Desde el salón se podía oír el volumen de la telenovela de bajo presupuesto que la señora Peterson seguía con toda la atención del mundo, pero no fue eso lo que despertó a Peggy. Fue una llamada.
El estridente sonido hizo que la niña se levantara de la cama, pero su madre lo cogió. Después de intercambiar unas palabras con la persona que estaba en la otra línea, llamó a su hija :
- ¡Peggy! ¡Es para ti!.
- ¡Voy!.
¿Quién la podría estar llamando a estas horas? La verdad no tenía la más mínima idea, pero aún así se apresuró en bajar las escaleras para atender la llamada. Aún seguía pensando en el beso del otro día. Cogió el teléfono y, con un tono algo nervioso, formuló una única pregunta :
- ¿Quién es?.
- Soy yo, Eddie. He buscado en la guía telefónica y he encontrado tu teléfono.- la chica se tranquilizó.
- Ah vale, ¿Y qué querías?.
- Me preguntaba si querrías venir con nosotros esta tarde.- sonaba ansioso, y eso no le gustaba a Peggy, aunque le apetecía pasar una tarde divertida.
- Claro, sólo dime cuándo y dónde.- se escuchó un suspiro eufórico de parte del chico.
- Descuida, convenceré a los chicos de venir a buscarte. Será sobre las cuatro de la tarde, y coge tu bicicleta.
- Vale, os espero.- no le dio la oportunidad de hablar a Eddie, simplemente colgó el teléfono.
Su madre se levantó del sofá y sonrió, lo cual era raro. Se acercó a su hija y le revolvió el pelo, un gesto que Peggy echaba mucho de menos :
- El que llamaba era el chico de Sonia Kaspbrak, ¿qué quería?.
- Él y sus amigos pasarán a recogerme por la tarde, para dar una vuelta en bicicleta.
- Me alegra que empieces a hacer amigos cariño.- su madre le tocó la mejilla.- Por cierto, tu padre llamó por la noche, decidí no despertarte.
- ¿Qué te dijo?.- los ojos de la joven se iluminaron. Ahora se explicaba por que su madre estaba de tan buen humor.
- Dijo que se encontraba mejor y que creía que pronto podría regresar a casa.
- Eso es maravilloso.- estuvo a punto de dar un salto de alegría, pero se contuvo.
- Sí que lo es.- su madre estuvo en silencio unos minutos.- También tengo que decirte algo más.
- ¿El qué?.
- Tu tía Myrtle se ha puesto bastante enferma y me iré unos días a cuidarla. Sé que no querrás venir, y no te voy a obligar.
- ¿Y cuándo te irás?.
- Dentro de unas horas, ya tengo todo preparado. Podrás sobrevivir unos días sin mí, de eso estoy segura.- ambas sonrieron como no lo hacían hace tiempo.
Peggy se fue a su habitación para vestirse. Era cierto que no quería ir a Portland, su tía Myrtle era una mujer que daba miedo, y su casa, llena de muñecas aún era más inquietante.
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Ya casi eran las cuatro y su madre ya se había ido. Se habían despedido con un beso y un abrazo, algo que hacían un tiempo que no se daban, por lo tanto quedaron bastante satisfechas. Ya había sacado la bicicleta al porche, así no haría esperar a los chicos.
Pasados unos minutos el timbre sonó, y Peggy abrió la puerta. Se encontró con las radiantes sonrisas de todos menos Stanley Uris, que traía una mueca de desagrado :
- No entiendo por qué tenemos que venir a buscar a esta idiota.- espetó el judío mientras Peggy cogía la bicicleta.
- Es nuestro deber.- recitó Richie, imitando la voz de un rudo caballero.- Ahora es una perdedora.
- ¿Cómo me has llamado gafotas?.- protestó ella, todos se pusieron a pedalear.
- No es un insulto.- intentó liberar tensiones Eddie.- Somos unos perdedores, y si vienes con nosotros, tú también lo eres.
- Pero no sois perdedores...- Bill la impidió continuar.
- T-todos nos llaman a-así.- cambió de tema.- T-tenemos que ir a c-casa de Beverly.
Ni Beverly ni Bill iban a admitirlo, pero era obvio que sentían atracción el uno por el otro. Peggy lo sabía, como también sabía que Ben estaba secretamente enamorado de la pelirroja. Y hablando del rey de Roma, ya habían llegado al patio trasero de los apartamentos en los que vivía Beverly. La chica los recibió preocupada :
- Vamos a ayudarte.- dijo Ben, decidido.
- Esperad.- dijo ella, cuando vio que todos sus amigos se bajaron de sus bicicletas.- Mi padre me matará si se entera de que he metido chicos en casa.
- Richie.- ordenó Peggy.- te quedas vigilando.
- ¡Pero...!.- las miradas de los demás lo hicieron callar, resignado.
Todos subieron a casa de la chica, que los condujo hacia el baño. Allí observaron que lo que les había dicho Beverly era verdad; la sangre cubría toda la habitación. Era obvio que tenían que limpiarlo, y ya tenían los productos de limpieza allí.
No perdieron tiempo y se pusieron manos a la obra. Frotaron todo, hasta que las manos les dolían a todos, pero finalmente consiguieron sacar algo de sangre :
- Fue el payaso.- sentenció Peggy, convencida.
- Necesitamos poner los productos en el sótano.- le pidió Beverly.
- Descuida, yo lo haré.- se ofreció Peggy.
- ¡Te acompaño!.- parecía que Eddie había estado esperando el momento oportuno.
Ambos chicos cogieron cubos y esponjas y se dirigieron al sótano. Bajaron las escaleras y dejaron todo el material allí, mientras volvieron a subir, Eddie habló :
- Oye Peggy, necesito decirte algo.- se empezó a sonrojar.
- Como quieras, pero hazlo más tarde.
- Vale.- el tono de decepción se apoderó de la voz del chico.
Cuando ya habían vuelto a subir, Eddie decidió ir a buscar a Stan para salir a fuera. Peggy en cambio tenía la intención de hablar con Beverly; aunque esta ya estaba ocupada hablando animadamente con Bill. Pero no sólo ella lo notó, Ben también estaba allí, con cara de pena.
Peggy suspiró y tomó por los hombros al amable muchacho :
- Será mejor que salgas fuera.- le susurró, él sólo asintió con la cabeza, consciente de que Peggy ya lo sabía todo.
- ¿Qué debo hacer?.- le preguntó el chico mientras se alejaban.
- Nada. Lo mejor es pasar página y no darle importancia al tema.
Ya estaban fuera, Peggy preocupada por un payaso amenazador, y Ben con el corazón casi roto.
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0:00 | Patrick Hockstetter.
FanfictionA esa hora estará en el bosque, con ella. Nadie podrá oír los gritos, nadie podrá salvarla. Todo el mundo duerme a las 0:00. Todo el mundo excepto él.