8. You Are My Sunshine

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Cuando deja caer el cuerpo de Negan sobre el sofá, prácticamente no lo puede creer. Permite que su propio cuerpo termine de luchar contra la gravedad y se precipite hacia el suelo, recobrando el aliento. Ivy suelta el bate lleno de sesos a un lado: ha tenido que lidiar con varios mordedores hasta llegar a una casa segura. Asqueroso.

Toca la frente de Negan, comprobando que la fiebre efectivamente no remite. Malas noticias. Ivy suspira, echando un vistazo alrededor del salón en el que están. Descansa la cabeza contra el sofá, cerrando los ojos durante un breve instante de tiempo. 

Está sudando y le duele cada músculo de su cuerpo, pero se termina levantando con un grito de frustración poco inteligente.

- ¿Lucille? - es solo un hilo de voz, suficiente para que Ivy se arrodille rápidamente frente a él y le mire.

- Negan - Ivy le llama, acariciándole la mejilla - Negan soy yo, estás bien. Estamos a salvo. 

- Lucille...perdóname

Negan vuelve a desmayarse justo frente a ella. Se pone en pie con ira, dando un golpe contra el suelo con el bate.

- ¡Maldita sea Negan! - se aparta las lágrimas de la cara, arrugando la nariz - ¡No puedes morir! ¡No puedes dejarme sola!

Pero el hombre no hace ningún gesto para levantarse.

Ivy se acerca a la cocina abriendo todos los muebles en busca de algo para comer o algún medicamento que pueda aliviar al hombre. Solo hay unas cuantas latas de alubias: más de lo que esperaba. 

Tenía que pensar una opción válida para ayudar a Negan. No tenía claro qué le pasaba, pero posiblemente debía ser un resfriado. Tendría que haberle avisado de que quedarse con el pecho al descubierto con una tormenta fuera no era la opción más sensata, pero lo hecho estaba hecho. 

Su madre solía usar paños húmedos con agua fría para bajarle la fiebre cuando era más pequeña.

Habían elegido ese destino en concreto porque habían visto anunciar en una de las carreteras una piscina municipal recién estrenada. Un lujo para ellos, teniendo en cuenta que Ivy ya no sabía si cortarse el pelo para no llevar esas hebras asquerosas llenas de barro que le caen por la cara.

Respira hondo agarrando con ambas manos el bate. Si había una piscina cerca (no parecía un pueblo muy grande), quizá podía llegar hasta allí, coger algún cubo, llenarlo de agua y volver para tratar de ayudar a Negan. Quizá incluso encuentra una farmacia por el camino con un poco de suerte.

Tampoco quería adentrarse demasiado en el pueblo. No sabía cuántos mordedores podía llegar a encontrar pero no quería averiguarlo, mucho menos sola. Allí el valiente era Negan, no ella. No iba a engañarse a sí misma.

Le echa un último vistazo al hombre antes de salir. Está estático. Cualquiera podría confundirlo por un muerto si no fuese por su tenue respiración o el sudor que se derrama por su cara y su pecho.

- Este es tu momento de despertar Negan - habla de nuevo, esperando una reacción.

Una reacción que no llega.

- Que te den.

No queriendo pensar más de lo necesario en muerte, Ivy cierra la puerta tras de sí con cuidado de no dejarles a los muertos un Negan enfermo en bandeja.

No queriendo pensar más de lo necesario en muerte, Ivy cierra la puerta tras de sí con cuidado de no dejarles a los muertos un Negan enfermo en bandeja

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