I. El ser, el acto en movimiento y la potencia estática

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El ser en las distintas acepciones tomadas de manera histórica siempre representa algo cambiante, sea cual sea la opinión. No podemos sumergirnos en considerar a esta vida, corta y a veces ineficaz, diciendo que somos siempre lo mismo. Ante la pregunta "¿qué es el ser?" nosotros respondemos que es aquello perteneciente a la realidad humana, en caso de obedecer a las leyes naturales del planeta presente, pues los cuerpos celestes podrían igualmente suceder como seres y no estar sujetos a la realidad humana. Vayamos a lo que acontece en nuestro planeta.

Es ser aquel que brinda posibilidad constante de conllevar una cosa o muchas cosas, esto es: una cosa cambiante a según el ambiente. Sea entonces el hombre o la silla o la mesa o el pájaro, todas las cosas que acontecen en la realidad humana (esto: lo que sucede por acto del hombre o por acto de los efectos existenciales de la naturaleza) son seres, pues son sujeto de cambio al respecto de su condición misma, imperfectamente bien hecha.

¿Qué quiero referir con lo anterior? Que esa cosa perteneciente al planeta tierra (animales procedentes de una naturaleza nunca perturbada o distorsionada) o a la realidad humana (el hombre y objetos de sus procedencias), es un ser, pues está dispuesto de forma obligatoria a un cambio, a algo que denominamos "constante". Sea el ser en sí o el ser para sí, como lo refería Sartre en su obra magna, de modo cualquiera, la acepción más simple a la explicación popular de un ser, es la anterior dada respecto de las cosas constantes y cambiantes.

Existiendo esta acepción, deducimos: todo existe en potencia. Pese a las denominaciones concurrentes en el mundo respecto a: aquello que cambia es una potencia, producto natural o de las cosas inteligibles; no podremos así descartar la existencia del acto. Esta duda clásica podría solventarse si aceptamos la afirmación: no existe en firmeza un acto (excepto como acto en el pasado) o una potencia, a saber: de su condición propia de inerte y simple, o constante y de flujo mayor; existe, en efecto de los acontecimientos constantes: el acto en movimiento y la potencia estática, esto es: una cosa que ya es lo que es procediendo de manera presencial a la alteración física y metafísica de su condición misma de acto, y una potencia que está en un eterno flujo, como si se tratase de alcanzar al acto, cual perro al hueso.

Que se comprenda de la forma siguiente: si decimos y aceptamos la teoría: existe únicamente en acto y potencia el acto y la potencia, decimos igualmente que en el acto no hay, ni existe concurrentemente flujo alguno, de forma que ese acto no es sino algo incoloro, que concibió el infinito; es imposible, porque no nos expandimos hacia la nada ni somos Dios; y el supuesto ya establecido: creemos en la potencia como un flujo al acto, entonces estaríamos aceptando que se puede concebir la existencia del infinito en el hombre, a saber: todo aquello que nos pertenece como humanos es constante y cambiante.

Sería entonces muy prudente decir: no existe acto. Sí existe, pero no como un acto absolutamente a los ojos del fenómeno, de la cosa, y de cualquier objeto de investigación en la filosofía. En efecto, existe el acto, pero el acto en movimiento. La denominación que se añade (movimiento) cambia altamente las cosas y las significaciones. En plenitud porque una sola palabra cambia la significación inicial de las cosas.

¿Qué es esto del acto en movimiento? No es más que aquella cosa, ser en este caso, que puede estar en una condición lograda pero sujeta a los cambios. Si admitimos al hombre como un acto, lo admitimos absolutamente a los ojos de sus virtudes, siendo lo anterior imposible de acontecer en una realidad (y más a la existencia de un mundo de cuando a su vez soez y grotesco para el fin de las ideas). Sí, podemos ser hombres, pero para acontecer absolutamente como hombres debemos estar sujetos también al mundo pleno de las ideas, a lo inteligible, de manera tal que nuestra condición pueda concebirse en su totalidad, universalmente y al infinito. Una vez más: es imposible; es posible sí ser hombre en movimiento, en flujo: si acaso lo somos, a formación plena de nuestro espíritu (entendido en el término de Nietzsche) y de nuestras ideas. Y no es tan sólo a nivel inteligible y metafísico, sino también biológico: somos todos objetos de cambio en cualquier aspecto posible.

Esa cuestión nos hace formar otra: ¿el acto en movimiento no es otra cosa que la potencia estática? Pero, ¿qué es la potencia estática? La duda segunda se responde así: se conoce de esa denominación al cambio de flujos, a la constante del hombre, a saber: todo lo que cambia eternamente, sea hasta que perece, caso del hombre y de las cosas, o de una cosa imposible de perecer: Dios, en caso tal de su existencia. De otro modo para el entendimiento general: la potencia estática no es otra cosa que una potencia (con la cual no presentamos queja alguna) que se queda quieta al cambio, que permanece estático, inmóvil, esto es: un cambio eterno de los seres. Respondiendo a la duda inicial: no resta decirse que la existencia del acto refleja la puridad de las cosas infinitas, pero si nos acomodamos a nuestra naturaleza, de las cosas que perecen, entonces no es necesario admitir al acto en movimiento como una cuestión distinta a la potencia estática, debido a que no existe cosa alguna que sea absolutamente a la par que pertenece en la realidad humana.

No quiero decir que el acto puro, o el acto en movimiento no pueden existir: puede existir en cosas tan exactas como Dios, la física y las matemáticas; y aún así, las dos últimas muchas veces están sujetas al cambio. Cosa impresionante que es Dios, tan impertinente pero exacto, tal como con los números son los hombres.

La Forma del Hombre o Tratado Filosófico Sobre la Composición de los SeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora