Martes 26 de junio. 09:05h. Camino al IML. Almería.
Pilar y Martín esperaban junto al coche, dentro del parque móvil a Sergio, que había ido al laboratorio para coger su maletín con lo necesario para hacer una inspección en busca de indicios en el cuerpo antes de que fuera lavado y preparado para la autopsia. Martín miraba a Pilar preocupado. Estaba claro que parecía molesta por lo que acababa de suceder. Y como él se sentía algo culpable, no pudo evitar hablar:
—Te ha molestado que te diga eso, ¿verdad?
Su hermana miraba hacia adelante. No varió el gesto al contestarle.
—Qué suerte has tenido de que comprenda claramente cual es mi posición aquí, en horas de trabajo. Porque me dices eso en casa y te dejo sin dientes de la hostia que te meto, gilipollas.
—Coño, Pilar, es que no te puedes poner ya en plan Mentes Criminales ante el primer caso con el que nos encontramos. ¿Puedes entender eso? Que yo te entiendo, que acabas de llegar y todo es muy... boom, no sé ni explicarlo. Que yo también llegué nuevo y sé lo que siente.
—Tú me has pedido la opinión y yo te la he dado. La próxima vez no lo hagas y ya está.
—¿Ves lo que estás haciendo? ¿No llevamos ni una hora trabajando juntos y ya nos estamos peleando? Si esto va a ser así...
—No va a ser así porque eres mi superior y yo no soy tonta, aunque me trates como si lo fuera. Te lo vuelvo a repetir: si no quieres escuchar mi opinión no me la vuelvas a pedir. Punto.
—Pero...
—¿Qué, vamos? —La voz de Sergio sonó detrás de ellos y esto hizo que Martín desistiera.
Sí, entendía el malestar de Pilar porque él se había mostrado, quizá, algo altivo frente a ella, pero es que no había podido evitarlo y ella tenía que reconocer que él tenía algo de razón al querer buscar cosas donde no las había. Si en cada caso que se encontrara tuviera que considerar la posibilidad de que un malvado criminal psicópata estaba tras él, Almería sería el lugar con más asesinos en serie y locos perturbados del mundo entero.
No, la realidad no era esa.
Decidió dejarlo estar y montarse en el coche para salir hacia la Ciudad de la Justicia que, aunque no estaba demasiado lejos, no tenían por qué ir andando. A Pilar, cuando se diera cuenta que la mayoría de los crímenes eran pasionales y poco más, ya se le pasaría esa vena CSI pronto y bajaría en efusividad, permitiéndoles trabajar más a gusto juntos. Porque si no, iba a ser completamente imposible.
Los tres montaron en el coche. Conducía Martín. Era de las pocas cosas que le gustaba hacer y que de verdad le relajaba. Puede que también porque no lo hiciera muy a menudo y cuando le tocaba, normalmente, las distancias no eran demasiado largas como ahora era el caso. Salieron de comandancia y en menos de cinco minutos se plantaron en la Ciudad de la Justicia.
El edificio se mostraba majestuoso en medio de la Carretera de Ronda. Revestida con zócalos que asemejan al mármol en tonos beige, la impresionante construcción se erigía dividida en cinco plantas visibles y tres sótanos. Todas ellas custodiadas por zonas ajardinadas que conferían al conjunto un aire sereno muy alejado de lo que solía vivirse en su interior. Y no es que dentro se viviera la locura, pero teniendo en cuenta los hechos delictivos que se trataban ahí el contraste era más que evidente. A los tres guardias civiles les importaba ahora mismo dos de los tres sótanos: el segundo, que fue donde dejaron el coche aparcado y el primero, que era donde se encontraba el área de Medicina Legal —salvo los despachos de los forenses que estaban en la primera planta sobre tierra—.
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El silencio de una princesa
Mystery / ThrillerEsta será mi primera novela publicada GRATIS y por capítulos. Lo hago con el único fin de entretener a la gente en tiempos de Coronavirus. No sé dónde me llevará esto, pues me voy a ir inventando todo sobre la marcha. Espero no llegar a bloquearme e...