11. El tipo de la ballesta

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Conocieron por el camino a una chica, haría casi un mes. Ninguno recordaba su nombre entonces, pero tenía un tatuaje en el hombro derecho que a Ivy le había parecido muy poco estético.

Les contó que su marido había sido mordido y tenía fiebre. Dijo que la habitación le había parecido segura. Ella no pudo salvarlo.

Ellos tampoco pudieron salvarla cuando tres muertos se abalanzaron sobre su cuerpo. Negan la había agarrado de la mano con una fuerza sobrehumana, gritando desesperado. Se negaba a soltarla. Por suerte, Ivy estaba detrás y destrozó en segundos las cabezas de los caminantes, evitando que muriese.

No volvieron a pensar en ella.

Haría dos semanas y media se encontraron con dos hermanos que viajaban juntos sin rumbo fijo. Ivy recordaba que el hombre se llamaba Tim. Le había gustado su piel, negra brillante. Ese chico le había calado nada más verlo.

Habían perdido a su padre en un hermoso sacrificio familiar. Lamentablemente la hermana no había sacado sus genes y, después de empujar al hombre, había salido huyendo ante un pequeño grupo de muertos. Ese día Ivy se quedó sin Tim. Le mordieron en el hombro ante la idiotez de su hermana. Esperaba no olvidar a Tim y a su piel exquisita.

Recordaba perfectamente las palabras de Negan poco después. La hermana de Tim se sentía cómoda con él, como cualquier otro. Negan tiene ese aura. Le habían mordido y él perdió la cabeza.

Ambos la dejaron morir. En ese mundo ya no existía lugar para los débiles. Compartían sus provisiones, se jugaban su seguridad, sacrificaban su tiempo... Para que muriesen. Al final todos mueren salvo ellos. Ellos son fuertes. Ellos sobreviven. Ellos no morían.

- Somos fuertes... - susurra Ivy, golpeando con un palo las ascuas de la hoguera. Había cazado un conejo hacía un rato y por fin estaba hecho.

Saca ambos trozos del fuego y le acerca el suyo al hombre, sentándose junto a él. Apoya la cabeza en su hombro, mordisqueando la carne. Negan le pasa el brazo por los hombros sin soltar su trozo de carne.

Ninguno dice nada, no es necesario. Se habían acostumbrado tanto al silencio que se había convertido en un compañero más de camino.

Un suave crujido hace que ambos se pongan alertas, girándose con las armas en alto. Ivy nota cómo Negan la tapa lo suficiente con el cuerpo, evitando que salga herida.

- Las cosas que se acercan así en la oscuridad o están muertas o a punto de estarlo - sisea Negan.

Un hombre rubio, con varios tatuajes por los brazos, aparece con las manos en alto de entre los arbustos. Lleva un chaleco sin mangas y una camisa blanca de manga corta debajo. El tipo, por lo que puede apreciar Ivy, no es feo. Negan le regala una media sonrisa.

- ¿Eso es una ballesta?

Efectivamente el hombre lleva una ballesta a la espalda. Se la quita lentamente, tratando de no resultar amenazador. Negan baja el arma confiado e Ivy le imita.

- Si me dejas cogerla te doy un cuarto de conejo - ofrece Ivy. Ella tenía suficiente comida con eso y realmente quería echarle un ojo al arma. El hombre acepta el intercambio.

- Hecho - le pasa el arma, agarrando la comida - Soy Dwight - se presenta. Ambos le ignoran.

- ¿Las flechas son reutilizables? - pregunta, apuntando a un árbol sin llegar a disparar. No iba a perder flechas por inepta.

- Un par de veces - responde con la boca llena. Lleva el pelo demasiado limpio como para vagar solo por ahí. Sus hebras rubias casi no tienen ningún tinte marrón como el suyo - se llaman virotes por cierto. Las flechas - se rasca la cabeza, incómodo. Finalmente suspira, como sabiendo que no tiene sentido alargar las cosas - Tengo un campamento, quizá estaréis más cómodos que solos en mitad de la nada.

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