Capítulo 13

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Viernes 29 de junio. 15:07h. Comandancia de la Guardia Civil. Almería.


Dos días.

Dos, desde esa jornada de locos que Martín recordaba como una de las más intensas, por no decir la más, de toda su carrera dentro de la benemérita. Dos, desde que había comprendido que lo que tenía delante no podía compararse a ninguno de los casos en los que había trabajado hasta el día en el que se encontraba. Y se podía decir que a pesar de su edad habían sido unos cuantos.

Pero en esos dos días y, a pesar de lo que se esperaba viendo cómo fue el miércoles, apenas había pasado nada digno de remarcar. Nada que se considerara extraordinario, al menos, ya que todo lo habitual en el curso de una investigación sí había sucedido.

Durante el día anterior tuvo lugar la autopsia. De ella extrajo pocas conclusiones ya que la doctora Naera apenas pudo concretar detalles debido al estado en el que se encontraba el cuerpo. Una de ellas era que la chica, porque fue una de las cosas que primero se comprobó, que era una chica; llevaba muerta al menos unos cuatro meses. Esto databa más o menos el asesinato en febrero. Porque era asesinato, ya que se podía observar un fuerte golpe en la cabeza que podría ser la causa de la muerte. Demasiado intenso para ser accidental.

A Martín le hubiera llamado la atención que la muchacha estuviera vestida, al contrario que las otras dos, si no fuera porque el cadáver que se encontró en el año 88 en el mismo lugar también lo estaba. Cada vez que pensaba en estos detalles tan cuidados Martín necesitaba acariciarse el puente de la nariz con los ojos cerrados. No sabía la razón con exactitud, pero lo hacía.

Y ya está. No se sabía más con certeza.

De las cosas que no se sabían y quizá podrían ayudar en el transcurso de la investigación, por ejemplo, era sobre su identidad. Cuando el cadáver estaba en el estado en el que la encontraron, no se podían servir de las reseñas dactilares para obtener una identificación, así que el asunto ya se complicaba bastante. Que fuera prostituta o no lo desconocían, pero como todo apuntaba a que sí por las similitudes con el caso de hacía treinta años, casi que lo tenían claro. Esto, lejos de ser positivo lo complicaba más, ya que entre el hermetismo que tenían entre ellas y que, muchas veces, nadie las echaba en falta, la identificación por la ropa que vestía también iba a ser harto complicada.

Un escollo más.

Pero Martín, quizá siendo muy injusto en su manera de pensar —aunque era consciente de ello—, creía que nada de esto importaba porque la identidad de las víctimas parecía no tener una relación directa con el poder o no detener al infractor, así que sintiéndolo mucho no consideraba prioritario encontrar esa identidad.

Aunque Pilar se hubiera pasado ayer toda la tarde recordándole que era un cínico de mierda al actuar así. No la culpaba por pensarlo, aunque estaba bastante equivocada en sus acusaciones. Claro que le importaba la identidad de la víctima porque sentía que de algún modo tenía que darle justicia, pero precisamente esto último era lo que le empujaba a priorizar los pasos a dar y poder detener a la persona que estaba sembrando tal caos.

Aunque, a decir verdad, no sabía muy bien cuáles eran los pasos a dar.

Lo único que había podido hacer era rendirse a la evidencia y tener claro que el asesino seguiría imitando muertes. Como no tenía todos los datos referentes a estas ya que al menos cuatro pertenecían a la demarcación de la Policía Nacional y en aquella época estos datos no estaban centralizados como ahora —aunque ya había pedido a la Comisaría Provincial de Almería que se los enviaran en cuanto pudieran—, solo podían centrarse en las muertes que ellos habían investigado y en las que tenían la suerte de ser las primeras en el orden cronológico resultante de juntar las de Guardia Civil y Policía Nacional.

El silencio de una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora