二十四

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Zheng Guo se vistió con una túnica gruesa, sus cabellos sueltos en una cascada negra los cogió con una simple cinta en una coleta baja dejando los broches de joyas que solía usar por su rango y los trajes brocados. Salió de su alcoba encontrando a su hermano y a su tío esperándolo con el qilin en sus brazos.

─ ¿Estás listo para tu primer ciclo de meditación, Zheng? ─preguntó Hao Xi.

─Sí, tío.

El camino hacia la entrada del Palacio de Jade fue silencioso, allí se reunieron con el Emperador y su Consorte Real, Xi Zhen le dedicó una sonrisa dulce antes de partir hacia el Palacio Sur. El cielo todavía tenía tintes nocturnos, pero no se necesitaban linternas para guiarlos en el camino. Llegaron con los primeros rayos de luz y marcharon hacia la gruta bajo la gran construcción, los aprendices los recibieron sin atreverse a quebrar el ambiente. El Segundo Príncipe respiró hondo, dedicándole una última mirada a sus seres queridos, entre ellos el gracioso qilin que le recordaba al polluelo revoltoso al que dejaría bajo el cuidado de la Segunda Mansión. Nan Jun con un movimiento de su mano, indicó que le pasaran el recipiente tallado donde algunas gotas del Río de los Sueños serían las únicas que acompañarían a su hijo dentro de la formación natural a la que sólo los guardianes de fuego ingresaban para buscar el nirvana. Se lo entregó brindándole una sonrisa que marcó sus hoyuelos y toda la familia pudo ver a los guardias bloquear la gruta con una inmensa piedra.

─ ¿Le dijiste que mandarás al ejército a las Aldeas Libres? ─preguntó Hao Xi bajito.

─No necesita saberlo ahora, la amenaza del Señor del Inframundo no se materializa todavía.

Zheng Guo esperó a ser encerrado para avanzar, la única luz provenía del recipiente, sin embargo, no necesitó su guía para dirigirse hacia la fuente natural donde las gotas creaban sonidos al fundirse con el agua. Sus cuerpo se movió solo, como si conociera el camino y se detuvo en la orilla. Con sus dos manos cubrió el haz quedándose en total oscuridad, quiso saber las condiciones en las que estaría al beber del recipiente, cuando meditaría en la nada. Reguló su respiración, se sentó frente a la fuente y limpió su mente de cualquier pensamiento. Su padre le había indicado que no tuviera miedo, el primer dios del fuego iría a su encuentro, enfatizó que se manifestaría en una señal inequívoca. Al lograr limpiar sus pensamientos, decidió empezar, tomó las gotas del Río de los Sueños y en pose de loto, dejó su cuerpo material sin importarle el paso del tiempo o el mundo exterior porque todo había desaparecido.

Estuvo solo en la oscuridad total, el sonido del agua también desapareció, las sensaciones, todo. Cuando el primer dios del fuego se hizo presente, contrario a lo narrado por los anteriores guardianes en lo poco que dejaron escrito sobre su guía por el nirvana, su ser ardió indicándole que se hallaba en su interior. Al hacerse cada vez más fuerte su presencia, miles de emociones  y sensaciones lo golpearon: la calamidad de la guerra, el aroma de la sangre y los cuerpos pudriéndose, la fragancia de las hojas de té brotando de la tierra, pudo ver la tribu a la que pertenecía, la aceptación de su muerte mientras ingresaba a la gruta por primera vez...

No eran recuerdos ajenos, eran sus propias memorias volviendo, uniendo los fragmentos.

Una risita hirió la oscuridad, la bañó de potente luz dorada y todo lo demás se desvaneció, todo se llenó de la presencia de la estrella que más que un recuerdo, parecía haber ido a recibirlo y guiarlo por el arduo trabajo de aceptar su verdadero ser y sus profundos sentimientos. Su cuerpo material soltó algunas lágrimas mientras sentía el abrazo de la traviesa luz.

¿Por qué lloras, Jungkookie》, la oyó preguntar, su voz se creaba de sonidos dispersos, pero Zheng Guo la entendió, la aceptó y sintió que lo hacía vibrar.

HILO DE SANGRE - KOOKTAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora