Capítulo 27

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Es fácil sentirse esperanzado en un día hermoso. Vemos el sol brillar sobre nuestra cabeza, sentimos la suave brisa remover nuestro cabello, inspiramos suavemente agradeciendo el poder estar vivos, el tener alguien que nos ama aún en esos momentos en los que ni siquiera nosotros mismos nos amamos. Pero también habrá días oscuros, aquellos que nos causan la más profunda angustia, melancolía y pesadez en el alma. En esos días es cuando más se necesita mantener la esperanza, no importa cuán aplastados o ahogados estemos, necesitamos aferrarnos a la esperanza, a ese último rayo de sol que se cuela por nuestros cortes. Mantengamos la esperanza viva. Tenemos que ser más grandes que lo que sufrimos… e incluso si fallamos ¿qué mejor manera hay de vivir?

Aquella mañana, luego de tres días en Utah, Olivia se sentía en completo control de su vida. No había desperdiciado un segundo con Elliot y había descubierto varias facetas muy hermosas de él que no conocía. En algunos momentos se desconectaba de la realidad pensando en qué hubiese pasado si no hubiese sido tan cobarde en un principio para no aceptar sus sentimientos hacia Elliot, qué hubiese sucedido si aquella noche no salía corriendo. Pero luego él la hacía salir de sus pensamientos con alguna ocurrencia o comentario inteligente que la hacía sonreír como hacía tiempo no lo hacía y todo sentimiento malo desaparecía. Disfrutó cada mirada llena de intención, cada caricia, cada beso y cada risa. Su cuerpo respondía cada vez más rápido y con más intensidad a las caricias de Elliot, cada vez más sensible al sentir su respiración golpear su nuca. Cada vez más dispuesta a entregarse a él.

—¿Crees que se pueda salir hoy? —preguntó Olivia mirando a través de uno de los ventanales del restaurante. Estaban almorzando pasta mientras disfrutaban de un agradable silencio. Porque el silencio entre ellos siempre fue señal de confianza. 

—Lo dudo mucho, parece que viene una tormenta. 

—Sí, así parece —sonrió.

—¿Qué? —preguntó curioso.

—Nada.

—¿Por qué sonríes?

Ella sonrió aún más y sus ojos brillaron.

—Es que aún no puedo creer que esté aquí contigo. Y que la idea de una tormenta me parezca el plan perfecto para acurrucarme junto a ti. 

Elliot tomó su mano por sobre la mesa y la acarició con su pulgar. 

—También me parece una idea perfecta —un relámpago rompió el cielo por la mitad e iluminó la oscuridad que se hacía presente a pesar de que fuera pleno mediodía— y creo que tendremos excusa para no salir de la habitación en mucho rato. 

—Eso me agrada. 

Pidieron el postre para llevar a la habitación. Mientras Olivia tomaba una ducha tibia, Elliot buscaba alguna película que fuera del agrado de ambos. A los pocos minutos ella apareció con un pijama que Elliot no había visto antes, un conjunto de satén color blanco, short y musculosa de tiras con un mínimo encaje bordeando el escote, sin corpiño. 

—¿Elegiste algo bueno? —preguntó sentándose a su lado en el sofá. Subió los pies y se cubrió con la misma manta que él. 

—Eh… yo —tartamudeó— espero que te guste.

—Ten una cuchara —dijo abriendo el pote de helado.

—Gracias —pasó un brazo por arriba de sus hombros y la pegó más a su cuerpo. 

Casi media hora después la tormenta se había desatado por completo, una mezcla de lluvia, nieve, viento y truenos. Olivia y Elliot, en completa oscuridad, disfrutaban de la compañía del otro, de sentirse cerca, de sus reacciones ante alguna escena intensa de la película. Elliot tomó su mano libre y la entrelazó con la de su novia, jugando pequeñamente con sus dedos, liberándola solamente cuando la morena dejó el pote de helado vacío sobre la mesa del café. 

Rompecabezas de Amor [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora