Martes 26 de junio. 07:14h. Vivienda de Martín. Almería.
Tras cerrar la puerta masajeó la zona del puente de su nariz. Al mismo tiempo apoyaba la espalda contra la pared de gotelé mientras echaba para atrás la cabeza. Cerró los ojos unos segundos. Lo necesitaba.
No le hacía falta mirar el reloj para saber que apenas tenía tiempo para darse una ducha rápida antes de salir a toda velocidad hacia Comandancia. El café solo de todas las mañanas, el de la maquinita de las cápsulas que le regaló Pilar hacía dos navidades tendría que esperar. Ya tomaría allí algo.
—Noches alegres, mañanas tristes, ¿eh, Martinico?
La voz de su tío le dio un susto espantoso. Tanto fue así que pegó un bote a la vez que sentía que su corazón comenzaba a latir con una mayor frecuencia. Estaba tan cansado que había bajado la guardia a sabiendas de que éste andaría ya dando vueltas por la casa debido a la hora que era. No había nadie más madrugador que él.
Tras haberse relajado le vino a la mente el pensamiento de siempre, y es que su tío ya no parecía haber nacido en Leganés. El acento almeriense había penetrado tan fuerte en él que parecía haber nacido en la provincia de Almería. Cierto era que tras treinta años viviendo en esas tierras tampoco es que fuera una cosa tan rara. La razón por la que se vino al levante nunca se supo con certeza, pero lo que sí era un hecho era que sus hermanos le consideraban la oveja negra de la familia. Según ellos eran muchas y muy diversas las razones, pero tanto Martín como Pilar sabían que la el motivo principal fue que era el único que no había seguido esa gloriosa tradición militar iniciada por el bisabuelo Martín. Otra razón, aunque esto solo lo pensaban sus sobrinos, es que su carácter no casaba demasiado con el del resto de la familia. Dicharachero, jovial, alegre y divertido eran algunos de los adjetivos que les venía a la cabeza al pensar en él. Siempre lo conocieron así y ahora, a sus casi setenta años, no había perdido un ápice de esos atributos que a ellos tanto les gustaba. Eso sí, los años sí hicieron mella en lo físico y ya no era el mastodonte que ellos recordaban. Pese a ello, a sus evidente achaques, ninguno de los dos lo oían quejarse de nada y, quizá sin quererlo él, les daba una enorme y valiosa lección de vida.
Martí, ya recuperado del todo del susto contestó.
—Ya quisiera yo, tío, pero no. Ya me conoces.
—Pues sí, te conozco, Martinico, y ya sé que no has estado por ahí de juerga. Era una broma. Lo que sí me sorprendería es que hubieras estado por ahí trabajando. Ese no es tu estilo.
—¿Cómo que no? —Preguntó extrañado.
—Pues como que no... Ya soy demasiado viejo para que me vengas a mí con cuentos. ¿O me vas a decir ahora que te ha entrado la vena del guardia civil todoterreno? Eso sí que sería una sorpresa.
Martín rio.
—No, qué va. En mi línea he querido resolver un caso cuanto antes para quitármelo de encima pronto. Pensaba que estas primeras horas podrían ser cruciales para hacerlo, pero me he equivocado.
—Bah, tonterías. Sea como sea no me cuentes nada del caso ese que ya sabes que a mí, la muerte, bien lejos —dijo a la vez que se llevaba los dedos índice y meñique de mano derecha a la cabeza.
—Nada, tranquilo. No pensaba contarte nada, que ya sé cómo eres. En fin... que me toca volverme al trabajo. Otra vez. ¿Está Pilar en el baño? Necesito ducharme y largarme cuanto antes.
Su tío sonrió de manera enigmática.
—No. Pilar ha salido ya.
—¿Ya? ¿Tan pronto entra hoy? ¿O iba a hacer otra cosa? No me ha dicho nada.
ESTÁS LEYENDO
El silencio de una princesa
Mystery / ThrillerEsta será mi primera novela publicada GRATIS y por capítulos. Lo hago con el único fin de entretener a la gente en tiempos de Coronavirus. No sé dónde me llevará esto, pues me voy a ir inventando todo sobre la marcha. Espero no llegar a bloquearme e...