Lo cierto es que no siempre estoy en el ahora, y que muchas veces me cuesta concentrarme en el aquí. La verdad es que a veces me alcanza el dolor y la melancolía y dejo que la monotonía roiga la punta de mis dedos. Hay días que entiendo lo que los demás en este subsuelo sienten, en que los fantasmas de la congoja y el desdén me poseen un poco, y empatizo con mis compañeros de trabajo y sus musas apáticas.
Todos necesitamos (a veces, hoy) una excusa.
V.
Guardo su fotografía en mi billetera. La veo cada vez que necesito ese empujón. Cuando me hace falta abrir una brecha que dañe de alguna forma la secuencia férrea de un lunes, o la tristeza solitaria de mis domingos. Su simple imagen es como un relámpago cayéndome en la cabeza y dividiéndome el pecho, golpeando impunemente el corazón.
Guardo su fotografía en mi billetera. No porque disfrute recordarla porque, en verdad, me provoca una tristeza profunda. Cuando la veo, siento que el invierno más largo ha llegado aquí para quedarse, y que ningún sol benévolo vendrá a quitarnos el frío. Siento que estoy perdido, hambriento, cansado, sin un hogar al cual volver. Siento que esa sonrisa, hoy estática, ajena, inmortal, cual estatua de cementerio, genera un hueco existencial para el que mi ser todo no da abasto.
Pero cuando la veo...
Pero cuando la veo...
<Todos hemos sido infelices un lunes pero
¿Alguna vez habías sido feliz un miércoles?>
De regreso en el subsuelo, apartándome un poco del desgarrador vacío que se esconde en mi billetera y del lóbrego abismo que yace en mi escritorio. De regreso, traído por el silbido susurrante de una melodía que semanas atrás me parecía haber escuchado ya.
¿Gabriel...?
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Melodía Solitaria
Ficción GeneralUn personaje ignoto que trabaja en un ambiente que muchos describirían como un infierno, entre tareas monótonas y luces monocromáticas. Una repetición de labores mundanas e ideas que se convierten en cíclicas, baladíes, detestables. La presencia d...