Capítulo 8

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Martes 26 de junio. 20:39h. Llegando a Macael. Almería.


A Martín le importaba bien poco el frío o el calor. No es que ninguno de los dos le molestara o gustara, era que en verdad no tenía preferencias a la hora de escoger a uno de los dos. A pesar de ello, a la hora de decidirse por una estación del año sin duda se decantaría por el verano. ¿La razón? Porque le deprimía sobremanera que en los meses de invierno se hiciera tan pronto de noche. Y eso que él no es que aprovechara esas horas para irse de terrazas ni nada parecido, era que su ánimo era diferente con más horas de sol. Y mientras miraba al frente mientras conducía por enésima vez durante aquella jornada el coche pensaba en eso. No es que no quisiera hablar con Pilar, es que apenas llevaban unas horas trabajando codo con codo y ya lo iba a volver loco. Ese entusiasmo y esa energía con la que había llegado estaba arrasando ese mundo laboral tan perfecto que él se había construido a base de calma y que cada cosa sucediera a su ritmo.

A ver, no es que fuera tan imbécil como para reprocharle que en apenas una hora hubiera localizado tanta información jugosa acerca de Francisco García, el empresario del mármol al que iban a visitar, se trataba de que el sargento no estaba acostumbrado a esos ritmos de trabajo y no quería sentar un precedente para cuando en otros casos más complicados que ese se le exigiera más de lo que era capaz de dar. Porque si algo tenía claro era esto último: que el caso que les ocupaba no era para tanto y tarde o temprano saldría a la luz que en medio de todo aquello se escondía un ajuste de cuentas entre traficantes de mujeres.

Duro, pero no había más.

El volumen de la música del coche estaba algo alto. Martín lo hizo adrede, aunque no se sentía orgulloso de la razón que había tras esto: puede que así Pilar fuera tan callada y metida en sus cosas como él ya que era más complicado hablar así. Pero no, ella bajó el volumen del aparato y se dirigió a su hermano:

—¿Te puedo preguntar por qué me has sacado de lo que estaba haciendo y has puesto a la cabo en mi lugar?

—Pilar, en serio, ¿vamos a empezar otra vez?

—No empiezo con nada, es que me gustaría que me resolvieras esa duda.

Martín tomó aire antes de hablar.

—En primer lugar agradezco todo lo que has avanzado en apenas unos minutos, de verdad, no tiene que haber sido fác...

—Pues no —le cortó—. Creo que ya sabes lo hermético que es todo el mundo en este cuerpo y no veas lo que me ha costado que los de delitos financieros me hagan un poco de caso. Y han sido ellos los que me han derivado a antidroga, pero es que estos... ni puto caso, oye.

—Pues por eso, coño. Y no me vuelvas a cortar, por favor, que si me pides una explicación lo más lógico es que me dejes hablar, ¿no?

—Perdón...

—Vale. Pues eso, que has avanzado mucho, sí, que has allanado el camino para contarnos que el tiparraco está metido en temas de droga, vale, pero una de las razones por las que te he sacado y metido a la cabo es precisamente esa, que ella trabajó un tiempo en el EDOA y conoce perfectamente a sus integrantes, por lo que tiene más fácil llegar a esa información. Por otro lado quiero que te vayas curtiendo en estas salidas. Que sí, que sé que ya te has comido más de un interrogatorio sencillo en Seguridad Ciudadana, pero es que esto no es lo mismo y tienes que empezar a soltarte y ver cómo trabajamos aquí. Y tres, porque me da la gana, Pilar, es que luego te quejas de que te hablo mal, pero es que me tienes hasta las narices cuestionándomelo todo. Y es tu primer día. ¿Qué me espera aquí contigo?

El silencio de una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora