Capítulo 10

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Miércoles 27 de junio. 10:36h. IML. Almería.



Nada más abrirse la puerta del ascensor Pilar tomó aire.

Como siempre hacía, ante cualquier gesto que pudiera ser interpretado como una pequeña debilidad, miró por el rabillo del ojo a su hermano para ver si se había percatado de esto.

Ella nunca le había hablado de su claustrofobia. En realidad ni a él ni a nadie. Siendo justos tampoco es que lo considerara un problema mayor ya que el grado en el que la padecía no era demasiado elevado. No en comparación con esas personas que no montarían dentro de ese ascensor ni por todo el oro del mundo.

No, no era así.

En su caso lo pasaba mal. Los pensamientos de que la puerta no se abriera, ella se quedara ahí dentro y el aire se agotara en un par de minutos rondaban por su cabeza, pero al menos podía meterse ahí adentro sin acabar arrancándose todo el cabello de la cabeza. No recordaba el momento exacto en el que comenzó a pasarlo mal en espacios cerrados, pero lo que sí tenía claro es que no siempre fue así porque en Leganés vivían en un quinto y de pequeña subía sin ningún tipo de reparo en ese ascensor destartalado todos los días. No pudo evitar pensar en un dicho que su tío lanzaba cada vez que tenía oportunidad, pero con el que no podía tener más razón:

«Según nos hacemos mayores, nos volvemos más gilipollas».

Más tazas con esa frase y menos con eso de que la vida es bella.

Cuando quiso darse cuenta ya estaban entrando en la antesala de autopsias. La doctora Naera los esperaba con esa sonrisa que llegó a pensar que estaba esculpida en su rostro, ya que no recordaba a nadie que sonriera tan expresivamente y tan bonito, todo había que decirlo.

Su hermano no sonreía. De hecho, Martín había estado casi callado desde que abandonaron el lugar del crimen. Después de esto fueron directos a un bar a tomar algo para desayunar en miras de ir acto seguido para la Comandancia ya que era una tontería regresar a casa. No era todavía la hora de entrar a trabajar, pero faltaba poco.

Al llegar no cambió la cosa, qué va. Él se fue directo hacia su despacho donde cerró la puerta y no volvió a salir hasta que fue a buscarla para decirle que había llegado la hora de ir al Instituto de Medicina Legal pues iba a comenzar la autopsia.

Pilar, que lo conocía demasiado bien, sabía que estaba comido por los nervios tras las últimas palabras del capitán jefe. Y, claro, que el operativo que se preveía corto se estuviera alargando tanto y su superior todavía no hubiera llegado a Comandancia cuando ellos montaron en el coche no ayudaba a que ese estado nervioso decreciera en él.

Hacía mucho, demasiado quizá, que no lo veía así. Puede que la lucha interna que llevaba entre lo que quería creer y lo que de verdad apuntaba el caso le estuviera pasando factura.

Aunque esto último no lo entendía demasiado bien.

¿Qué más daba que los crímenes fueran independientes entre ellos o que los hubiera cometido una misma persona?

Su papel era el mismo, que era detener al o a los delincuentes. Punto. Además, que tampoco ella intentara decirle que pensara que actuaba un asesino en serie. Ni mucho menos. Eso eran palabras mayores y tenían que darse una serie de factores que al parecer no se acabarían dando. No todo era negro o blanco. Había muchos tonos de grises y Pilar estaba convencida de que su hermano estaba andando solo por los extremos.

En cuanto pudiera hablaría con él. Ahora lo importante era conocer los detalles que rodeaban la muerte la chica encontrado hacía solo unas pocas horas. Quizá hasta después de esto se quedara algo más tranquilo.

El silencio de una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora