𝐕𝐈

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Guardó la bicicleta en el garaje, y entró en casa con una sonrisa de oreja a oreja. Dudaba que algo o alguien pudiese estropearle lo que quedaba de día. Se equivocaba.

Entró en la cocina y se encontró a su madre, tenía unas pintas horribles y se estaba tomando un café, probablemente tendría resaca. No tenía intención de hablar con ella, puede que estuviera de mal humor y no quería enfadarla :

- ¿Has oído lo que ha pasado?.- para sorpresa de Peggy, su madre inició conversación.

-No...¿que es?.

- Eddie Corcoran, ha desaparecido, o eso dicen.- ambas conocían al niño, pues era del pueblo, pero no tenían mucha relación con él o con su familia.

- Sinceramente, no creo que haya desaparecido.

- ¿A qué te refieres?.- quiso saber su madre.

- Puede que alguien se lo haya llevado...- la señora Peterson dio un sonoro golpe en la mesa, cortando las palabras de su hija.

- ¡No empieces con tus desvaríos! ¡Tu padre hacía lo mismo!.- los ojos de la mujer se empezaron a aguar.

- Perdóname, no quería decir eso.- su madre suspiró y le revolvió el pelo.

- Sabes que no me gusta que fantasees de ese modo. Iré a tumbarme, buenas noches.

- Buenas noches mamá.- se despidió.

Peggy quería a su madre, de eso no tenía duda. Pero era obvio que su relación era bastante complicada; desde que su padre no estaba, la señora Peterson se había refugiado en la bebida y Peggy necesitaba un cariño que en casa no encontraba.

Decidió irse a su cama sin cenar, no tenía hambre. Subió las escaleras rápido y se puso su pijama, le apetecía leer un cómic que tenía guardado bajo su cama así que... ¿Qué mejor momento para hacerlo?.

Mientras pasaba las páginas y observaba los dibujos se paró a pensar en lo mucho que se había divertido hoy, a pesar del incidente con Bowers. Creía que por fin había hecho amigos de verdad. Poco a poco y sin darse cuenta, Peggy fue cerrando los ojos hasta por fin quedarse dormida con el cómic en las manos.

🔥

Se despertó con un sudor frío recorriendo su espina dorsal, le dolía la cabeza y notaba como sus ojos estaban irritados. Miró por su ventana, aún era de noche. Su reloj marcaba las cuatro de la mañana.

Sabía que un mal sueño había perturbado su descanso, pero no conseguía averiguar sobre que trataba. Lo único que recordaba era una voz aguda y un tanto molesta, repitiendo una y otra vez las palabras "Sigue al globo".

Intentó calmar su respiración agitada durante unos minutos, pero no daba resultado.

Unos golpecitos en su ventana la alarmaron, pero al girar su vista sólo vio un globo rojo. Sintió un extraño impulso de seguirlo, así que se levantó de la cama de un salto y caminó hasta llegar a la puerta de su casa.

La abrió suavemente, para que no se oyera. Ahí estaba el globo, aguardando por ella pacientemente; se volvió a poner en marcha y ella lo siguió en pijama por la calle, como si un instinto animal la llamara.

No sabría decir por cuanto tiempo caminó tras ese maldito globo, pero sí sabría decir hasta dónde la llevó.

Cuando apartó la vista, se encontró frente a la casa número 29 de la calle Neibolt. Una vieja mansión victoriana, carcomida por las termitas y desgastada por el paso de los años. Su jardín no se diferenciaba en absoluto de la edificación, pues estaba igual de descuidado. Las enredaderas campaban a su libre albedrío y las lagartijas y serpientes pequeñas se habían adueñado de la hierba.

Frente a la mansión se encontraba un ser extraño pero que a la vez se hacía conocido para la chica. Era ese payaso tan tétrico que había visto en los Baldíos. Esta vez su aspecto era diferente, pues su traje blanco estaba manchado de sangre, al igual que su boca.

Anteriormente, Peggy había cuestionado si ese ser podía ser real o no, pero ahora que se estaba acercando a ella sentía que era tan real como la vida misma.

Estaba paralizada, no se podía mover, pero tampoco sentía miedo :

- Peggy.- susurró su nombre la criatura con una voz de reptil.

- ¿Q-quien eres?.- apenas podía hablar, estaba paralizada.

- Soy Pennywise, el payaso bailarín.- sonrió de una manera grotesca.- Soy tu amigo.

El ser extendió la mano para tocar la mejilla de la chica. Ella se apartó bruscamente y se cubrió la cara con las manos; no quería que el payaso la tocara. Estuvo a punto de gritar, pero se supo contener. Tenía miedo de abrir los ojos y encontrarse de nuevo a ese tal Pennywise, pero lo hizo igualmente. Por suerte o por magia, quien sabe, él ya no estaba.

Ahora debía volver a casa, con miedo e inquietud pero debía volver. 

Lo hizo silenciosamente, hasta llegar a su cuarto, meterse en la cama e intentar conciliar el sueño, por difícil que pudiese parecer.

Hola, simplemente quería pasarme por aquí para agradeceros a la gente que lee y vota en la historia, ¡Gracias por vuestro apoyo!.

También quiero disculparme por la demora en actualizar, he tenido ciertos problemitas, pero espero que no vuelva a pasar.

¡Gracias y perdón de nuevo!💕


0:00 | Patrick Hockstetter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora