el ambiente de tensión. Dos candelabros de araña colgados en el techo iluminan el cerrado lugar; las ventanas son pequeñas y están muy alto.

Ella se aproxima a la puerta, donde Jareth la espera, con la espalda apoyada en el marco. Juntos abandonan el cuarto de sanación, alejándose de tristes lamentos de infantes por sus raspaduras.

Él le ofrece ayuda para caminar, y aunque sean sus brazos los heridos, sufre también mareos por la pérdida de sangre y llegando a Lushted estuvo varias veces al punto del desmayo.

Al llegar al salón principal, en donde él se reunió para contar todo lo ocurrido en la carnicería —o, mejor dicho: la historia heróica trágica que Krueger no pudo evitar narrar—, la atención de todos se posiciona sobre la chica inmutable que, no está segura si hace rato Mitchell mencionó su nombre.

La tensión poco cómoda que siente la inmutable es reemplazada por desconcierto cuando Mitchell se aproxima a ella, prosiguiendo con el relato como si fuera algo histórico y memorable por los siglos de los siglos.

—Algunos de ustedes fueron testigos cuando la valiente Marianela de Westerberg nos pidió seguir el camino para continuar a salvo mientras ella regresaba, yendo directo a la palma del enemigo. —Ella trata de seguirle con la mirada, sin apartar esa duda en el semblante. Krueger camina por detrás de la heroína en misterio y sale de sus espaldas todavía más dramático—. Si tan sólo supiera lo que ella y los desgraciados que ardieron en las llamas del inframundo pasaron, podría contarles con más detalles cómo utilizó su conocimiento secreto sobre el ocultismo servil para hacer pagar a esa escoria de la manera más épica que este par de ojos cafés vieron en su huérfana vida.

Apega los costados de sus manos a cada sien, al referirse a sus ojos, como si fueran un par de aletas a cada lado de su cara.

—Cuando vimos una silueta en el bosque que corría hacia nosotros, creímos que se trataba de los cazadores, pero no fue hasta que esta inusual capa de refulgente escarlata se hizo notar —tomó entre sus dedos la singular prenda que caracteriza a la chica, sin embargo, ella se la arrebata, importándole poco el escozor que sintió de pronto en sus heridas— que supimos que estábamos, por ese momento, a salvo. Y, para nuestra mayor suerte, llegó codo a codo con Jareth Wilde. —Señala al licántropo que no se aparta del lado de su compañera. Como si nadie supiera quién es él—. Antes, nos pidió armar una fogata en un punto lejano, que ella volvería más tarde. ¿Por qué nos solicitaría algo como esto? No nos cansábamos de cuestionar, empero nuestras vidas peligraban e hicimos lo que hizo falta. Nos ordenó retroceder y ella se puso delante del fuego, enfrentando el bosque, esperando a que los cazadores se asomaran por donde los quería y, cuando menos nos dimos cuenta, sumergió sus manos bañadas en sangre en el fuego hasta tocar las brazas; en ese preciso instante, arrasaron las poderosas llamaradas de salvaje fuego amarillo y rojo en la forestad. ¡Calcinó a esos bastardos hasta los huesos! Y esta... —con raudez, toma el brazo izquierdo de la chica para que todos vean los vendajes— es la muestra de su valor y sacrificio.