Malditas fotos, parte II

2.4K 212 86
                                    

Nota: En esta historia Matt Murdock no es ciego. Exigencias del universo.


Steve soltó el plato que tenía entre manos en el fregadero y respiró hondo antes de girarse a Natasha.

―Hola... ¿Qué haces todavía levantada? ―casi perdió el hilo de sus palabras cuando la vio. Llevaba un pijama azul marino de seda, con unos pantaloncitos muy cortos y una camiseta de tirantes que le marcaba los pezones. Además, se había recogido los rizos en un moño deshecho que dejaba al aire sus hombros.

―¿Cómo que qué hago levantada? Solo son las once.

Natasha soltó una carcajada y caminó hasta el frigorífico, dándole la espalda y enseñándole el culo al agacharse a por algo del último cajón.

Steve se giró al momento de nuevo hacia el fregadero. La imagen que acababa de ofrecerle Natasha solo había conseguido traer a su mente la fotografía donde se le veía el culo envuelto en ese pequeño tanga.

Joder.

―Pensé que... era más tarde ―dijo para no quedar como un idiota.

―¿Has hecho algo interesante hoy?

Natasha se sentó en la isla de la cocina y observó a Steve fregar los platos mientras comía uvas de un recipiente de cristal.

―¿Por qué?

¿Le estaba tentando a hablarle de las fotos? Solo con haberse presentado con ese pijama delante de él ya había causado que le temblasen hasta las pestañas.

―Pues por nada, por sacarte tema de conversación.

Steve suspiró.

―La verdad es que no. He hecho ejercicio y después he visto con Sam y Bucky varias pelis de Tarantino.

―Me encanta Tarantino. ¿Qué habéis visto?

Steve gruñó internamente por haberse quedado sin vajilla que limpiar y por no poder huir de la cocina. Así que, haciendo uso de su infinita paciencia y contención, se dio la vuelta y encaró a Natasha. Literalmente estaba sentada en la isla de la cocina, sobre el mármol, y una de sus piernas desnudas se balanceaba. Solo podía imaginar esas piernas moviéndose mientras cruzaba los tobillos, como aparecía en una de las fotografías.

¿Qué había hecho él para merecer esto?

―Eh... pues... Pulp Fiction y Kill Bill.

―Sam ha sabido escoger bien. Son dos de mis películas preferidas de Tarantino.

―Ah.

Natasha frunció el ceño.

―¿Te pasa algo? Estás muy raro ―se llevó otra uva a la boca y le miró interrogante.

―¿A mí? Nada.

El problema es que la espía siempre sabía cuando Steve mentía y podía asegurar que estaba mintiendo en este momento.

―¿Seguro? Porque estás tenso y nervioso, Rogers ―dejó el recipiente con las uvas en la encimera y bajó de la isla, acercándose hasta su compañero. Eso hizo que Steve se fijase en como sus pechos rebotaban según caminaba y se marcaban contra la fina tela.

Apretó con tanta fuerza el mármol que los nudillos se le quedaron blancos.

―No me pasa nada ―la voz le falló en el último momento y Natasha arqueó una ceja.

―Te conozco, Rogers ―llegó hasta él y se le quedó mirando tan fijamente que Steve juró que podía ver lo que pensaba―. Ya te dije que no tenías que preocuparte por enviarlos solos a la misión.

Romanogers: Little storiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora