Capítulo 12

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Miércoles 27 de junio. 17:59h. Comandancia de la Guardia Civil. Almería.



Martín vio lo de no tener ganas de comer como lo más normal del mundo.

Era imposible que su estómago se pronunciara después del día que llevaba.

Pero Cayetana fue tajante en este asunto y él no pudo rechistar. Una vez más se volvió a preguntar quién era subordinado de quién pues le era imposible negarse cuando ella fruncía el ceño de esa forma.

Así que comió un bocadillo de tortilla de patata con pimientos.

No pudo no reconocer que le sentó bien hacerlo. Su cuerpo quizá no mandara esos avisos rutinarios, pero estaba claro que seguía su ciclo independientemente del estado de su mente. Y es que eso sí que era un caos. El más absoluto de todos.

Entre las órdenes toleradas por él de la cabo también se encontraba la de no pronunciar una palabra acerca del caso mientras comían, así que ese atropello de ideas incongruentes que sufría dentro de su cabeza seguía sin que pudiera rebajarlo lo más mínimo. En el fondo tenía ganas de reunirse con el equipo para soltarlo todo y darse cuenta él mismo que la mayoría de cosas que pensaba eran una locura absoluta.

Y allí estaba ahora. Sentado con Cayetana, Héctor, Mariola, Pilar, Sergio y Rafa.

Los cinco últimos lo miraban expectantes. No hacía falta que lo conocieran al nivel de su hermana para entender que la cosa estaba más que bien jodida a juzgar por la expresión que mostraba el sargento en su rostro.

A pesar de que estaba deseando hacerlo, a él le costó hablar. No estaba acostumbrado a vivir situaciones de tanta tensión como la que estaba atravesando en estos momentos y ese desconocimiento le impedía poder afrontarla como era debido.

Elevando el estupor de los allí presentes decidió levantarse y dirigirse hacia la esquina de la habitación. Allí había una máquina que servía agua caliente o fría según demanda. Tomó uno de los vasos de plástico y vertió en él agua fría. Se la bebió de un solo trago y ahí fue consciente de que tenía la garganta completamente seca.

—Estamos muy jodidos —comenzó a hablar, confirmando lo que ellos ya temían—. No sé ni yo mismo cómo contaros esto, pero por más que hemos querido huir de la realidad, nos toca lidiar con ella llamando a las cosas por su nombre: tenemos a un puto asesino en serie entre nosotros.

La cara de los allí presentes varió tornándose en algo que reflejaba muy bien la situación a la que tocaba enfrentarse.

Pilar agachó la cabeza y miró sin poder pestañear hacia la mesa.

Su hermano comenzó a relatarles, de forma pormenorizada, todos los detalles que conocía acerca del caso. Para apoyarse en ellos, colocó sobre la mesa los dos tomos gigantescos que había sacado del armario del capitán jefe.

Los miembros del equipo, después de escuchar lo contado por el sargento, tardaron unos instantes en reaccionar como debían. Lo primero que hicieron, incluso antes de hablar y como si todos hubieran llegado a un consenso, fue comenzar a hojear los papeles para ir haciéndose una idea de lo que había en ellos y de lo que se podían enfrentar.

—Como veis esto es un caso sin precedentes para nosotros como equipo, pero que ya se ha vivido aquí en esta misma Comandancia. Es difícil de asimilar pero cuanto antes lo hagamos, mejor para nosotros y, sobre todo, para las víctimas. La parte positiva, por llamarlo de algún modo, es que parece que nuestro homicida está de algún modo recreando los crímenes ya sucedidos, por lo que podríamos adelantarnos a sus movimientos.

El silencio de una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora