Capítulo 15

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Viernes 29 de junio. 23:42h. Night club "La Cangrejera II". Almería.



Pilar volvió otra vez al interior después de salir a tomar un poco el aire.

Era algo tan rutinario como necesario porque allí dentro apenas se podía respirar. El dueño, ese ucraniano de gesto frío dijo que se había roto el aire, así, de repente, pero Pilar tenía muy claro que lo único que hacía era tocar las narices para dificultar más y más la investigación que se había abierto al convertirse su antro de perversión en una escena de crimen.

De hecho esta no era la única prueba. No hacía mucho que había llegado ella al club —a pesar de las reticencias de Martín que había insistido en que no hacía falta— y ya había contemplado un par de extravagancias por parte del dueño. Extravagancias por llamarlo de algún modo suave.

La primera fue cuando apenas ella llevaba un par de minutos dentro de aquel local. El hombre se le acercó y le franqueó el paso. Ella, lejos de amedrentarse lo miró directamente a los ojos.

—¿Cuándo podré seguir con la actividad en el club? —Preguntó de sopetón.

—Señor Zalenko —respondió ella jugando a su juego de no mover ni un músculo de la cara—, no sé si es consciente de que esto es ahora el escenario de un asesinato. Y no de uno cualquiera. Así que si es tan amable se aparta y nos deja hacer nuestro trabajo.

En esta ocasión se apartó sin más.

La segunda había sido hacía menos de diez minutos, cuando ella decidió salir a respirar un poco de aire menos viciado tras que este apagara deliberadamente el aire acondicionado —no tenía pruebas, pero tampoco dudas—. Una vez más la eligió a ella para comerle la cabeza. Lo primero de todo es que Pilar no entendía qué hacía ese hombre ahí arriba si se suponía que tenían guardias apostados en la parte baja de las escaleras, pero no era de su incumbencia echar la charla a dos compañeros de su mismo rango. Dejando esto de lado, la conversación que tuvieron tenía bastante miga.

—Señorita guardia civil —dijo él en un evidente tono despectivo—, ¿por qué no cierran la puerta, trabajan dentro y yo puedo seguir con mi club en marcha?

—No estará usted hablando en serio.

—¿Por qué no? Aquí ya no se puede hacer nada y minuto perdido son euros menos en bolsillo.

—¿Usted no piensa en otra cosa? ¿Es que no ve lo que ha sucedido ahí adentro?

—Lo que haya pasado ahí no es asunto mío, yo no tengo nada que ver. Yo dado voluntariamente muestras de todo para que me descarten de inmediato como sospechoso. Yo solo quiero que mi club siga funcionando. Si yo no doy chicas a mis clientes, ellos buscan otro donde... ¿cómo decirlo de un modo suave?

—No hay modo suave, señor Zalenko. Follar. Ellos lo que quieren es follar. Y deje de decir clientes y llámelos por su nombre, que no es otro que puteros.

—Da igual como los llamemos. Lo que necesito es seguir. ¿Cuándo se van de aquí?

—¡Cuando acabemos!

La mayoría de los allí presentes se giró hacia Pilar. Ella no es que estuviera avergonzada tras su grito, pero sí era cierto que no debía haberlo hecho. Ese hombre era un manipulador nato y con ella estaba desplegando todo su juego. Por mucha predisposición que él tuviera entregando muestras de lo que le diera la gana, no podían ni debían bajar la guardia con él. Este tipo de personas eran las más peligrosas que podía haber.

El silencio de una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora